› Por Sergio Kiernan
Este agosto comienzan las obras en el segundo silo de Puerto Madero que será transformado en viviendas de alto precio. Al igual que el primero, el empresario es Alan Faena, el concepto es tan alto como nebuloso y el saldo respecto al patrimonio puede ser otra vez negativo.
Faena tiene un innegable talento para el marketing y, haciendo sinergia entre sus dos silos, ahora aspira a crear un Art District como el que nació en Miami hace unos años y al que le tomó el nombre. Habrá mucha obra nueva arriba y abajo del nivel del terreno, dos edificios de Norman Foster y, suponemos, más Stark.
Estos millones de dólares a invertir no despertarían más que entusiasmo si no fuera porque abarcan el silo al que Faena renombró El Molino. Este edificio es una de esas extravagancias de una Argentina hoy onírica que no podía hacer de un galpón un simple galpón. El silo –que en resumen es un galpón de varios niveles– está tratado como un gran edificio público italiano, con fachadas que dan clases de simetría, orden y equilibrio. El resultado es una bella extravagancia a la manera renacentista y una pieza que debería cuidarse.
Pero como en Buenos Aires no hay una ley patrimonial sino apenas una revisión flexible y sobre la marcha de los proyectos, es casi seguro que Faena repita el tratamiento que le dio a su primer silo. Esta belleza de ladrillo tuvo todas y cada una de sus carpinterías reemplazadas por el consabido aluminio marroncito, un modelo que ya aburre de utilitario y ramplón. La moda parece prohibir el vidrio repartido –en realidad, lo hacen para abaratar puertas y ventanas– que resulta indispensable para este tipo de fachadas.
Pero lo peor es que para ganar varios valiosos metros cuadrados que vender, Faena alteró la altura del edificio, levantando la cumbrera por encima de las fachadas laterales. Visto hoy, el Faena parece gordo y su torre florentina –otra extravagancia galponera– quedó apetisada y fuera de proporción.
Con este antecedente rotundo, cuesta quedarse tranquilo con el futuro El Molino. Al lanzar su primer edificio, la empresa de Faena hizo hincapié en el cuidado patrimonial. Luego fue dejando de lado el tema hasta mantener un perfecto silencio al respecto. En declaraciones recientes, Faena habló sobre su nuevo proyecto y no mencionó en absoluto qué parámetros seguirá para tratar su segundo silo. Las preguntas se multiplican: ¿respetará las aperturas? ¿Elevará otra vez la altura? ¿Cómo tratará las fachadas ornadas? ¿Existirá alguna instancia de gobierno que ponga un poco de rigor en estas intervenciones?
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