› Por Matías Gigli
Desde el 25 de agosto del 2004, el Teatro Solís volvió a prestar servicio. Como buen hermano mayor de nuestro Colón (el Solís es de 1856 y el Colón de 1908), le tocó sufrir la intervención para su puesta en valor antes que al nuestro (las reformas del Colón serán inauguradas el 25 de Mayo del 2008 cuando cumpla cien años).
La semana pasada, la arquitecta Eneida de León, actual directora de arquitectura del Ministerio de Transporte y Obras Públicas del Uruguay, hizo una presentación en el V Congreso de Sistemas y Tecnologías de Cerramiento de Edificios, en Buenos Aires. De León desarrolló una presentación explicando todo el capítulo del Teatro Solís desde el comienzo del trabajo en 1998 hasta el año pasado, cuando reabrió sus puertas. La arquitecta trabajó en el proyecto cuando trabajaba para la Municipalidad de Montevideo.
La idea de los uruguayos es consolidar al teatro como un complejo cultural contemporáneo, preservando los elementos y características del edificio y su entorno, pero con un nuevo equipamiento escénico y una sala también restaurada. La intervención consistió básicamente en construir alas laterales que el teatro no tenía, ampliar el escenario e incorporar nuevas instalaciones. Para lo cual hizo falta bajar el antiguo telón de seguridad. Se desarmó la cubierta del escenario y se construyó la caja escénica nueva.
La fachada fue hidrolavada, además de reparar molduras que tenían desprendimientos. El cambio más drástico fue que quedó ciega la caja de escena del lado posterior.
De León subrayó el impacto positivo que tuvo el entorno inmediato con una recuperación urbana de la zona Sarandí-Bacacay-Bartolomé Mitre. Se recuperó la explanada principal, además de las fachadas. Ahora la totalidad del público ingresa por la calle Buenos Aires.
Si bien la sala no varió, se le incorporaron ambulatorios en todos los niveles, lo que redujo el aforo pero significó una mejora en el funcionamiento y en la acústica, según la opinión de la arquitecta.
De esta manera, se suma el Solís a los teatros líricos que por distintos motivos recibieron intervenciones de envergadura, como la Fenice de Venecia que tuvo que ser hecha a nuevo después del incendio, la Scala de Milán, después del bombardeo en la Segunda Guerra Mundial o el Palacio de la Música de Barcelona, en el barrio Gótico, que fue intervenido y ampliado la década pasada.
Ahora falta el impulso final para que nuestro Colón llegué al 2008 con las reformas ya encaminadas.
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