CON NOMBRE PROPIO
Patricio Ortiz se formó y trabajó en el Primer Mundo. De vuelta en Mar del Plata, usa el diseño como herramienta para mejorar la calidad de vida de las personas.
› Por Luján Cambariere
Patricio Ortiz es de esos profesionales serios y tremendamente capaces que trabajan desde las sombras. Tiene sobrados méritos para figurar, ya que desde Mar del Plata viajó a perfeccionarse a Estados Unidos y trabajó para uno de los estudios más importantes del mundo. Pero prefiere seguir formándose y trabajar de un modo comprometido diseñando piezas que mejoren la calidad de vida de las personas.
Hijo de un marino, Ortiz nació en Buenos Aires pero a los dos años partió a Puerto Belgrano, hasta los seis, y de ahí a Mar del Plata. Estudió Diseño industrial en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata y a fines de 1992 volvió a su ciudad para dedicarse a la docencia en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Corrían los noventa, tiempo de poco trabajo en diseño, por lo que Ortiz hacía ilustración técnica y trabajos de modelista y empezó a averiguar sobre becas para capacitarse en el exterior. A fines de 1995, un seminario en Montevideo lo terminó de motivar. “Ahí vi por primera vez cómo se encara el diseño en el Primer Mundo. Ese evento fue un clic que me puso a buscar seriamente la beca”, cuenta.
Y le tocó, como él dice, estar en el lugar justo en el momento justo. Un programa de Fulbright buscaba docentes de universidades nacionales. Se presentó, ganó la beca y partió a Estados Unidos en julio de 1997. “En ese entonces leía mucho la revista ID, donde un día descubro una encuesta con diez preguntas claves a diez empleadores importantes del mundo -directivos de corporaciones y estudios independientes–. Al momento de preguntarles sobre dónde reclutaban gente, siete de ellos pusieron la Universidad de Cincinnati, en el estado de Ohio. Fulbright tenía un convenio con ellos, así que no lo dudé. El estado de Ohio concentra una industria equivalente a la de todos los países latinoamericanos. Una carrera de diseño industrial metida en el corazón de una sociedad industrial”, detalla.
Allí partió para su maestría y al terminarla ya tenía trabajo en uno de los estudios que más admiraba: Fitch Inc. de Columbus. “Las corporaciones pagan muy bien, pero en los estudios no te aburrís nunca, ya que tenés la posibilidad de experimentar con todo tipo de productos. A Fitch entré a trabajar en junio del ‘99 y al minuto estaba diseñando. Me asignaron trabajar con una persona que tenía a cargo los clientes japoneses, la mayoría de productos y servicios relacionados a la limpieza. El primer laburo que me tocó hacer, casi metafórico, fue un felpudo. Me hice bien de abajo. Lo interesante del caso es que a la semana ya estaba haciendo elementos de limpieza de producción industrial con materiales de inyección. Ahí viví una experiencia pico. Trabajando en una consultora de ese tipo lo único que te preocupa es el diseño. Hay ingenieros que desarrollan tu producto, laboratorio de prototipos a los que les mandás tu modelo por la computadora. Un lujo”, señala.
Allí diseñó todo tipo de productos para Duskin, rediseñó el ZipDrive externo de 100Mb de Iomega e hizo exploraciones de conceptos de electrodomésticos para el hogar para Sanyo.
Al volver al país (la beca así lo estipulaba) siguió trabajando para Fitch como consultor externo, volvió a la docencia y a diseñar de forma independiente. Por un lado en Siddhi, una pyme de base tecnológica quedesarrolla y produce productos médicos para cirugía de fracturas (instrumental quirúrgico, prótesis y packaging de insumos de cirugía) y junto a un socio –Santiago Gandolfo– en un proyecto de autogestión de piezas de cerámica y fundición de aluminio y joyería.
“Hoy apuesto a seguir trabajando en esta empresa de medicina donde puedo aportar algo a la mejora de mucha gente; a la docencia, donde aspiro poder hacer la transferencia de lo que aprendí en el exterior, y también a mi pasión por condensar información de diseño sobre todo para echar luz sobre la disciplina. En lo personal, me interesaría que se le empiece a prestar más atención al diseño de las cosas de todos los días. A rubros que no salen en las revistas de diseño pero que tienen una mayor incidencia en la calidad de vida de las personas. El diseño de instrumental para ligamento cruzado no va a aparecer nunca en revistas, son cosas que no tienen glamour, pero ayudan concretamente a mucha gente. Para eso, entre otras cosas, sirve el diseño”, remata.
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