Sábado, 26 de noviembre de 2005 | Hoy
NOTA DE TAPA
Organizado por el arquitecto italiano Nicola Goretti, el I Panorama Internacional de Design Safety Nest-El Nido Seguro, Visiones de protección en Río de Janeiro fue una oportunidad única de reflexionar, confrontar y explorar la seguridad a través del diseño.
Por Luján Cambariere
La seguridad fue históricamente, es en la actualidad y será cada vez más, como se perfila el planeta, un tema candente. En primer plano por la obviedad: catástrofes naturales, todo tipo y formas de violencia, desigualdad, guerras, choques culturales, falta de energía. Pero, sobre todo, porque es quizá la problemática que nos enfrenta como ninguna otra a nuestros modos distintos y particulares de ver y encarar la vida. Que denota quiénes somos, por qué cosas luchamos, de qué lado estamos del planeta.
Sensación, estado, zona de confort, sentimientos que están en uno o nos dan los otros. A doce destacados nombres de la escena del diseño mundial les tocó preguntárselo a través de instalaciones que se presentaron en el Centro Cultural Correios y en el Centro Cultural Telemar desde el 16 y hasta finales de noviembre en el marco del I Panorama Internacional de Design Safety Nest-El Nido Seguro en Río de Janeiro, Brasil, y de allí viajarán con nuevo destino. A mitad de camino entre la concepción de productos y el arte, el encuentro fue una interesante excusa ideada por el arquitecto italiano residente en Brasilia Nicola Goretti, del Grupo A. G., con la consultoría de Paola Antonelli, curadora del Moma y responsable de la muestra Safe: Design Takes on Risk, para ponerlos a reflexionar sobre el papel del diseño en la búsqueda de seguridad y la protección doméstica.
Además hubo ciclos de conferencias con personalidades destacadas del mundo del diseño, un workshop en el Centro Cultural Banco do Brasil dirigido por la francesa Matali Crasset, un concurso de diseño gráfico abierto a todas las escuelas de Río de Janeiro y la participación de dos ONG (Spectaculo y Kabum) en la realización de algunas piezas. “El término riesgo asume múltiples miradas en distintas culturas”, explica Goretti. “Safety Nest aborda esta obsesión imaginando escenarios, intentando definir límites y contradicciones. Brasil, sede de este primer panorama, asume un papel protagónico por su diversidad cultural y artística. Consciente de esta pluralidad, el objetivo está centrado en promover iniciativas que coloquen al diseño como generador conceptual y de producción, abriendo puertas para nuevos pensamientos y mercados”, detalla.
Confrontar, explorar, reflejar ideas, tabúes, estereotipos, miedos, miserias propias y ajenas. El diseño es futuro. Si una de las metáforas de este siglo es la inseguridad: ¿se podrá proyectar un mundo más justo?
Si hay algo que quedó de manifiesto en este encuentro es que si bien hay sensaciones y sentimientos que nos igualan, la preocupación y procuración de seguridad es distinta según los países y sus contextos. Y en esto de dar cuenta de las necesidades propias, los brasileros nos llevan la delantera. Sobre todo porque tienen una escuela de programas donde el diseño asume un rol central en pos de comunidades vulnerables: “En Brasil y creo en toda América latina, la visión de la seguridad es muy diferente. Aquí, la comida asegura la protección de la vida. Si no hay qué comer no hay qué proteger. La preocupación para nosotros pasa por el pan nuestro de cada día”, explica la encantadora diseñadora brasilera Simone Mattar.
¿Otros miedos? “A mí no me preocupa ni me ocupa parapetarme (y lo dice alguien que vive en San Pablo), vivir entre rejas o irme a Suiza a morirme de tedio”, continúa. “Ni ocuparme de estos temas desde una mirada del Norte, porque ahora a ellos les toca vivir en carne propia la violencia. La seguridad es un estado. Pasa por reflexionar sobre nuestros valores. En diseño hoy mis intereses pasan por la multidisciplina. Unir el diseño a la poesía y la gastronomía”, resume quien presentó piezas que se degustaron en el cóctel inaugural como luminarias con minivasos con gelatina que proponían la palabra “Comaluz”, marcando el acceso al alimento como principal medio para asegurar la seguridad (Geluminosas, una poesía luminofágica) y candelabros con masa (Comelabos).
También, otra particularidad de la muestra (y algo aún inusual en el diseño de producto) fue el protagonismo femenino. Desde una Matali Crasset que orquestó el workshop con estudiantes de escuelas de diseño y las dos ONG para trabajar experimentalmente a partir de la figura del cono, para producir distintos objetos. Visiones pedagógicas y lúdicas exploradas a través de materiales reciclados o de uso corriente (papel, cartón) que dieron como resultado un colorido salón de juegos con el leit motiv del fondo del mar (armarios con forma de ostras, móviles símil lluvia de pececitos y juegos de encastres, entre otros). “El mundo se mueve demasiado rápido”, diría a su tiempo la ex discípula de Philippe Starck, “por eso me gusta mostrarles a los chicos optimismo. Elegí la forma del cono, aparentemente agresiva, para demostrar cómo puede trocar en agradable y hasta dónde se puede ir con una sola forma”, detalla Crasset.
La española Ana Mir presentó su línea Safe and Sound (Sano y Salvo). Una serie de objetos domésticos creados para suplir las carencias psicológicas cotidianas, producto de inseguridades personales, añoranzas y recuerdos: sábanas bordadas Safe Dreams, jabones Safe Wash, remeras Sterilized tshirt. Y sus potentes pensamientos, de los que dio cuenta en la primera charla que inauguró el ciclo de conferencias el día 18 de noviembre en Río (hubo otras en Brasilia). Muchos tienen que ver con el particular abordaje que hace desde el diseño al cuerpo (poéticas del cuerpo para el arte), como bombones con forma de pezón o tampones con forma de dedo, y otros relacionados con cuestiones de género (otro de sus tópicos), como un juego de sábanas descartables Clean Contact Kleenex o las plataforma urbanas Hot Box, con calefacción y luz ideadas para las trabajadoras sexuales. “Si bien en las escuelas de diseño hay muchas mujeres (seguramente abonando la teoría del profesor Alex Blanch de las alumnas MSC, Mientras Se Casan), cuesta abrirse paso en lo profesional. Tardamos más, tal vez, por la falta de referentes”, señaló en su charla. Cosa que no ocurrirá a las nuevas generaciones si siguen abriéndose paso chicas tan contundentes: “Entiendo el diseño como una disciplina que incluye a la industria y la reflexión. Mis productos intentan abrir un debate”, remata Mir.
Como no podía ser de otro modo, la preocupación de una de nuestros representantes, la arquitecta y especialista en mobiliario urbano Diana Cabeza, estuvo en la calle dando como resultado: “Una reinterpretación antropológica y experimental de refugios para el nómade urbano que, eyectado de la sociedad, resuelve su propio amparo a partir de la reutilización de los desechos que la misma sociedad genera”, cuenta. Así creó sus propios Nidos Urbanos, “contenedores a mitad de camino entre la bolsa de dormir y el recinto, especie de interfases entre el cuerpo y el espacio, posibilitando su uso desde adentro y desde afuera, que intentan indagar ‘el lugar en el no lugar’, ‘el calor en el desamparo’, ‘la privacidad en lo público’, ‘la ausencia en la transparencia’, ‘el cubrirse en la desnudez urbana’, ‘el alumbrarse sin luz’”, señala Cabeza. Un Bicho Canasto, contenedor en cartón recuperado, plegado con interior de frazada y ventanitas de bandejas de plástico, La Crisálida, contenedor con estructura de varillas de hierro de obra recuperadas, unidas por una membrana exterior e interior de plástico autoadherente transparente, y puffs de residuos, entre otros.
Por último, dos uruguayas –Irene Maldini y Fabiana Ardío– pusieron en el tapete otro de nuestros temas al Sur del mundo. El exilio que viven la mayoría de los jóvenes de su país y que ellas replican (una vive en México y otra en Brasil) e intentan aplacar con su In Situ. La posibilidad de moverse, cual caracol o tortuga, con su casa a cuestas. Usando la analogía de la colcha a cuadros conmovieron con una estructura versátil en tejido que en un sublimado tipo estampa recrea el entorno más querido –la fuente de la abuela, el portarretratos familiar o el jean de la adolescencia–. “Los objetos clásicos de nuestra infancia están estampados en los bolsillos de tela, con el intento de olvidarnos de algunas estéticas minimalistas que asociamos al vacío y a la inseguridad. Son objetos planos, de gran carga emotiva, que nos devuelven la seguridad de sentirnos en casa”, señalan.
Alejandro Sarmiento, otro representante argentino en el Safety Nest, aunó algunos de los pensamientos de una mente que nunca para en su Querencia, herradura de contención formada por pelotas de material plástico vinculadas a través de una red poliédrica en su fetiche, el PET. El sentimiento de volver al lugar donde uno nació o fue criado que explica la querencia, pero también la necesidad de crearse un espacio propio, íntimo, en nuestros hogares. Generarse, reconstruirse, un nido con objetos blandos y amigables, domesticado o customizado, donde meditar, leer, pensarse. Un interior donde florezca una nueva naturalidad que respete el planeta como el hogar de todos.
“Un espacio artificial para protegernos de entornos cotidianos compuesto por una estructura simbólica y matérica que busca la unión entre la matemática, la física y la geometría, para producir superficies esféricas blandas de conexión. Este pequeño contenedor compuesto por una red poliédrica formada por una retícula densa que deja pasar el aire y la luz nos devuelve una serie de imágenes del exterior como recuerdo del mundo natural. Las conexiones formales (y humanas) se (re)establecen a través de estas redes en forma de dodecaedro, conformando una estructura autoportante segura, para resguardarnos y escondernos”, explica Sarmiento. También se podría decir que en sintonía con el reciente Elogio a la lentitud de Carl Honoré en el contexto de la muestra, propuso su manifesto No tech no stress, de la mano de un objeto desestresante que pone el foco en el despilfarro de materia prima y en el mal uso de la tecnología.
El brasilero Sérgio Rodrigues ubicó su diseño emblemático, la poltrona Mole (creada en 1957, hoy acervo del Moma) en el útero de su mamá, lugar del cual, según su analista asegura, nunca quiso salir. Mientras que otra brasilera, Jacqueline Térpins, también apeló al útero pero de un modo particular. Creó un laberinto de vidrio –Mil Folhas– con el que intentó una aproximación a la vida intrauterina.
El israelí Ezri Tarazi, quien durante su estadía en Río experimentó una sobredosis de latinidad (se fascinó con la comida, las playas, la música y obviamente las garotas) presentó su Mabool (diluvio en hebreo). Una sala de estar con muebles en metal oxidado colgados por cables de acero y un piso de espejos para representar un diluvio universal de nuestro tiempo. “Construimos arcas con el deseo de anticiparnos, como Noé, a algo que desconocemos, sin saber exactamente qué clase de objeto ejecutar, pero con la necesidad de construir, para el próximo Mabool. Todo es flotante, movedizo, inestable. Inseguro”, señala.
¿Su propuesta? “Hoy no hay que ser ni inteligente, ni fuerte. Sobrevivirán los que sepan adaptarse, los que estén abiertos al cambio. Cuando la gente piensa en su seguridad, piensa en cómo protegerse de cosas del pasado. Hoy se hace indispensable transformar el pensamiento. Yo no sé cuál será mi seguridad futura, pero estoy abierto al cambio.”
De Holanda, Hella Jongerius trajo sus soft shields (escudos blandos), una alternativa pacífica al vestuario de protección que normalmente gira alrededor de estéticas militares masculinas, para provocar miedo. Suavidad y creatividad –neoprene, cuero, algodón y lana– como oposición al peligro cotidiano, para conducirnos, tal vez, al desarme por la belleza.
Por su parte, Crasset mostró su Green Teleportation. Una especie de invernadero hecho de ramificaciones tubulares que evocan, a la vez, el tallo y la fluidez del agua. Embudos que reciben el agua de la lluvia conduciéndola hacia las macetas de flores que albergan plantas perfumadas que emanan fragancias en el aire. Se trata de un sistema independiente y autosuficiente que puede tomar vida en cualquier lugar: un espacio a ser atravesado para proyectarse fuera de lo cotidiano y así inventar una manera para teletransportarse hacia una porción de naturaleza. “Una clairière colocada en el área urbana. Un lugar incontaminado de la naturaleza donde podemos sentir, sea donde sea, un intercambio de sensaciones: la naturaleza ecuatorial en la ciudad europea, el bosque francés en Río”, señala.
Mientras que Tobías Wong, joven promesa canadiense, creó un pentágono mediante la configuración de un sofá poligonal estructurado en secciones unidas por piezas angulares de 108 grados. Asientos y apoyos en MDF, bloques de acolchado en poliuretano, algodón, poliéster, lana y velcro producidos por Niels Sylvester Bensen, que por lo menos por estas latitudes nos dejaron una sensación rara. Frente a la pregunta de si sus propuestas (además del sillón, diseñó alfombras antibalas) eran irónicas, Wong no dejó lugar a la duda: “Es una respuesta al terror que sentimos. Quiero tener control de esto. Si el Estado no me protege, lo hago yo”
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