PATRIMONIO ARQUITECTóNICO EN EL BARRIO DE BELGRANO
La vieja casona de Lucio V. Mansilla en Belgrano sigue en la extraña media agua en la que lleva años. Ya pasó el peligro de que fuera demolida por Macri para hacer torres. También el de dejarla entera pero enanita con torres rodeándola. La casa, vieja sede del Normal 10, es monumento histórico nacional y tiene una custodia paga por la Secretaría de Cultura nacional. Pero todavía reside en las proverbiales nubes de Ubeda porque ni fue comprada ni fue declarada de utilidad pública y pagada. De hecho, su dueño le sigue un juicio al Estado para que se la expropie a precio justo, alegando que al ser monumento no puede venderla a un particular con lo que fue lesado.
En diciembre, los vecinos, los docentes de la nueva escuela –que está a la vuelta–, ex alumnos que se educaron en el caserón, directivos de museos porteños y preservacionistas varios hicieron un simbólico abrazo a la casa (en la foto, el cartel que llevaron). El pedido es que la propiedad salga del limbo y pase a ser propiedad del Estado, nacional o porteño, para ser abierta al público con un fin comunitario.
El edificio fue tasado y todo, pero la jueza Claudia Rodríguez Vidal alarga los plazos y no se expide sobre el tema. El gobierno porteño tiene interés en el edificio, ubicado en una zona con pocos servicios oficiales, ningún museo ni centro cultural. Hasta hubo tratativas con el dueño, que se descolgó pidiendo un terreno en Puerto Madero a cambio del caserón. El tema quedó en la nada.
El caserón era la quinta de Mansilla en aquellos tiempos hoy increíbles en que Belgrano no era un bosque de torres sin planificación, aire ni luz. Barrio de casonas y jardines, Belgrano tenía su lado hacia el sur en que los lotes crecían al tamaño de quintas y Mansilla se hizo una regia residencia italianizante, de las que se usaban como vivienda principal en los meses de calor.
Pese a sus muchos años como colegio, el caserón sorprende por su buen estado. Como suele suceder, el uso intensivo no daña seriamente este tipo de edificios, que se pierden cuando alguno quiere “modernizarlo” e invierte tontamente en estropearlos. Pero la quinta sigue básicamente intacta, con su patio interno de gran lucarna, escaleras amplias y planta antigua. Los jardines muestran más la falta de deterioro, pero son perfectamente reciclables, incluyendo los edificios anexos del colegio, como el encantador laboratorio de química, una casita vidriada que parece salida del Tigre o Calicut. El conjunto está en una tranquila zona barrial, de bajo tránsito y mirando hacia la vía del ferrocarril.
Tal vez este año la lentísima rueda de la Justicia termine de dar vuelta y la jueza se pronuncie. Habrá un precio que se pagará o no, y la casona tal vez se salve, sea restaurada y tenga un nuevo uso. La Nación no se opone a que la ciudad compre y utilice este Monumento.
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