Sábado, 4 de marzo de 2006 | Hoy
La firma Zuber es una de esas empresas antiquísimas que parecen sobrevivir a todas las modas, tecnologías y cambios. Especializada en empapelados, la firma francesa hace muchos años que se dedica no sólo a los metros y metros de papel decorado sino a un arte ya casi completamente perdido, el del empapelado mural. Este tipo de empapelado fue en su momento un reemplazante “barato” de un verdadero mural, pintado a mano por algún artista. Si eso de tener una habitación entera decorada con un fresco tomaba años y un dineral, lo de comprar un sistema de paneles de papel que forman una gran imagen era, digamos, de alta clase media.
Zuber lleva ya unos años reviviendo estos conjuntos pictóricos, creando reediciones que no son réplicas, ya que usan exactamente la tecnología original. Sucede que la empresa conservó los sistemas de cuños de madera con que se imprimían a mano, en prensas especiales, estos murales, con lo que puede republicarlos. En este momento, el taller de Rixheim, Francia, está usando los 1693 bloques de madera con que en 1892 creó un mural, “Brasil escénico”, que sigue resultando estupendo, exótico y bello.
El truco es crear un tompe l’oeil, un efecto de perspectiva que invite a engañarse pensando que uno está viendo una escena real. En este caso, el empapelado tiene un alto pie con frisos decorados con motivos neoclásicos de vasos, putti y guirnaldas, supuestamente colocados sobre un zócalo de mármol jaspeado y rematado con un borde profusamente decorado en oros, con hojas de acanto. Cada tantos metros, se alza una columna del mismo mármol jaspeado, con base y capitel dorados, que sostiene una fuerte moldura vegetal en blanco y oro. Parece que uno estuviera dentro de una galería muy ornada que mira hacia el campo.
Este campo viene a quedar en Brasil, aparentemente en el norte. Lo que se ve es una costa justo frente a un mar lleno de navíos a vela, con una fragata cerca de la playa y varios botes yendo y viniendo, a vela y remo. En la costa, entre las palmeras, se alza una pequeña fazenda donde una dama de falda roja conversa con una criada. Alrededor, docenas de hombres y mujeres, todos negros y probablemente esclavos, tamizan café, cargan canastos, traen ropa limpia, conversan bajo un tingladito de hojas de palmera. Es el final de la tarde y el horizonte está teñido de un amarillo que promete tornarse pronto en rojo.
Esta visión idílica de Brasil está pintada en un estilo realista y académico muy solvente, y es notable la variedad de tonos logrados al imprimir la escena, con un mínimo de diez verdes detectables de un vistazo. No extraña que los bloques de madera con que se lo imprimió y se lo reimprime ahora estén siendo catalogados por el Ministerio de Cultura francés. Esto significa que pasan a ser oficialmente considerados como una obra de arte.
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