CON NOMBRE PROPIO
Desde la etiqueta Manto, Clara de la Torre y Diana Dai Chee Chaug proponen un diálogo entre cultura aborigen y urbana. Cuando el textil habla.
› Por Luján Cambariere
Para muchos el Norte es un viaje iniciático. Ese otro tiempo, espiritualidad, color, espacio, que se mete en el cuerpo y el alma. Donde todo esta tan presente que el mundo parece ordenarse. Clara de la Torre vivió esa experiencia hace diez años viajando junto a su familia y quedó prendada. En ese entonces tenía un local de diseño (Loca Pasión) y se puso a investigar cómo podía vehiculizar eso que sentía. En paralelo Diana Dai Chee Chaug, quien había estudiado arquitectura de interiores y tenía una etiqueta de tejido de punto desde hacía quince años (Glacée), también venía buscando otra forma de trabajar que incluyera nuevos escenarios y procesos. La vida las encontró, se impuso el textil y nació Manto, una línea de abrigos y piezas para la casa –mantas, almohadones– que mixtura la impronta norteña a través de textiles en lana de oveja con formas urbanas y contemporáneas. Una buena forma de poder apropiarse de esa magia en la ciudad.
“Mi primer viaje a Salta y Jujuy fue en el ‘96 y me movilizó mucho. No conocía el Norte y fue un shock. Sentía que la tierra hablaba. Me pareció muy fuerte el contraste. Me pegó mucho la cultura. Entonces tuve la necesidad de conocer y relacionarme más y el tejido fue el nexo de unión”, cuenta De la Torre. “En mi caso, la lana me apasiona desde siempre y vi algo diferente, con historia, distinto a lo industrial, a la moda, a lo más efímero que yo hacía hasta ese momento. Allá todos son mantos, textiles para los costales, las alforjas, las camas. El textil lo usan para abrigarse, pero también como símbolo de cuidados y protección y eso me pareció muy interesante”, detalla Dai Chee Chaug.
“Igualmente eran telas preciosas, pero no te las podías poner, apropiártelas en la ciudad. Una vez más, Clara, a través de sus ganas y pasión, probó cortar, entallar, resaltamos la figura femenina con un corte más urbano y así empezamos en el 2002 con las rayas y el color”, continúa Dai Chee Chaug. El proceso fue largo y en base a fructíferos diálogos. Ellas, “las gringas”, aprenden de telares, ruecas hidráulicas, pero sobre todo de los ciclos de vida que son los que marcan los tiempos del trabajo. Y desde allí, los tejedores valoran el rescate. “Clara se apasionó con la gente y su desafío fue llegar a ellos. Crear ese vínculo”, suma Dai Chee Chaug.
En este momento trabajan con seis familias que tejen en la comunidad de San Isidro, a dos horas de caminata o en mula de Iruya en Salta. Tratan directo con ellos y cuando viajan viven en sus casas. Respetan el textil como sale de sus manos, discuten las tonalidades al pie de la Quebrada y nombran las distintas piezas inspirándose en las culturas inca y maya. “Parte de su riqueza está en dejarlo tal cual es. Respetar los orillos, algo que afuera se valora mucho, ya que denota el trabajo artesanal. Los telares manuales los tienen en su propio terreno. Las mujeres hilan y los hombres tejen. Y éste está siempre sujeto a modificaciones, porque justamente lleva la impronta de quien lo teje. Si esa persona tiene un mal día, se nota en la tela. El tejido lleva una tensión muy precisa. Tenésque estar muy en tu eje. Si no se aprieta de determinada manera, queda ondeado y ésa también es parte de su magia”, relatan.
Para esta última colección que presentaron en el 2005 y ahora en abril viaja a Milán a través de Design Connection by Cienporcientodiseño, toman la goma proveniente de neumáticos usados, la trama de las ruedas en el asfalto y hasta los colores de la señalética de las calles. La inspiración, una vez más, llegó del Norte, de las sandalias de caucho que usan las coyas para andar por la montaña, pero que ellas mixturan en la ciudad. “Verlas caminar en el monte, con sus sandalias y sus atuendos de impecables colores vibrantes, es emocionante. Por eso nos gustó jugar con el paralelismo de esas sandalias de goma caminando la montaña con nuestra huella del auto que es como nosotros recorremos la ciudad”, cuentan. Así nació el concepto Warnes Urbano que suma a los textiles, detalles en caucho –frunces, mallas, apliques–, la estampa, el amarillo de la señalización y hasta del desgaste de las calles y la incorporación para dar elasticidad a las prendas de un original telar elástico (el telar es el mismo pero en la trama colocan hilado de spandex). “Para el usuario es la posibilidad del intercambio con esa cultura que tiene una energía tan especial. De hecho yo venía pensando que hoy me tendría que ir al Norte. El Norte es un rumbo. Cada vez que estoy desaliñada necesito ir allá. Ellos tienen un estar presente en las cosas básicas, diarias, que te hacen ver las cosas verdaderas. Creo que estas piezas transmiten eso. La fuerza de la naturaleza y lo verdadero. Lo natural como algo integrado”, explica De la Torre. ¿Identidad? “No nos gusta apelar a ella como una acción de marketing. Cuando empecé con esto y tuve esa revolución interna, sentía la necesidad de una revalorización de nuestra tierra. Pero hoy siento que la comunicación es otra cosa. Ya está, nos tenemos que integrar. Estamos y somos todos lo mismo”, remata.
Manto: www.mantoabrigos.com.ar 15-5308-0303/15-4446-7263.
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