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Sábado, 29 de abril de 2006

Obras en el interior

Gracias al inquieto escritor, periodista y lector de diarios de todo el país Jorge Cohen, m2 anda siguiendo a distancia algunas obras importantes y algunos problemas comunes al patrimonio en ciudades del interior. La parte triste es que el grado de desprotección y destrucción de edificios valiosos, históricos y bonitos es parejo en toda la Argentina. La parte que levanta el ánimo es que también se realizan obras de restauración y puesta en valor de edificios de primer orden.

Por ejemplo, en Bahía Blanca se comenzó a reparar el magnífico Banco Nación casa central, en Estomba y Moreno, uno de los más espectaculares edificios de esa fina colección que construyó el banco en sus primeras décadas. Ya se sabe que el Nación debe ser la institución con el mayor patrimonio propio y por ende con la mayor capacidad de dañarlo o salvarlo. El edificio de Bahía Blanca es espectacular, un palacio academicista a la francesa con todas las ganas de cumplir las reglas de la architettura parlante. Milagrosamente, cubre entera una cuadra corta frente a una plaza, por lo que no sólo tiene una fachada simétrica sino que no tiene medianeras y sus remates laterales son dos ochavas idénticas.

El edificio arranca con un fuste de piedra gris, luego vienen dos pisos de gran altura rematados en una cornisa ornada que termina de definir un piano nobile. Arriba hay un piso de menor altura –al menos en la fachada– y luego la mansarda. El centro visual y físico de la fachada contiene un portón de hierros ornados con un ventanal encima, conjunto que toma el basamento y los dos pisos del piano nobile. Encima de este gran portón hay ornamentos y, en el segundo piso, ventanas más discretas. La apertura está flanqueada a cada lado por pares de columnas jónicas monumentales, que van del basamento a la mansarda que, justo ahí, se eleva en una linda cúpula de cuatro caras con un elegante ventanal ovalado. En las esquinas hay también cúpulas, más pequeñas y redondas. Es un edificio que respira elegancia y está en un razonable estado de conservación con sus 85 años de edad. El Nación lo limpiará, le instalará un sistema que impida que las palomas aniden y lo ensucien, y lo pintará, lo que no es la mejor idea para un edificio con piel de símil piedra.

Esta buena noticia se hace porque el Nación así lo decidió, ya que Bahía Blanca carece de una ley de protección patrimonial realmente eficiente. Como en tantas otras ciudades, apenas hay un registro de preservación en el que se incluyen edificios votados por el Concejo Deliberante local, en el habitual y lento trámite que sólo sirve para conservar algunas piezas sueltas de particular valor y nunca conjuntos o ambientes. El de Bahía discutía este año preservar la Casa del Niño, construida en 1911 en un amplio terreno de la calle Sáenz Peña como Hotel de Inmigrantes (los barcos de Europa llegaban a Bahía Blanca sin escalas, trayendo sobre todo españoles e italianos). El edificio pasó a ser asilo de niños desamparados en 1933 y todavía sigue, tontamente modificado en aperturas, texturas y demás detalles. Su inclusión en el registro puede hacer que reciba una restauración.

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