Sábado, 20 de mayo de 2006 | Hoy
LICITACIONES
Por Matías Gigli
Todo empieza a desvirtuarse cuando se pretende tener proyectado, licitado, construido y en uso un estadio para el 1º de septiembre. La decisión de tenerlo se tomó tarde, y toda la movida no puede extenderse por más de cuatro meses. La historia vincula la participación argentina en la Copa Davis, en una nueva ronda jugando como local, con la Corporación Buenos Aires Sur como comitente del nuevo estadio. El resultado es la Licitación Pública Nº 18-CBAS/2006 para el proyecto del Estadio Multipropósito en el Parque Polideportivo Julio A. Roca, y la construcción de la primera etapa de la obra, las estructuras y las tribunas para 14 mil personas. Eso sí: a la hora de requerir la documentación, los arquitectos de la corporación no se olvidan de ningún elemento y así solicitan que en el breve lapso de menos de un mes se ejecuten planos tanto en 1/500 como 1/250 y una serie de esquemas para evaluar las circulaciones, las visuales y las capacidades según los distintos tipos de eventos. Además requieren los cálculos estructurales, la ingeniería de detalles, la planificación de la obra, documentos económicos financieros, el legajo técnico aprobatorio y documentos técnicos varios. Como si todo esto no fuera mucho para el poco tiempo que otorgaron, solicitan que en la memoria descriptiva se detallen las pautas estético-paisajísticas que rigieron para los proyectistas, atentas a las condiciones morfológicas, cromáticas y de textura. ¿Y quién va a decidir sobre la calidad arquitectónica de las propuestas? ¿Quiénes serán los asesores y jurados? De eso, ni una palabra. Tampoco saben que existen reglamentos de concursos de anteproyectos, de entidades capacitadas para ocuparse de estos temas mejor que los propios comitentes. Pero la respuesta es siempre la misma: no hay tiempo.
El problema es que no estamos hablando de una empresa privada cualquiera sino de la Corporación Buenos Aires Sur, cuya transparencia en cada acto licitatorio debería ser la mayor posible.
Si sólo fuera una licitación para la construcción, y el proyecto y la documentación ya estuvieran materializados, sería posible analizar con detenimiento el trabajo. Así se hubiera comprado mejor y más barato, y el proyecto arquitectónico –concurso nacional mediante– sería sin dudas mejor. Bueno, acá se está dando todo al revés. El cuello de botella es el tiempo: si no se entrega en fecha, no sirve. Cuando el costo se estudia al mismo tiempo que el proyecto y el plan de trabajos, ¿qué prima? ¿Por qué construir así? ¿Nadie planifica nada? ¿Los arquitectos de la Corporación Buenos Aires Sur no saben decir que con estos tiempos no se puede llegar a buen puerto?
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