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Sábado, 1 de julio de 2006

ETCéTERA

Cosas que pasan

Este mes queda abierto el Premio Braun 2007, para estudiantes de diseño industrial y jóvenes graduados. Esta edición 16 del concurso internacional admite presentaciones hasta el 31 de enero del año que viene, tiene varios premios de 5000 euros y un primer premio de 12.000, a menos que se opte por una práctica con salario de seis meses en la división diseño de la sede central de la empresa. El jurado lo componen Peter Schneider, director de diseño de la empresa; Moni Wolf, director de diseño en Motorola de EE.UU.; Mark Breitenberg, del Art Center College of Design de California, y Udo Milutzki, vicepresidente de Gillette de Alemania. Bases e informes en www.braunpreis.de.

Está en circulación la edición 71 de tipoGráfica, con una nota de David Sless sobre el proceso de diseño del Instituto de Investigación en Comunicación de Australia; un ensayo de Norberto Chávez, un portfolio con los premiados por la revista al cumplir sus veinte años, una curiosa pieza de Gabriela Siracusano sobre el color en la cultura andina, una peculiar nota sobre la historia detrás de una estampilla canadiense y las habituales notas de ensayo y actividades.

Quien ande por Nueva York no puede perderse un par de exposiciones realmente notables. Una es en esa peculiar institución, la Frick Collection, que acaba de inaugurar el primer show norteamericano de ese suizo extraño, intenso y poco conocido que fue Jean-Etienne Liotard, nacido en 1702 y muerto en 1789. Hoy conocido por los especialistas, Liotard fue en sus tiempos un bestseller, próspero y famoso, sin que nadie terminara de entender por qué. Es que en la era del Barroco y la pintura histórica, taponada de símbolos y referencias, él fue un realista a ultranza, un pintor realmente criado en la zona calvinista alemana de Suiza. Dueño de una ironía salvaje, no sólo era de esos pintores que no hacían más lindos a sus retratados, sino que es tal vez el único que se autorretrató feo, viejo y desdentado, como él era, pero muerto de risa. Y ya que estamos en Manhattan, el domingo abrió en el MoMA una enorme exposición sobre el Dadaísmo, que reúne colección propia, de la National Galleries de Washington y del Pompidou de París.

Todavía debe haber gente que cree que la madera no es un material arquitectónico. Si conocen alguno, invítenlo a cliquear en www.scandinaviahouse.org para tener una idea de lo que se está exhibiendo en The Scandinavia House de Nueva York sobre arquitectura finlandesa en madera. En particular, hay que ver la espectacular escalera creada por Jyrki Tasa para una casa frente al mar en 1998, una pieza moderna cargada de belleza y espíritu.

Como para continuar con el tono casi monográfico de esta edición: esta semana fue dedicada al arte étnico africano en París, debido a la inauguración de un nuevo museo, el Quai Branly, dedicado al arte espontáneo de Africa, Asia, Oceanía y las Américas. Como para aprovechar la movida, hubo dos grandes subastas de colecciones privadas de este tipo de arte. Una fue en el Hotel Drouot, que durante dos días vendió la colección del matrimonio Verité, franceses viajeros que reunieron cientos de piezas, muchas de ellas antiguas y de Oceanía. La otra fue en Sotheby’s de Francia, cuando se vendió la colección de tallas africanas reunida durante casi cuarenta años por el marchand neoyorquino John Dintenfass. La colección nació con un viaje a Biafra en 1966, nada menos que para estudiar las técnicas de los curanderos locales. Dintenfass, que con los años se transformó en un galerista de renombre especializado en arte moderno, no paró de comprar piezas hasta su muerte en 2004. Su viuda avisó que lo que se vendió en el remate, que tomó todo un día, es apenas “una minoría de la colección”.

Siguiendo con las subastas: cada remate es un museo provisional, donde se pueden ver colecciones privadas antes de que se disuelvan en otras colecciones, o palimpsestos de objetos que nunca estuvieron juntos. Esta semana se pudo ver la notable biblioteca que reunió Cornelius Hauck, un cervecero norteamericano que murió en 1967, rematada en Christie’s por el Museo de Cincinnati, que lo recibió en legado. La parte de la biblioteca que se vende –el museo se guarda todo lo que se refiere a diseño y paisajismo– es francamente notable. Sucede que Hauck quiso tener una historia completa del libro como objeto, arrancando con tabletas de arcilla con escritura cuneiforme del año 2000 a. C. y terminando con una edición alemana de una obra de William Blake, encuadernada en 1907 en cueritos de ranas. Entre medio hay objetos notables como una agenda comercial holandesa del 1600, que esconde en su tapa interna una brújula de plata y un juego de pesitas diminutas, para pesar monedas, e incluye todavía hoy un fajo de papeles encerados y un cálamo de marfil, para tomar notas grabando el papel .

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