Desde hace dos años, La Boca muestra su vitalidad construyendo un frente de asociaciones civiles para su resurgimiento. Surgió por la preocupación por la degradación del medio ambiente debida al Riachuelo y por la fuerte destrucción de su patrimonio cultural por las demoliciones clandestinas de casas en el tejido del barrio. Estas preocupaciones fueron tomando forma y se materializaron en un proyecto alternativo presentado por la diputada porteña Ana Suppa, sancionado en primera lectura el 6 de diciembre y luego pasado a audiencia pública.

Ahora hay un nuevo frente de conflicto: desde el Instituto de la Vivienda se generó un proyecto puntual, fuera de un plan global que defina el futuro urbano del barrio, un plan de viviendas que toma las tierras vacantes de Casa Amarilla y planifica construir un barrio de alta densidad. La contrapropuesta también es concreta: esas tierras son la única posibilidad de generar un pulmón verde en un barrio con pocos lugares públicos, un acervo único.

Juntamente con la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Morón, otra institución que mostró interés en estos años en generar propuestas para el barrio, se viene generando un trabajo de relevamiento de todos los lotes y casas en estado de destrucción total en La Boca. Se avanzó en un plan de completamiento de la trama para integrar a los nuevos vecinos sin generar un nuevo barrio en los terrenos vacantes.

La idea es respetar el acervo cultural, tomar su morfología existente y organizar un nuevo modo de intervención edilicia que restituya al barrio el continuo edilicio necesario para mejorar los estándares de vida, integrando los distintos niveles socio-económicos sin generar estados de exclusión. Claramente este barrio porteño figura en primera línea a la hora de mostrar al mundo un perfil cultural propio y una historia ligada con la inmigración. La Boca merece una salida consensuada al problema de la vivienda sin perder su único pulmón disponible en Casa Amarilla.