CON NOMBRE PROPIO
El arquitecto y diseñador brasileño Joao Paulo Vexani juega en diversas superficies y con distintos materiales para crear estímulos visuales. Mosaicos y descartes, sus favoritos.
› Por Luján Cambariere
Además de muy joven, no hay dudas de que Joao Paulo Vexani es un ser muy curioso. Estudió arquitectura en la universidad de Jaraguá do Sul, al sur de Brasil, pero ya antes de terminar la carrera comenzó una sociedad que continúa al día de hoy con un productor de mosaicos con el fin de ampliar las posibilidades del material, imprimiéndole a un soporte aparentemente rígido, áspero y frío, movimiento y mayor suavidad. Desde los 14 años realiza trabajos artísticos, sobre todo pintura, por lo que le pareció natural aplicar sus dotes para, de algún modo, darle mayor plasticidad. Grandes paneles, murales, paredes enteras llevan su impronta con la que busca “generar sensaciones”, según él, una de las funciones principales de la arquitectura y el diseño. “Cuentan historias, sentimientos, vitalizan los ambientes, juegan con las luces, los colores, volviéndolos más expresivos”, señala.
Vexani diseña y produce de forma artesanal todo tipo de imágenes (muchas por encargo). Aunque unas de las más bellas son sus mandalas. Esos diagramas o representaciones esquemáticas que el hinduismo y el budismo utilizan para representar el cosmos, pero también señalan como un método de curación del alma a través de la relajación que se produce justamente pintándolas. Diseños con los que él juega pero de forma personal. “Trabajar con formas figurativas o geométricas tiene que ver con algo ancestral, pero yo lo hago a mi manera a través de pensamientos o sentimientos que quiero expresar. No copio ni represento mandalas existentes. Porque además, pienso que las personas ya tienen incorporada esa sensación de bienestar que generan, de sanación, entonces no preciso hacer un diseño que tenga precisamente un significado, sino que yo hago lo que siento y las personas lo interpretan”, detalla.
Cuando comenzó a trabajar con mosaicos también tenía que ver con que era algo accesible y barato. “De hecho los podés comprar de segunda mano, quebrados o sin terminación, porque en mi caso, para trabajarlo símil collage, los quiebro aún más. El mosaico para muchos es esa cosa dura y cuadrada, recta. Pero depende cómo lo trabajes, podés lograr líneas con mucho movimiento, suaves, orgánicas. Como siempre, se trata de dónde posar la mirada”. Además, con el tiempo, Vexani fue viendo que con la misma técnica aprendida del mosaico podía usar otros materiales. Algunos aún más originales, como semillas, frutos o vidrio, aluminio y madera. Y , recientemente, también descartes. Hierros para hacer todo tipo de luminarias como la Torre o tiras de madera laminada descartadas por una empresa de puertas para la Pagé. Además de algunos objetos con materiales más propios de su región como los bancos y pantallas de lámparas con fibra de banana. “Me gusta mezclar, combinar técnicas y materiales, como en las mesas Ohm, que tiene tapa de mosaicos y la base es un carretel de cables eléctricos en desuso con ruedas para que sean aún más funcionales.” ¿El máximo orgullo? “Uno de los trabajos que más me gustan es uno muy simple. El de una casa de playa de una familia, que es una relectura de los bichos del mar, estilizados, lúdicos, de la manera que a mí me gusta verlos y plasmarlos”, remata.
Joao Paulo Vexani:
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