Sábado, 30 de abril de 2011 | Hoy
CONTRATAPA
La ciudad correntina tiene un patrimonio de primera agua y está peleando por preservarlo con un plan realmente notable que generará turismo y trabajo. Mientras, los arquitectos se oponen y una está por cometer un verdadero pecado.
Por Sergio Kiernan
En la ciudad correntina de Goya se está dando una batalla por el patrimonio que es realmente crítica y tiene una curiosidad: los malos son exclusivamente arquitectos. Ni funcionarios, ni especuladores, ni legisladores están rompiendo nada y están escribiendo un nuevo código, generando proyectos de preservación y agitando para frenar el daño. Pero una arquitecta se niega a no destruir un entorno y la filial local del Colegio de Arquitectos anda haciendo lobby por su “libertad” de romper el centro histórico de la ciudad.
Goya es hoy la más pobre de nuestras ciudades de 50.000 habitantes o más, pero todavía está físicamente significada por un pasado mucho más importante. En tiempos federales, la ciudad tenía una ubicación de privilegio en un país que no comerciaba tanto por Buenos Aires y en el que, por lo tanto, los mercados internos y fronterizos eran de mucho más peso. Goya es mencionada por los viajeros de época como un lugar que había que visitar, con comunidades europeas residentes, vida cultural y muchas posibilidades de negocios. Era también un lugar muy bonito, una ciudad construida con garbo frente a un río con islas.
El río, las islas y las casas garbosas siguen ahí, y el centro viejo de Goya es un deleite para cualquiera. De hecho, son un recurso no renovable que ya lo quisiera tener más de un centro turístico. Por eso, vecinos y autoridades están trabajando en un plan para salvar el tesoro y darle a la ciudad nueva vida.
Los dos lugares más amenazados son el Paseo Camila O’Gorman y el entorno del Teatro Solari. El paseo que recuerda a la fusilada es un tramo de la calle Mariano I. Loza que va de la plaza central a la costanera de la ciudad. ¿Qué tiene que ver Camila con Goya? Pues resulta que al fugarse con su curita español, rumbearon para Corrientes y se asentaron en esta ciudad importante, con nombres asumidos y posando de maestros. La calle Loza va de la escuela donde enseñaba la fugada hasta la casa donde vivió, y tiene un punto importante en la vieja casona Perichon, hoy colegio, donde fue descubierta durante una fiesta.
El paseo está muy bien preservado, en particular en dos cuadras más o menos a mitad de camino que, como se ve en las fotos, es una preciosidad. Justo ahí una arquitecta está demoliendo internamente la casa de arquerías pintadas para construir un objeto de dos pisos, estructura de hormigón y frentes de vidrio para locales. A la profesional le han pedido de todos los modos posibles que no lo haga, pero ella se escuda en el código de edificación que permite estas barbaries. El municipio de Goya ya está haciendo modificaciones para preservar el centro histórico y su identidad, pero es tarde para que este acto de tártaros sea detenido.
¿Sabrá la arquitecta que Dios también es arquitecto y enfurece ante estos pecados? Seguramente la señora sólo piensa en su saldo bancario.
Peor todavía es lo que está pasando con el Teatro Solari, en pleno centro de la ciudad. Como se puede ver en las fotos, Atila decidió que dejar un atrio enrejado al frente es un desperdicio de metros. Fue entonces que el huno contrató al peor diseñador posible y “creó” esos locales ridículos, con pedacitos de lo vandalizado pegados encima. Los vecinos se enfurecieron tanto que presentaron un amparo, ganaron la causa y se ordenó la demolición del bodrio y la restauración de los locales. Todavía no ocurrió nada, pero nada. Curiosamente, el Solari es el teatro en actividad más viejo de esta nación y un monumento histórico.
Uno bajo ataque, porque su entorno sigue siendo la calle comercial de Goya, con lo que lo afecta un problema grave de las ciudades del interior: el modelo de calle comercial es Munro o Bancalari. Lo que se ve en la calle Juan Martínez es la tonelada de carteles horrendos y apilados, las casas desfondadas para abrir espacios alquilables, las tolderías infames, las remodelaciones de baja calaña que se comen tantas otras calles comerciales como una tiña feroz. Los vecinos están particularmente furiosos con un señor que construyó el primer piso que se ve en la foto, proyectado sobre la vereda, justo enfrente del teatro.
Esta anarquía despertó el activismo local, única manera de mejorar las cosas. Ya existe algo llamado Proyecto Goya que es refrescante en su sensatez y su capacidad de abrazar cuestiones. Creado por la Fundación Agrupar, el proyecto tiene el apoyo explícito de la Municipalidad, el gobierno provincial, las empresas y hasta algunos mecenas, pero los arquitectos que representan en Goya a la Sociedad de Arquitectos de Corrientes se oponen cerradamente. Es que el proyecto busca proteger el patrimonio edificado y regular lo que se puede construir, algo que paspa a los profesionales acostumbrados a hacer lo que quieren.
El proyecto tiene una gran cordura material, tanta que su subtítulo es “una salida económica recuperando nuestra historia” y define al centro histórico como “la clave de su salida económica”. Es que Goya ya ni figura en las guías turísticas, es un ex lugar –categoría triste de los no lugares– y sólo tiene lugar en la memoria de los pescadores. La idea es generar un atractor en base al patrimonio edificado que cuenta con piezas de primera agua como el teatro, la Sociedad Italiana, la Casa Rivolta, el Club Social, la Casa Araujo y las casonas del Paseo Camila O’Gorman.
Lo que se propone es una tarea a tres años, restaurando, limpiando, mejorando y creando museos y recorridos. El primer paso es crear una legislación fuerte que permita frenar a personajes como la arquitecta del vidrio y el hormigón, cosa que la Municipalidad va a hacer en cosa de semanas. Pero como la piqueta es más rápida que las leyes, el plan propone algo fulminante: “Es importante que el gobierno de Corrientes haga saber a la Municipalidad de Goya y a los responsables de estas nuevas construcciones que si las obras no adaptan sus fachadas al entorno patrimonial, quedarán expuestas a ser declaradas de utilidad pública y a ser demolidas y/o expropiadas para proteger estos conjuntos urbanos de un valor excepcional”. Que es, de paso sea dicho, lo que ocurre en cualquier país civilizado hacia su patrimonio, como Perú y Brasil.
La nueva legislación creará una Zona de Preservación Patrimonial que incluya los edificios y lugares ya descriptos. Las fachadas anteriores a 1940 no podrán ser modificadas y la obra nueva no podrá ser más alta ni tener vanos diferentes a sus vecinas antiguas. Como en las APH porteñas, la cartelería deberá desaparecer y, sueño de sueños, también deberán volar todos los cableríos y los transformadores a la vista. Los aire acondicionados tendrán que subir a los techos o instalarse en los contrafrentes, donde sean invisibles.
Como ancla, se propone la restauración primorosa del Teatro Solari y de las fachadas de su entorno, la creación de un Museo Camila O’Gorman, la restauración de varias casas de su entorno, la reposición de adoquines y la semipeatonalización de varias calles. Y algo notable: que tres edificios de entre dos y cuatro pisos que rompen el conjunto del Paseo O’Gorman sean expropiados y demolidos... El proyecto hasta hace los números del costo final, la manera de financiarlo y las fuentes de asistencia técnica para los trabajos.
Una gran inversión que puede poner a Goya de nuevo en el mapa, darle trabajo y ponerla como un ejemplo de madurez y cultura.
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