–¿Por qué la secretaría toma la iniciativa de apoyar la artesanía? ¿Qué potencialidad le ven teniendo en cuenta nuestro contexto país?

–El trabajo artesanal es un oficio y, a la vez, es una genuina expresión cultural. Más aún: en nuestro país, la realización de artesanías resulta muchas veces un modo legítimo de cuentapropismo para quienes no logran insertarse en el mercado de trabajo formal. Con el programa Identidades Productivas nos propusimos impulsar varias dimensiones de este proceso. Por un lado, aquella que relaciona al productor y al consumidor con toda una gama de tradiciones locales que deben ser preservadas y, al mismo tiempo, renovadas con otros aportes técnicos y estéticos. Por otro lado, la puesta en valor de las habilidades de creadores cuya autoestima y reconocimiento son fundamentales para la construcción de una ciudadanía democrática.

–¿Qué otras cuestiones le parecen fundamentales del proyecto?: ¿la cuestión de la identidad? ¿La producción?

–El tema de la identidad es muy complejo. El programa trata, en efecto, de fomentar la diversidad cultural y, simultáneamente, la identidad nacional. Sólo que la unidad en la diversidad es más fácil de enunciar que de realizar, como lo muestran los fuertes debates actuales acerca de temas como el multiculturalismo. En todo caso, un elemento decisivo que nadie discute es que el reconocimiento del otro como un igual resulta condición necesaria para una democracia inclusiva. Y a esto apunta el programa, además de lo dicho antes.