Un lenguaje arquitectónico popular
Fragmento de uno de los textos de Ramón Gutiérrez para el libro que acompaña la muestra “Italianos y ticineses en la arquitectura argentina”.
Es interesante constatar que mientras otras corrientes migratorias, como las alemanas, suizas o polacas, mantenían algunos rasgos y las respuestas tecnológicas de sus arquitecturas rurales de origen, la migración italiana en pocos casos acusó una transculturación directa de sus tipologías. Una excepción quizá puedan ser los “focolares” friulanos que se realizaron en la Colonia Caroya (Córdoba), respuesta que por otra parte no reiteran migrantes de la misma procedencia en sus colonias de Resistencia (Chaco), Avellaneda (Santa Fe) y Formosa.
Como contrapartida, estos inmigrantes italianos, incluyendo a multitud de maestros ticineses, formulan estos códigos formales de una arquitectura de fachadas (muchos de ellos serán exclusivamente “frentistas”, transformando antiguas edificaciones) que hegemoniza la producción arquitectónica popular de la segunda mitad del siglo XIX.
Este lenguaje “italianizante” que reconoce ciertas respuestas próximas en la región sur de Italia fue sin embargo realizado por migrantes procedentes de todas las regiones de la península, lo que señala su auténtica singularidad como conformación de un léxico formal unitario que identifica la procedencia de sus protagonistas.
La distancia entre estos “cucharas” italianos y los arquitectos de esa procedencia está signada sobre todo por la escala de las obras. Los códigos formales no manifiestan susceptibles variaciones, aunque se esboza en los arquitectos un lenguaje más ortodoxo de las premisas clasicistas. Podemos ejemplificar esta distancia entre los niveles que alcanzarían maestros como Nicolás y Andrés Grosso y los arquitectos Francisco Pinaroli o Juan Col en sus obras de la provincia de Corrientes o el constructor Remigio Mazzuchelli y el arquitecto Italo Méliga en Rosario.
Si bien muchos de los profesionales italianos de esta “migración calificada” provienen de los centros formativos del norte, como la Academia de Brera (Barassi, Besana, Broggi, Colombo, Donati) o los Politécnicos de Milán (Caravatti, Tavazza) y Turín (Col, Morra, Censi, Perrone), no faltarán los graduados en Padua (Menegazzo, Micheletti), Fermo (Gino Aloisi), Roma (Alula Baldassarini), Bologna (Francesco Tamburini, Ettore Bacci) o Nápoles, como el ingeniero Luis Andreoni y Pablo Scolpini.
Otro conjunto importante de “arquitectos” italianos será el de los pertenecientes a órdenes religiosas, particularmente los franciscanos menores y de Propaganda Fide, entre los que cabe recordar a Luigi Giorgi en Salta y Catamarca, a Filiberto Bocchio en Corrientes, y a EgidioGiavedoni en el Chaco y el norte santafesino. Posteriormente, el salesiano Ernesto Vespignani (1861-1925) hará una dilatada tarea en casi todos los países de Sudamérica.
Modalidad habitual de trabajo para los “maestros” fue la formación de empresas constructoras que realizaban las obras diseñadas por los ingenieros y arquitectos italianos. Algunas de ellas, como las de Luis Sessarego y Volpe-Gaggero en Entre Ríos, los Candia y Máspoli en Rosario, Ferruccio Togneri en Buenos Aires, Emmanuele Migani en Cuyo o las de Baldassarre Zani en diferentes regiones de Argentina, alcanzaron gran producción.
Diversos testimonios de comienzos del siglo XX están contestes en señalar la temprana influencia que tuvieron los arquitectos Nicolás y su hijo José Canale (1833-1883), oriundos de Génova, en la formación del gusto italiano en la arquitectura de Buenos Aires. Entre sus obras algunas se permiten la trasgresión tipológica tan notoria como realizar un templo de planta central próximo al diseño del Panteón romano (Inmaculada Concepción en Belgrano, 1865) y el plano del poblado de Adrogué (1872) con diagonales y edificios públicos sistematizados. Tuvo también relevancia su formación de discípulos, particularmente la de Juan Antonio Buschiazzo (1846-1917), quien continuaría con su estudio profesional y sería autor de numerosas transformaciones urbanas en la Ciudad de Buenos Aires.
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