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Sábado, 25 de septiembre de 2004

El patrimonio moderno en peligro

Por Ramón Gutiérrez
Recientemente una reunión realizada en Buenos Aires organizada por diversos grupos profesionales manifestaba su preocupación por la pérdida del patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno. En otros países de América, como en Brasil, hay un fuerte movimiento de recuperación de los valores de la arquitectura del siglo XX. Entre nosotros el tema ha tenido manifestaciones esporádicas y casi siempre actuando como “bomberos” cuando el incendio o la destrucción ya estaba en marcha. Tal fue el caso de la destrucción de los silos de Puerto Madero que habían sido ponderados por Gropius y Le Corbusier y ahora cuando todos lamentamos el reciente incendio de la “Casa del Puente” de Amancio Williams, en Mar del Plata, cuya declaratoria de Monumento Nacional no fue un impedimento para el vandalismo y la desidia.
En nuestro país son muchos los ejemplos modernos que están en riesgo de ser afectados por una falta de conciencia de la población sobre sus valores. Parecería que para que una obra tenga valor patrimonial se requiere que tenga más de un siglo de antigüedad y por ende nos despreocupamos de aquellas que no reúnen este requisito. Tal el caso de las casas del arquitecto Virasoro en la calle Agüero, una de las cuales fue recientemente desafectada de protección o el Centro Cívico de Bariloche (Monumento Nacional) que será afectado en su contexto paisajístico si prospera un lamentable Centro de Convenciones que se quiere colocar a orillas del lago Nahuel Huapí.
En otras regiones del país, como en el Noroeste, también hay edificios en riesgo que requieren acciones preventivas de importancia. Tal el caso del Hospital de Niños de Tucumán, una obra pública del arquitecto Eduardo Sacriste, una de las figuras más ponderadas de la arquitectura argentina del siglo XX, al cual se le pretende adicionar una obra nueva que distorsiona el diseño original. En la misma ciudad, el Mercado realizado por el arquitecto Alberto Prebisch espera una adecuada refuncionalización. En Salta las obras del arquitecto Eduardo Larrán, otra de las figuras claves del movimiento moderno en el interior del país, pueden correr serios riesgos de transformación y destrucción, particularmente el Banco del Noroeste (1977), un ejemplo de creatividad espacial y tecnológica. Allí un espacio único de notables valores y una compleja estructura antisísmica con vigas de gran luz y sin columnas, se compatibilizan con detalles de calidad como el aislamiento acústico de sus paredes medianeras con un tratamiento cuidadoso de ladrillos diseñados por el ceramista Ingeborg Ringer.
Parece oportuno que las provincias comiencen a reconocer su patrimonio del siglo XX y que los Colegios de Arquitectos tomen una activa participación junto con las entidades provinciales y nacionales dedicadas a la tutela de la arquitectura que testimonia la huella del siglo XX en nuestra cultura.
Somos conscientes de que en esta tarea de preservar este patrimonio lo haremos también con obras de quienes han destruido contumazmente otros patrimonios culturales. La mejor manera de demostrarles su ignorancia o incompetencia es justamente ayudando a defender aquellas obras que merezcan ser resguardadas, con independencia de las diatribas de quienes piensan que los patrimonialistas estamos equivocados porque, según ellos, nos somos “modernos”. Somos modernos sí, pero de nuestra propia cultura, y respetuosos de todas las modernidades históricas, inclusive las del siglo XX n

* Arquitecto, director del Cedodal

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