Jue 24.06.2004
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MODELOS DE ADOLESCENTE SEGUN LAS CANCIONES DE LA TELE

La música que miran todos

Activistas lights, clásicos remozados en tempo bailantero y fórmulas trilladas para el romanticismo componen el último boom de la temporada: el CD salido de la TV. Ahí están, si no, “Frecuencia 04”, “Floricienta” y “Los Roldán” para comprobarlo.
os ex Guns se asustan con el bueno de Scott y sus problemas de drogas? Por supuesto que no; como para asustarse tratándose de quienes se trata.

POR JULIAN GORODISCHER

“Amo, siento, odio, grito, busco...” No para nunca, y después dice que salta, canta, cae, se levanta, así todo el tiempo, en irrupción repentina del adolescente maníaco a las bandas sonoras de la tele. El es especial, apasionado, siempre hiperadjetivado como corresponde al universo de las pasiones. Los chicos de Frecuencia 04 recrean todos los mitos del pibe romántico en fuga a “lo natural”, pero introducen la novedad: la veta política para proponer el cambio social que quite a la trama rosa su tufillo de frivolidad. Dirán, como eternos incomprendidos: “Ya no compro tus largos sermones/ sólo escucho algunas canciones”, parecidos a una Lissa de Bandana, ahora que impostan la mordida y el chasquido con los dedos para importar el mondo-rap. Fundan una radio clandestina en el boliche, y se emparentan a Justin o a Beyoncé para no estar tan demodé.
"Todo depende de vos/ es el presente/ y somos la gente...” (de “Sigamos”, en Frecuencia 04). Los temas componen un largo monólogo que podría expresarse de este modo: no planifico, irrumpo, hago todo porque sí, no medito, y por sobre todas las cosas soy ¡intenso! Cristalización de las ideas más trilladas de una juventud ideal: la música de la tele apela a fórmulas siempre fijas, no rodea, va directo al grano: “Voy a hacerte soñar”, con la frontalidad del que te mira como un tigre desde la fotito y reinaugura el pop combativo post-Gamberro. Desde que el dúo de Escalera a la fama posó con la remera de Lenin, todos quieren rozar la política, introducir la clave “cambiemos la Argentina” gracias a la rima fácil: “En este mundo garrón, vos sos mi salvación” (...) La diatriba antipolítica rinde mucho: “Escuchá este canto, prendé tu radio, tu sintonía”, dice “Mi viejo me contó”, extrañísimo hit que atribuye a la tira juvenil el motor para un cambio social. El activista light nunca descuida el aspecto, mira fijo como un galán (en la portada del CD), es rubio y divino, pero agrega la frase rapeada para un remate: “Y nuestra Nación/ debe soportar la humillación...”. Adolescentes formateados dicen cosas importantes, y lo que se escucha es el nacimiento de un sentimental que hace la defensa del empeño y se instituye como ser tocado, “aunque esa rara enfermedad se cura con el tiempo”, escribe Carlos Mangone en “Los jóvenes de la tele”.
“Llegará a buscarme/ en una carroza blanca...” (de “Por qué”, en Floricienta). Florencia Bertotti estrena faceta de cantante (a veces ayudada por la profesional María Cristina de Giacomi) y apunta que el amor deberá expresarse sin metáforas, con los giros más obvios y desmedidos, con la pasión del copión o del fan: todo ha sido dicho. Entonces, el CD de Floricienta se enorgullece de su trivialidad, recrea todas la formas del cuento de hadas, como en la trama de la tele. “El sol volverá a salir, la luna será blanca...”, como un poema escolar apenas inspirado en la lectura del cuento infantil. Este es el mundo de la mucama-niñera que busca un príncipe, abonando al ideal del refrito. El disco no desentona: “Sin ti ya no hay vida”, con fondito de balada para llorar, construye una extraña coherencia que hace tiempo no se veía en un programa. Que todo suene a viejo, que cada imagen se sienta como ya vista pero no una sola vez. Floricienta, en música y letra, es la defensa enérgica de la repetición seriada, la insistencia sobre un modelo televisivo que siempre aportará aun adolescente retro: romántico, baladista, al borde del abismo pero rescatado justo a tiempo.
“En mi barrio yo soy Roldán/ en mi barrio se la pelea” (de “El pibe Roldán”, en Los Roldán). Barrial y seguro de sí mismo, el pibe Roldán (Facundo Espinosa) canta como hablando y dice que no tiene careta, que le sobra el aguante, y que el vigilante es el otro, el rico. Otra vez, los discos de la tele se enamoran de la mística de la pobreza, ese territorio donde los chicos y las chicas son más buenos, más francos y más auténticos. El machito junior canta como un “Matador” pero no tan grave, y se cuida de no hacer metáfora social. El pelea, apenas, por una chica. Es celoso, respeta a sus mayores y ostenta muchas cualidades: fiereza, calentura, y amiguismo, pero corte rasta en el pelo para diferenciarse. Reivindica el territorio y descree del ascenso social; es, apenas, un infiltrado. “En mi barrio, se me respeta”, otra vez, como el que anticipa un final con retorno al origen. La piba Roldán (Lola Berthet) prefiere la apropiación a la melancolía: entonces recicla viejos clásicos de José Luis Perales y Camilo Sesto al ritmo de la cumbia, con vocal alargada y gallo hecho a propósito, copando el disco con más y más covers que devuelven masividad al “Conociéndote” de Banana Pueyrredón, y fomentan el clown musical, con muchos gestos y mohínes para disfrazar el desafinado. La piba Roldán añade estribillo amoroso al ritmo bailantero, corre a la cumbia del canon y se convierte en la pegada de este invierno musical. ¿Presentación en vivo? “A eso no me prestaría –dice muy segura Berthet–. Es mi límite.”

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