Jue 31.03.2005
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LOS CONDIMENTOS DEL ROCK INSULAR

Invasiones galas

Stereophonics, Manic Street Preachers y Super Furry Animals forman parte de una explosiva combinación musical que participó –desde Gales– de la creación del pop-rock británico. Gorky's Zygotic Mynci, John Cale y Sasha también son ingredientes necesarios para comprender el fenómeno. Ahh... y por cierto: el nuevo baterista de Stereophonics nació en Barrio Norte, se llama Javier Weyler y habla, por primera vez para un medio argentino, sobre cómo llegó a sentarse en el corazón de la torta galesa.

POR YUMBER VERA ROJAS Y ROQUE CASCIERO

Stereophonics

La Patagonia es tan galesa que ni la princesa Diana en vida lo podría creer. El encuentro entre los de Cymru y los tehuelches en 1865 dio origen a una fabulosa reciprocidad cultural de la Argentina. En el Sur, el mundo aborigen coexistía con el idioma de Dylan Thomas, que se volcó en la voz bajo la que nacieron las ciudades de Dolavon (prado del río), Trelew (pueblo de Luis) o Trevelin (pueblo del molino). El festival de Eisteddfod, la torta negra y el té galés constituyen el folklore regional. Los Stereophonics no se imaginan lo cerca que están de acá, aunque la interacción alcanzó un rasgo de consanguinidad transatlántica con la inclusión de su nuevo baterista, el argentino Javier Weyler. “Richard (bajista) y Kelly (voz y guitarra) son de un pueblo del Sur de Gales que se llama Cwmaman. Su percepción de venir hasta Londres para hacer música es la misma que tengo yo y los latinos en general. Podemos ver la mentira a kilómetros de distancia. Nos basamos en el feeling de las personas, y ellos también porque al final no son ingleses. En ese sentido, somos muy parecidos. Aunque estoy tratando de latinizarlos: les di el otro día para escuchar el Artaud de Spinetta y Robi Draco Rosa”, asegura la reciente adquisición del grupo británico.
Terruño de los míticos activistas radicales Meibion Glyndwr y del Quince del Dragón, País de Gales recibió un par de veces al baterista argentino. “Estuve tocando y firmando autógrafos. No noté muchas diferencias entre Inglaterra y Gales, al final son muy parecidos. De hecho, cuando pasás en auto no existe una separación ni nada por el estilo. Sabés que estás ahí porque hay un cartel que te lo advierte. El acento es jodido. Ellos tienen su propio dialecto. Por eso los signos de señalización están en galés y en inglés.” Junto con los Manic Street Preachers y los Super Furry Animals, Stereophonics es la banda representativa del actual rock galés. Sin embargo, son mínimas las disimilitudes entre las propuestas inglesas y las galesas. “Se entremezclan muchísimo porque cuando estás estudiando el Reino Unido, pensás en todo el Reino Unido. Lo que varía es la oferta de la banda. No hay una bandera nacionalista. El brit-pop fue una especie de calcomanía que le pusieron a la música de acá. Pero de eso se habló en los ‘90, con Oasis y ese tipo de bandas. Hoy día no existe como tal. Stereophonics surgió poco después y sobrevivió a las modas y categorías.”
Language. Sex. Violence. Other? es el nuevo disco de Stereophonics. Si bien ofrece la innata estampa pop rock del trío galés, esta producción bordea el desenfreno del indie rock. “Este quinto disco es el más rápido. Es reminiscente del primer y segundo álbumes, pero a la vez asoma la experiencia de más de diez años de trayectoria. Y tiene mucho de eso porque el disco anterior era más variado, coqueteaba con el soul y el blues, y éste se concentra en una sola línea. La manera en que lo hicimos fue muy instantánea. Había mucha buena onda en el estudio a la hora de grabar. Dejamos a un lado la perfección, y tratamos de capturar la performance. Esto surgió por varias cosas, y es que ellos estaban tocando con David Bowie en los Estados Unidos y tenían que hacer shows de 45 minutos, y obviamente trabajaron con el repertorio más rápido para ganarse a una audiencia ajena. Kelly estuvo componiendo los temas con guitarra eléctrica, y eso le dio un sonido más indie. También tener un nuevo integrante cambia la dinámica en un trío. Cuando hicimos el disco no nos importó un carajo nada. Fue bastante privada la manera de grabarlo. Eramos nosotros tres, el ingeniero, que fue el coproductor, y el asistente.”
El nombre del disco lo tomaron del código de clasificación que se encuentra en el reverso de los DVD. “Fue una cosa muy casual, estábamos mezclando el disco y no teníamos un título. Buscamos uno que aglomerara todo el álbum. Nos llamó la atención que la vida se categorizara en esos tres renglones. El interés de la gente está basado en cuánto sexo, cuánto lenguaje y cuánta violencia puede haber en las noticias, en los films, enla televisión y en todo. Por eso pusimos el signo de interrogación, para dejar la pregunta abierta, a ver si es sólo eso o hay más. Esas palabras connotan muchísimos significados y las canciones algo de eso tienen.” Pese a la consecuencia de su obra, Stereophonics no pudo posicionarse del todo entre la gran masa de público. Quizás ésta sea su chance. “Este disco tiene un appeal más universal. Creo que puede llegar a más mercados. Queremos tocar en Latinoamérica. Ahora es número uno en ventas acá y en Irlanda. Debutamos superbien. La banda siempre fue exitosa, pero no tuvo un reconocimiento masivo a nivel mundial. Existe el mito de que los grupos británicos tienen que reventar en los Estados Unidos para poder alcanzar la fama, y creo que Stereophonics todavía no llegó a esa instancia.”
Tras la salida del baterista Stuart Cable de Stereophonics, Kelly y Richard invitaron al ex The Black Crowes, Steve Gorman, para que ocupara su lugar en los conciertos. No obstante, antes de entrar a grabar las maquetas de su nuevo disco, el binomio optó por llamar a Weyler, a quien conocieron mientras se desempeñaba como ingeniero de sonido en Londres, para que formara parte del grupo. “Fui a estudiar ingeniería de sonido a Inglaterra porque mis influencias musicales siempre fueron más británicas. Ahora me estoy sintiendo increíble. Es superbizarro meterse todas esas cosas en la cabeza. Puede ser un poco peligroso. Hago música con el corazón. A veces me pellizco para ver si esto es cierto. Se siente superbien, y es supernatural. Estar acá ahora con estos tipos y conociendo a bandas gigantes y artistas importantes, y que la gente esté haciendo cola para conocerte, es increíble. Una cosa es soñar con un grupo cuyos afiches tenías pegados en la pared, y otra es ser parte de eso. Estoy digiriendo muchísimas cosas porque la velocidad con la que trabajamos es vertiginosa. Lo disfruto mientras suceda.”
Aunque Javier nació en la Argentina, su fogueo lo adquirió en Venezuela. En tanto que hace un stop en la grabación de los B-Sides que acompañarán el lanzamiento del próximo corte de Language. Sex. Violence. Other?, del otro lado del teléfono, en Londres, el sentimiento es Caribe, con algunas vueltas porteñas, y la verborrea escupe palabras como “arrechísimo”, “finísimo”, “de pinga” o en ocasiones el aquí en vez del acá. En Caracas, mientras formó parte, durante los ‘90 y comienzos del nuevo milenio, del prolijo trío de pop rock Claroscuro –con el que grabó un demo y dos LP–, no había quien no lo mentara, al también periodista y responsable del proyecto unipersonal de breakbeat y drum’n’bass Capitán Melao, como Javito. “Cuando anunciaron que era el baterista nuevo, tuve que explicar de la forma más sintetizada quién era. En Europa se estila mucho que cuando te preguntan de dónde eres se refieren al lugar donde naciste. Resulta un poco complicado explicarles que nací en la Argentina, me crié en Venezuela y tuve una banda allá. Si bien nací en la Argentina, todo lo que sé musicalmente se lo debo a mi experiencia en Venezuela. Pero escuché rock argentino toda mi vida y tengo cualquier cantidad de cosas argentinas porque nací ahí, y pasaba muchos meses cuando era chico. Toda mi familia, excepto mi mamá que vive en Venezuela, está en la Argentina.”

Manic Street Preachers

Es cierto que el tiempo todo lo cambia, pero hoy en día cuesta reconocer a los Manic Street Preachers. Porque esos tipos que nacieron como “Terroristas Generacionales”, siempre dispuestos a soltar consignas políticas inteligente, que se ponían más maquillaje que Florencia de la V y que tenían un vestuario que hubiera envidiado Ziggy Stardust, ahora son rockeros maduros que entregan el disco más pop y clean de su carrera: Lifeblood. “Para mí es nuestro disco más melancólico, aunque es cierto que hay momentos de melancolía pop”, concede al No el cantante y guitarrista James Dean Bradfield. “Como todo lo que hicimos, es el trabajo de una banda de rock con cierto costado pop. Y la característica de este disco es la melancolía, con canciones como 1985 o Cardiff Afterlife”.
–¿Qué les pasó? ¿Por qué tiene este espíritu el disco?
–Es natural perder la rabia cuando uno crece, y reemplazarla por más elocuencia y más gracia. Cuando Nicky (Wire, bajista) me dio las letras para este disco, quise que la música fuera igual de elocuente que las palabras. Quería cantar más y gritar menos. Es algo bastante simple, tiene que ver con los estados de ánimo. Quizás en el próximo disco tenga otra vez ganas de gritar, pero esta vez me sentí así cuando vi las letras. Y si las letras tenían semejante gracia y elocuencia, supongo que hubiera sido un error tratar de ensuciar el sonido.
Pocas bandas han tomado posturas políticas tan fuertes como los Manics, que, entre otras cosas, fueron los primeros rockeros angloparlantes en tocar en Cuba. Lifeblood descoloca porque, en un momento en el que se podía esperar que el trío entregara manifiestos anti-Blair o anti-bélicos, las referencias son siempre al pasado. “No siempre hablamos de política en nuestras canciones”, se ataja Bradfield. “Hay gente que piensa que nosotros somos unos motherfuckers pomposos. Yo disfruto leer, pensar y hablar sobre política, pero no creo entenderla totalmente. Leo cuatro diarios por día, el Guardian, el Times, el Independent y el Daily Telegraph, y lo disfruto mucho. Cuando sos joven, tenés más empuje; pero cuando crecés, empezás a pensar en entender cuál es la verdad sobre las cosas en lugar de cuál debería ser.” El cantante y guitarrista repasa las motivaciones de las canciones más políticas del álbum: “The Love of Richard Nixon, por ejemplo, habla sobre cómo él cometió uno o dos errores y va a ser recordado por siempre por eso. Y sobre cómo podés hacer un montón de cosas buenas en tu vida y quizá ser recordado por tus errores. 1985 habla sobre la huelga minera y sobre el modo en que Margaret Thatcher destruyó muchas ciudades de clase trabajadora. Y Empty Souls... Todas las generaciones tienen momentos definitorios: en los ‘60 fue JFK, en los ‘70 la huelga minera inglesa, en los ‘80 la guerra de las Malvinas, en los ‘90 el Muro de Berlín y en esta década el 11 de septiembre. Y la canción trata sobre dejar de lado los alegatos acerca de lo que hizo Estados Unidos y meterse con la muerte en sí misma, porque es el momento definitorio de nuestra generación. Creo que lo más difícil es comprender la muerte”.
–¿Sus convicciones políticas han cambiado?
–Hemos sufrido una decepción con el modo en que se “reporta” la política. Vivimos en una era en la que todas las preguntas son incriminatorias y en que ninguna respuesta es suficientemente buena. Cuando la gente hace una pregunta no le preocupa si la respuesta es verdadera o falsa, porque ya tiene su propia idea. El debate fue reemplazado por la sátira. El debate trata sobre hechos; la sátira, a través del humor, simplemente provee de la respuesta que la gente quiere escuchar.
–Hace poco se cumplieron diez años de que su compañero Richey James (el compositor en los primeros discos) desapareció sin dejar rastros. Y Cardiff Afterlife debe ser la canción en la que más claramente hablan de ese tema doloroso.
–La escribimos porque creemos que cuanto mayor distancia se tiene con un evento, mejor se lo comprende. Por eso sentimos que era el momento para escribir esa canción porque hay mucho mito y muchas opiniones alrededor de Richey, y, en definitiva, no hay mucha gente que lo conociera del modo que lo conocimos nosotros. Hay mucha gente que quiere convertirlo en un icono o lo que sea. Y la canción habla sobre el hecho de que vos te hacés amigo de alguien, o te casás o lo que sea y, cuando lo hacés, aceptás a la otra persona con sus lados buenos y malos. Cuando te hacés amigo de alguien, lo aceptás a pesar de sus faltas. Y la canción es más eso que la versión cinematográfica del mito de Richey.

Super Furry Animals

“Algunas bandas son víctimas de su propio éxito, pero no hemos tenido muchas chances de que eso nos pase. Nunca fuimos la clase de banda que puede vender masivamente. Empezamos tocando para cuatro personas en un pub de Cardiff y constantemente nos sorprendemos de encontrarnos frente a públicos de más de diez tipos”, dijo en el 2003 Gruff Rhys, cantante y guitarrista de los Super Furry Animals. Y, aunque exagere, tiene algo de razón: el quinteto es demasiado freak (¿demasiado galés?) como para vender de a millones. Lo cual no deja de ser una injusticia, porque los SFA tienen un notable manejo de las melodías heredado de los Beatles y los Beach Boys, un espíritu aventurero en el que se cruzan (más por intención que por sonido) Velvet Underground y el Brian Eno de Roxy Music, letras movilizadoras, y un personalísimo universo sonoro y visual (con los simpáticos monstruos creados por el artista Pete Fowler).
La banda debutó en 1996 con el brillante Fuzzy Logic, sólo para superarse un año después con Radiator. Eran los años del brit-pop y resultaba más fácil engancharse con las peleas y los riffs del tándem Oasis/Blur, pero quienes descubrían a los SFA no podían sacarse de la cabeza canciones como God! Show me Magic y The Man Don’t Give a Fuck. El quinteto es mutante, pero nunca baja la calidad: Guerrilla, Mnwg (cantado en galés), Rings Around the World y Phantom Power sorprenden, inquietan, provocan, enamoran. Los últimos dos tuvieron edición argentina, igual que la reciente compilación Songbook Vol. 1, un adecuado primer paso para quienes recién se adentran en el mundo de los Animales Súper Peludos.
Este año, mientras se publicaba el primer disco solista de Rhys (Yr Atal Genhedlaeth, en galés), los SFA en pleno terminaban de mezclar su séptimo disco en Río de Janeiro. El álbum fue grabado en Cataluña, pero fue el productor Mario Caldato (Beastie Boys, Molotov) quien sugirió terminarlo en Brasil. La banda aceptó encantada. Y, por fin, después de varias visitas, pudo ver un partido en el Maracaná. El disco, que saldrá en mayo, todavía no tiene título, pero sí se sabe que contará con temas cantados por el guitarrista Huw Bunford y el baterista Daffyd IeIeuan.

Gorky’s Zygotic Mynci

Sus canciones son una oda lisérgica al Mabinogion –colección de historias tradicionales galesas–, con pequeños muñequitos amarillos y bordós de voces elásticas corriendo por inmensos parajes verdes y medialunas distorsionadas con sentido del humor. Ese espacio permitió que los Gorky’s Zygotic Mynci se transformaran en la primera gran sensación del indie pop galés de los ‘90. Ni hablar, psicodelia a full reminiscente del The Pet Sounds, con contracciones progresivas propias de The Soft Machine, instancias folk habitué de los Fairport Convention y el dulce sabor de Donovan. Debido a que los padres de los chicos cultivaban las ancestrales costumbres de su cultura, el grupo supo incorporar esa sensación a su música. Incluso alternan sus temas entre el inglés y el galés. De sus nueve discos, sólo el fantástico Spanish Dance Troupe y el precioso The Blue Trees se conseguían en las disquerías locales.

John Cale

Aunque tenía una larga trayectoria como músico clásico y vanguardista, la historia de John Cale cambió cuando llegó a Nueva York: allí conoció a Lou Reed y juntos formaron The Velvet Underground, una de las bandas más influyentes de la historia del rock. Pero Reed echó al galés después de dos discos monumentales, aunque poco vendedores (The Velvet Underground and Nico y White Light/White Heat), así que él se dedicó a producir a los Stooges y a Patti Smith, y a una errática carrera solista con picos como Fear. Tras la reunión de TVU en 1993, Cale hizo dos shows muy buenos en el Coliseo. Además de grabar discos como Hobo Sapiens, en los últimos años escribió una honestísima autobiografía llamada What’s Welsh for Zen.

Sasha

Nadie, ni siquiera en su natal Bangor, lo conoce como Alexander Coe. Sin embargo, las principales pistas no paran de vibrar cuando Sasha se coloca tras las bandejas. Embajador del progressive house, el DJ y productor galés alcanzó el reconocimiento británico cuando fue llamado para pinchar como residente en el prestigioso club Renaissance en Mansfield. Allí conoció a John Digweed –con quien tocará el próximo 9 de abril en el Southfest Buenos Aires–, y juntos se convirtieron en una de las duplas más temibles del dance de los ‘90. Remixador de Pet Shop Boys, Simply Red, M People y UNKLE, fue el primer DJ en tocar en el estadio Luna Park en el 2003. Su nuevo disco, Fundación, promete rescatar el espíritu de los maravillosos Global Underground: San Francisco y el Global Underground: Ibiza.

Historias de agite

Acá y en la Isla de Bretaña, en el Oeste está el agite. Pese a que País de Gales encierra uno de los movimientos de rock más chicos del Reino Unido, allá todo lo que brilla es oro. Y no necesariamente tiene que ver con el luego anglicanizado mito alquimista de Merlín sino con la espontaneidad de la impronta sonora de sus músicos. Si bien Stereophonics, Manic Street Preachers y los Super Furry Animals constituyen en la actualidad la piedra angular del rock galés, los de la tierra del Iaith y nefoedd (La lengua del cielo) participaron también casi en un plan de obrero ferroviario de perfil modesto, en la construcción de la tez del pop rock británico. Desde la creación del skiffle como respuesta al rock and roll estadounidense, con Eric Griffiths, quien luego compartiera con el triunvirato Lennon-McCartney-Harrison en el prehistórico The Quarry Men, comenzó la avanzada. Proveniente de The Squires, el Tigre de Gales, Tom Jones, le dio vuelta a la historia con su himno It’s Not Unusual en 1965.
La afinidad con los de Liverpool tomó nuevamente rumbo, a finales de los ‘60, cuando los otrora The Iveys se transformaron en los príncipes del power pop: Badfinger, y pasaron a formar parte del sello Apple Records. En la transición de una década a otra, John Cale, desde el vamos, se transformó en el hombre-vanguardia de Gales. Activista del under, hijo de un minero de carbón y de una maestra de escuela, mutó de los garageros The Primitives a sus majestades desfachatadas The Velvet Underground, para iniciar después una trayectoria en solitario y algunos proyectos junto a Brian Eno, Bob Neuwirth, Terry Riley y La Monte Young en Dream Syndicate.
Ya en los ‘70, Man originó toda una plataforma sonora desde los pubs, que atravesó las texturas progresivas y psicodélicas de Pink Floyd para luego tomar forma hasta hoy de banda de rock duro. A finales de ese decenio, Bonnie Tyler, la misma del hit mufa de los ‘80 Total Eclipse of the Heart, daba señales de su particular voz carrasposa (la que la llevó a ser llamada la “versión femenina de Rod Stewart”). En el alba de los ‘90, de la mano de Catatonia y los Gorky’s Zygotic Mynci, el pop galés tuvo un touch local, al que seguidamente se sumaron los Super Furry Animals y sentaron las bases de un indie rock de carácter criollo. Al mismo tiempo debutaron los Manic Street Preachers y, un poco más tarde, Stereophonics, mostrando quizás un lado más afín a las cadencias de Manchester o Londres. En la electrónica, sin duda, de los oscuros, industriales y ambientales,el exponente es el cerebro de Lustmord, Brian Williams, y en el palo del dance, los dos nombres son Sasha y DJ Heaven.

 

 

 

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