Jueves, 9 de marzo de 2006 | Hoy
CRONICA DE UN SHOW EN PARIS
Por M.B.
En las calles de París había unos carteles que los anunciaban sin bombo, aunque las revistas los tenían en su portada. Era por la flamante salida de su disco Don’t Believe the Truth, que presentarán mañana en Buenos Aires. Los hermanos Gallagher tocaban en el Olympia parisino, donde azarosamente estaba este cronista. Era muy cerca de la estación Opera, una zona bien turística, aunque a esa hora, las 20.30 del 23 de mayo de 2005, apenas quedaban unos cuantos ingleses. La antesala del Olympia tenía acento británico por donde se la viera. Había demasiadas jarras de cerveza helada y amarilla, a un costo de cinco euros. ¿Estaba yo en París? ¿O estaba en Londres? No, era París nomás. Las reencarnaciones de Caín y Abel iban a montarse una buena aventura. Luego del instrumental Fucking in the Bushes, el combo entró con los arpegios melancólicos de Turn Up the Sun. Era simpático verlos pelearse como dos hermanos que no quieren hacerlo en público, pero es inevitable: es curioso que Noel Gallagher se hiciera del grupo a fuerza de guitarras, coros, arreglos y la producción, pero le “cediera” el lugar de frontman central a Liam. Esa pelea que les ha dado prensa, aun más que sus canciones propiamente dichas, al menos si hablamos de su último disco. Se sabe: nacieron en 1993 y estallaron en el ‘94. Fueron “la revelación”, la “esperanza”. Pero fue un estallido tan grande, que tuvieron que capear el temporal del único hit. Esa noche parisina apelaron a los vestigios de lo antiguo con Morning Glory, pero siguieron con Lyla, de su álbum reciente que se aprecia verdaderamente bien después de los 100 decibeles. En la batería estaba Zack Starkey, hijo de Ringo Starr (como para asegurarse el trono en la descendencia de la realeza rockera), haciendo Mucky Fingers a todo lo que da. Liam y Noel apenas se miraban: observaban el vacío hacia delante, acaso relojeaban a su público para ver si estaba allí, para ver si podían seguir con su puesta en escena. Oasis era el mito viviente, tenía que hacerle honor a la leyenda: tal vez con un Wonderwall eléctrico, Champagne Supernova o Don’t Look Back in Anger. Pero la leyenda estaba en tierra hostil. La verdad es que nadie aplaudió demasiado. Incluso la prensa francesa escribió: “Los cinco mercenarios del rock inglés decidieron volver a visitar rápidamente Supersonic sin olvidar Gin & Tonic”. Y ya... Si Caín y Abel hubiesen hecho una banda de rock, tal vez le hubiesen puesto un poco más de sangre.
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