2 > MANUAL DE AUTOAYUDA PARA EL ROCKERO INDEPENDIENTE
Pese al efecto post Cromañón, no todo está perdido para el rock independiente. Se concentró el mercado, innegable, pero los músicos tomaron conciencia de la utilidad que implica organizarse. Hay trabas reglamentarias contra la libre expresión, pero circulan ideas más claras sobre los derechos de los músicos, sobre cómo exigir y qué ceder a la hora de organizar una fecha. El NO acompaña el “hacelo vos mismo” y brinda herramientas de supervivencia.
› Por Cristian Vitale
Minuto cero del rock. ¿Qué hacer? Emprender con cierta seriedad una banda de rock implica tener conciencia de que existen muchos palos en el camino. Con talento, vuelo y creatividad, hay medio proyecto resuelto; pero el resto necesita una hoja de ruta que aliviane el sendero. ¿Cómo encarar la economía de un grupo? ¿Qué tener en cuenta para ensayar sin apremios? ¿Cómo elegir estudio de grabación? ¿De qué manera grabar en casa? ¿Cómo equiparse? ¿Cuál es el valor de planificar? ¿Qué tener en cuenta para el diseño de tapas y láminas? ¿Cómo difundir un disco? ¿Dónde tocar sin que te destruyan el bolsillo? Estas son incógnitas cuyas respuestas pueden evitar muchos contratiempos. Los de MIA y Los Redondos iniciaron el camino, y no vale la pena desperdiciar la experiencia. Aquí va el recetario.
La sala de ensayo es la unidad básica del rock and roll. ¿Qué hacer si tu papá no es un Macri que te pone un morlaco arriba del otro para que ensayes al lado de Cerati? Estrategias de supervivencia hay miles, pero el nudo es uno: la plata. Elemental. La sala se puede alquilar, montar en alguna habitación casera, o pedir prestada... pero en todos los casos hace falta un plafón monetario. A las fuentes, entonces. El lugar común da positivo en este caso: el famoso pozo indie. Hay que llenar la cajita abstracta como sea: aportando un diezmo rockero —pongamos un 10 por ciento del sueldo propio—, conseguir amigos o parientes filántropos que donen o presten sin intereses (onda, “¿no tenés una moneda pa’l bajo?”).
Otro paso súper importante es manejar los recursos con honestidad. Una opción sería, como dice el Pato Agüero de Razones Conscientes, “no tocar el pozo” a menos que se venga el mundo abajo. Y hay otras: invertir lo justo y necesario, planificar gastos, llevar un control preciso sobre ingreso y egreso de dinero. “En nuestro caso tenemos un abono mensual por cantidad de días y horas de ensayo con horarios fijos. Eso nos ayuda mucho a no perder la regularidad de ensayos y también es una forma de estar bien organizados”, sostiene Mariano Vázquez, guitarrista de Duendes Negros.
La gente de Nikita Nipone, por caso, suele dividir gastos y ganancias en cinco partes iguales. “Si bien esto a veces genera roces debido a que ciertas personas creen trabajar más que otras, la equidad aplaca la discordia por el dinero, que suele ser el principal motivo de separación. Las cuentas claras conservan amistades.” Atenti a lo que dice Leo Pi, ex Octubre Rojo. “A nadie le sirve llevarse 20 pesos de un show (se la gasta en birra), pero 100 mangos para una banda pueden significar la guita para alguna movida que genere un manguito más.”
Ahora sí. Tema sala. Los militantes más fervorosos del garage defienden la idea de armar una propia. Una habitación 4 por 4, buen aislamiento acústico —paredes gruesas, telgopor, alfombras, colchones, etc.— y listo: hacelo vos mismo. Pero no siempre se puede. Nikita Nipone la tiene hace cinco años, y bien equipada. “Fue un trabajo de hormiga conseguir mejores equipos comprando y vendiendo instrumentos o equipos en el sitio DeRemate.com o realizando intercambios.” Otra buena, si es que no hay sala propia, la tira Nan, de Ritcher: “Alquilar una sala vacía para poder ensayar con el equipamiento propio y tener más tiempo”. El problema sería: ¿cómo bajar los precios? “No siempre las marcas caras son las mejores, hay que recorrer casas de música y buscar precio: hay cosas usadas en buen estado que siempre van a estar más baratas. Siempre hay que saber rodearse de gente que esté metida en el ambiente para saber dónde, cómo y cuándo comprar”, clarifica Rana, de Timmy O’Tool. Sergio Chotsurian, de los Natas, sugiere conseguir los equipos más grandes, viejos y usados posibles para ahorrar pesos. Y la opción Schanzenbach es la más jugada: “Los instrumentos que utilicen no tienen por qué ser importados y caros; se le puede sacar sonido a un palo con cuerdas si se tiene las ganas”.
Una vez que la banda tiene sala, instrumentos, autoconfianza y algo de plata, el frente es el disco. ¿Qué hacer? En principio, la gran UMI. La Unión de Músicos Independientes tiene convenios con pymes que abarcan todas las instancias de producción: imprentas, estudios, diseño, duplicadoras, etcétera. “A través de la Unión se bajan los costos de edición a la mitad”, informa Nan. Y, de paso, se avispa a los músicos sobre un montón de tramoyas mercantiles. Recurrir a la UMI termina en tasar el CD a un precio ético. Nikita Nipone editó mil veces Duro con ellos y logró agotar la tirada, porque el precio no le rompió el bolsillo a nadie. El plan UMI marcha con fritas pero, claro, hay que llevar material grabado. Gran dolor de cabeza si no se planifica bien.
Dado el monumental avance tecnológico, no hay por qué grabar el disco completo en un estudio. Con una PC en condiciones, software afines —el acid house permite grabar por pistas— y una buena placa de sonido pueden resolverse muchas cosas. “Lo más complicado de grabar en casa es la batería, porque hacen falta muchos micrófonos”, cuenta Leo Pi. La voz del millón sugiere grabar la parte gruesa en un estudio casero o prestado —gran ventaja temporal para demear sin perseguirse— y reservar lo más fino para un estudio profesional. El solista Valerio Rinaldi dice que produce el 70 por ciento del material en su casa (guitarras, bajo, teclados y samples). Después graba las baterías en un estudio “semipro” y la voz en un estudio digital “pequeño pero de buen audio”. Otro dato importante para penetrar en el estudio es el temple colectivo. “La banda tiene que ser un relojito para poder tomar baterías y bajos juntos. No hace falta internarse en un estudio caro. En uno barato se pueden hacer cosas muy buenas”, tira Rana.
Entrar al estudio con el material bien ensayado automáticamente ahorra horas del alquiler. Fabián Leroux, bajista de Resistencia Suburbana, propone ensayar las canciones en el mismo orden que se pondrían en el disco y ser conscientes del presupuesto “para evitar ideas alocadas”. Christian Trobo, bajista de Duendes Negros, aconseja preproducir el disco en una portaestudio casera. Y su compañero Mariano Vázquez afina un detalle que suele pasarse por alto: la distribución de horas destinadas a la grabación. “A todos nos pasó grabar muy relajados, pero tener que mezclar 12 canciones en 2 días con resultados por debajo de lo esperado.” En sintonía, Chotsurian de Los Natas advierte que se puede grabar un disco bueno en cuatro días “sin boludeces de por medio”. El paso a paso es pedir presupuesto en muchos estudios, medir a conciencia el impacto “de mercado” que podría tener el material —para no tirar discos de sobra— y no salir a buscar al mejor masterizador.
Tras la edición, el paso hormiga es otra alternativa. Tirar pocos discos, venderlos en los recitales y, con la recaudación, encarar una tirada más seria. ¿Y la tapa? “Recomiendo adecuar el diseño gráfico al presupuesto, no irse al carajo con el re-librito sino hacer algo que sea lindo pero sin tanta pompa. El diseño es conveniente hacerlo uno mismo”, dice Pi. Diego, de Sancamaleón recuerda que las tiradas chicas (200, 300 CDs) encarecen el precio de las tapas y por eso sugiere hacerlas todas juntas y después “llenarlas” con tiradas parciales. Checho, de los hardcore-punk de 720º, extrema márgenes. Para él, fabricar un CD a esta altura de la piratería es un sinsentido. “Tenemos un CD serigrafiado que no tiene nada que envidiarles a los fabricados y hacemos la cantidad que vamos precisando según los shows.” Apunte: el Corel Draw es “el” programa para diseñar en casa.
Los sellos también son una historia. Blues Motel, vieja banda stonera, fue y vino mil veces. Adrián Herrera, su guitarrista, vive para contarlo. “Cuando estábamos por Malbec —cuarto disco— no había ningún sello que pudiera garantizarnos más de lo que podíamos hacer por nuestra cuenta: nos grababan el disco, lo fabricaban, lo ponían en disquerías, pero no teníamos nada en cuanto a la difusión. Y justamente eso era lo que necesitábamos, porque todo lo demás podíamos hacerlo. Lo mejor es no desesperarse en buscar sello y editar material lo más rápido que se pueda para ir creciendo en los shows. Una compañía sólo sirve si te viene a buscar y vos podés poner condiciones.” Pety, cantante de Riddim, aporta una mirada ideológica: “El camino más fácil es firmar contratos con los 3 o 4 tipos que manejan el monopolio de la música. Pero terminás siendo más de lo mismo, poco creíble y desapareciendo en poco tiempo. No es nada gratificante que tu arte sea propiedad de este sistema y que gente que no conocés decida por vos”. Suma: una vez editado el CD, bolsito lleno de discos —a la Aldana— y salir a patear disquerías. O conseguir una distribuidora indie que no se quede con la parte del león.
Tema candente después de Cromañón. Moski, de Las Manos de Filippi, exige la reapertura inmediata de todo el circuito under. En eso está la UMI, con su movida legal en pos de más espacios para tocar. Pero, ¿qué hacer mientras tanto? Buscar lugares alternativos es clave: clubes, plazas, fiestas privadas, cines barriales, sociedades de fomento, centros sociales, casas clandestinas, galpones. Cualquier espacio puede ser empleado para montar una escena. Proyecto Ezquizodelia tocó varias veces en la florería Savia de Palermo. Otra es inventar circuitos. “En el Gran Buenos Aires hay muchas bibliotecas populares que nos han recibido con amabilidad”, refiere Vigna, el poeta cantor. Otra cosa a tener en cuenta: horarios alternativos. Luciano Napolitano recomienda tocar en espacios verdes y cambiar de horario. “Los domingos después de la mañana está bueno”, dice a lo Pappo. Y Pi, igual. “Hoy un sábado a las 21 es horario súper central. Se terminaron esos recitales para cocainómanos que empezaban a las 3 de la matina.”
Tema boliches. Dadas las condiciones de seguridad que exige la nueva normativa, se profundizó una costumbre endémica: pagar para tocar. Andrea Alvarez lanza una mirada utópica. “Me gustaría que nadie toque y entonces todo bajaría. Pero con tal de tocar los músicos hacen cualquier cosa, pagan si es necesario o aceptan arreglos que no son serios. Eso hace que determinados tratos sigan existiendo.” Pero la realidad a veces indica otra cosa. Leroux, más moderado, plantea que “después de Cromañón es imposible que el dueño de un boliche no haga valer su condición de ser de los pocos que tiene abierto un lugar de expresión. Algo justificable, ya que los inspectores te exigen tantas ridiculeces que el que logra abrir algo lógicamente lo hace valer”. ¿Y entonces qué? Parece que una táctica es desensillar hasta que aclare, con algunos resguardos. “Si querés tocar en boliches caros, no queda otra que acatar sus condiciones, con la gran desventaja de tener que cobrarle a tu público más caro que lo habitual. Son fechas más difíciles de organizar, pero te permiten tener buena prensa, buen sonido y seguridad”, afirma Herrera.
Consejos y sugerencias extra: “No dejarse boludear con cláusulas o gastos de último momento, que el bombero sea pagado por el lugar” (Chotsurian). “Lograr el control absoluto de la puerta del boliche” (Vázquez). “Evitar acuerdos leoninos con sonido e infraestructura pobre” (Rinaldi). Y la mano de un ex Redondo, Sergio Dawi, para cuando los tiempos cambien: “Que todos los pequeños pasos estén emparentados con el disfrute... si claudican en esa premisa, perdieron. Esperar lo mejor y prepararse para lo peor. No aten con alambre”.
Todo lo anterior cuesta el doble si no se aplica la gran Roberto Carlos: tener un montón de amigos y así más fuerte poder cantar. Bizarreada al margen, cuando lo individual se subsume en lo colectivo, el beneficio se multiplica. Organizar fechas con muchas bandas, compartir equipos, instrumentos e infraestructura, conectarse con grupos del interior para intercambiar fechas. Esto es “cooperativismo rocker”, amigos. “Relacionarse con respeto, claridad y sin boludeces. No aprovecharse de la otra banda, animarse y llamar por teléfono para comunicarse entre todos y compartir”, resume Chotsurian.
Nikita Nipone suele organizar fechas con grupos afines (Sancamaleón, Doris, Bicicletas) con el fin de, además de convocar mayor cantidad de gente, dividir el trabajo de promoción y prensa. Resistencia Suburbana también hace de las juntadas un hábito. “Abaratás los costos de sonido, flete, publicidad y, de paso, te conoce el público de otra banda”, sostiene Leroux. Otro punto inesquivable es derribar la fórmula Charly: ningún demasiado ego. “Sáquense el rockstar de encima. Apoyo a full la unión de bandas y géneros. Tolerancia y flexibilidad, amigos”, apuntala Moski. Nicolás, baterista de Zanahoria, alienta a bajar los decibeles y no esperar resultados a corto plazo, evitar que el ego “nuble la vista” cuando sucede un pequeño éxito y “no ser amarretes con datos que sirvan a otras bandas”. Gambetear la competencia es otra manera de sostener el bien común. ¿Cómo? Contesta el experimentado Miguel Cantilo: “Evitando la maldita competencia que pregonan los medios de difusión a través de concursos, rankings, eliminatorias y certámenes que son aplicables al deporte, pero no al arte”.
Hacia dentro, el operativo antiego también es clave. Dice Nan: “Es importante darles a todos los que participan el derecho a voz y voto, pero eso trae aparejado el compromiso con ese voto que dimos y por lo tanto la necesidad de “actuar en consecuencia”. También estar atentos a la gente que te rodea. Pety cuenta que una de las decisiones más acertadas de Riddim fue rodearse de amigos para trabajar: “Un amigo que conocés hace 20 años es difícil que quiera sacar tajada. Juan —nuestro actual manager—, Gabriel —nuestro asistente de escenario—, Rolo, son amigos con los que jugamos al fútbol desde los 12 años y nos ayudaron desinteresadamente en los peores momentos. A veces hay gente que se acerca con buena onda, pero eran lobos vestidos de oveja”.
A esta altura del rock, Sadaic es paso obligado cuando el disco sale del horno. Un tranco previo es registrar el nombre de la banda (el Rey Caníbal gate fue el último escándalo, cuando dos bandas se peleaban por el mismo nombre). Cuesta 100 pesos y se hace en el INPI (Instituto Nacional de Propiedad Intelectual). Después sí, directo a Sadaic —Talcahuano y Tucumán—, si querés cobrar los derechos por tus canciones. Diego Boris, actual presidente de la UMI, se ofrece como guía. “En Sadaic se cobra el derecho de autor. Todos lo tienen que saber, es el salario de los compositores. El dinero sale de muy diversos lados: las actuaciones en vivo, la utilización o difusión de una canción en televisión o radio, y del depósito de derechos de ejecución, que es el importe que el músico tiene que pagar para poder editar un disco replicado profesionalmente. El mínimo es declarar 300 copias a un precio de venta mayorista de 6 pesos. Eso da aproximadamente un depósito de 148 pesos.”
—¿Qué hay que hacer para cobrar en Sadaic?
—Cada una de las canciones debe registrarse en Propiedad Intelectual ($ 16) y luego declararse en Sadaic ($ 1), y la obra queda de por vida a nuestro nombre. Una vez registrada una canción por lo menos hay que inscribirse como compositor en Sadaic (pago único de $ 76). De esa manera, se genera una cuenta a tu nombre donde se acumularán los derechos de autor recaudados. Otro dato: para recuperar el derecho de autor de las actuaciones en vivo, hay que censarse como intérprete en Sadaic (trámite gratis) y luego pasar planilla de todos los lugares donde tocás, identificando las canciones y los compositores. Sadaic paga cuatrimestralmente.
—¿Y en Capif?
—AADI-Capif cobra fundamentalmente cuando se utiliza música grabada en discotecas, radios, televisión, quioscos, supermercados, pubs. Una vez descontados los gastos administrativos, el 67 por ciento va para AADI, y el 33 por ciento restante a Capif. En AADI cobrás si grabaste como instrumentista o cantante en un disco. Podés inscribirte llevando los discos editados profesionalmente donde figure tu nombre y el instrumento tocado. Se pagan una sola vez cinco pesos y luego se pasa a cobrar semestralmente. AADI liquida de acuerdo con las planillas de difusión de las radios. Dato: Capif tiene que distribuir entre todos los productores, incluido los independientes, algo que no informó como correspondía en los últimos 32 años. Este dato era prácticamente desconocido para los músicos autogestionados hasta este año (leer Revista Unísono Nº 4).
Para empezar
Unión de Músicos Independientes: www.umiargentina.com
Sadaic: Talcahuano 612, Capital Federal.
AADI-Capif: Hipólito Yrigoyen 1628, 6º piso.
Instrumentos
Fa Music (nuevos y usados): www.famusic.com.ar
ZZ percusión (de percusión): [email protected]
La Bisabuela: [email protected]
Salas de ensayo
Orbital: [email protected]
Alberdi: [email protected]
Equis: www.salasequis.8k.com
Sala - Estudio
Taller Urbano (sala y estudio): [email protected]
Acertijo (Sala Estudio): [email protected]
Replicación de CDs
Masterdisc: [email protected]
Estudios:
El Cangrejo Records:[email protected]
Orion: www.estudioorion.com.ar
Afro: [email protected]
Galápagos: www.estudiogalapagos.com.ar
Merchandising:
Lee Chi: [email protected] - [email protected]
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