ORGE, UN MILITANTE DE LA CAUSA CANNABICA
"Alguien lo tiene que decir"
Al frente de un trío dub-triphopero bautizado inequívocamente The Ganja Brothers, el hombre se propone expandir su mensaje, sin temor de causas penales. Acusa al sistema que impone una única visión del consumidor, eventual o no, y sostiene que “si se tuviera la planta en casa” no habría lugar para medicamentos ni demás productos químicos.
› Por Santiago Rial Ungaro
“¡Ja!” Orge se ríe
de una manera alegre y violenta, como un mutante. De hecho, es un hombre vegetal
por decisión propia. Orge es gordito, petiso y pelado. Poco le importa
la intención del entrevistador de hacer hincapié en su faceta “artística”
(canciones, trayectoria o los Ganja Brothers, el grupo que lo acompaña
desde su regreso a Buenos Aires). No. Si bien Orge puede recordar divertido algunas
anécdotas de su rica biografía y contar que aprendió a leer
a los 3 años y que a los 7 contestaba preguntas sobre dinosaurios en “Odol
Pregunta” o que a los 8 fue a ver “Adiós Sui Generis” pero
hay un tema que no puede eludir. Si hay algo que define a Orge es su historia
con la marihuana, la ganja que une a la hermandad que forma con Sergio Pappi y
Dj Blue, otros dos defensores de la causa. De hecho, este año Orge cumple
25 años como predicador de las bondades del cannabis. Hay otro hecho, asegura,
que marcó en forma indeleble su vida: “Empecé a leer a Artaud
a los 8 años. Y mucho no entendía, pero a medida que fue pasando
el tiempo lo fui entendiendo un poco más. Toda esta información
me la pasaba mi primo Claudio Lurman, desaparecido. Algo de su lucha y de su idealismo
está en mí”. Hoy en día, Orge se puede sentir orgulloso
de haber cumplido con el imperativo ético que proponía Artaud como
deber del poeta (“de atacar el espíritu público de su época”).
Figura del under porteño desde los ‘80 y artista marginal aún
en el 2000, Orge piensa y dice lo que piensa: “La condición esencial
para que un artista sea masivo es que no haga pensar. Tal vez suene demasiado
grandilocuente, pero yo tengo la intención de hacer pensar un poco a la
gente”. Con esta idea en la cabeza, uno de los nuevos temas de Orge es “España
No”, un largo recitado en el que describe a la sociedad española como
ultraconservadora (el título original del tema es “España no
folla”) y racista y que arenga a quedarse en el país. “Lo que
quieren en España, lo que les hace falta son esclavos, brazos jóvenes
para poder mover toda la maquinaria. Pero si no tenés todos los papeles
vas condenado a ser un esclavo del siglo XXI. España no es el paraíso.”
De cualquier manera, su experiencia europea (pasó 1 año y medio
en Amsterdam y otro tanto en Madrid y Barcelona) parece haber sido muy productiva
a nivel artístico. Su estilo de decir (mezcla de rap criollo con recitado
tanguero a lo Tita Merello) parece haber alcanzado la madurez, que se conjuga
a la perfección con las bases de Dj Blue –uno de los únicos
músicos negros argentinos, que dispara los ritmos, hace scratch y suele
pasar música antes y después de cada show– y de Sergio Pappi
-multiinstrumentista que también maneja la PC, sólido y experimentado
bajista. Con sabor rioplatense y olor jamaiquino, la mezcla de dub y trip hop
que caracteriza a los Ganja Brothers tiene fuerza y elegancia, con forma y contenido.
El autor de “España No” podría escribir un tratado sobre
la relación entre el cannabis y los géneros musicales surgidos en
la segunda mitad del siglo XX en la isla: “Primero, en los 60’s fue
el calypso y el mento, después llegarían el ska y el rock steady.
En esta entonces el cannabis pegaba menos porque estaba medio cañamizado,
era más salvaje. A principios de los ‘70, cuando Jamaica se independiza
aparece el reggae roots, que es más lento y es el sonido que los Wailers
hicieron conocer a todo el mundo. En ese entonces la marihuana ya se empieza a
hacer para exportar. Y a mediados de los ‘70 y principios de los ‘80
aparece el dub, que es todavía más lento y más profundo que
el reggae. Y coincide con otro cambio de la marihuana, porque se empiezan a usar
semillas holandesas y a plantar indoors, en sus casas. El dub es el reggae más
influenciado por la modernidad, el que más influencia ejerció y
el más amplio: tenés desde Lee Perry hasta Asian Dub Foundation”.
“Si vamos a Jamaica tenemos que hablar de Haile Selassie I, y tengo que andar
diciendo ‘Selassie I’, y todo eso es una reverenda pelotudez... No creo
que el rastafarismo sea una religión, lo veo como una moda. HaileSelassie
era un dictador como Videla, un facho hijo de puta, que se comía crudos
a los opositores. Y la verdad es que no me cabe andar rezándole a un tipo
así. Lo que sí es cierto es que el reggae es la música del
porro: el bajo te perfora las tripas, la batería va sincopada, la guitarra
es como una percusión. Jamaica fue un elemento de resistencia cultural
y la ganja en este sentido fue un elemento vital: la palabra ganja es el término
más antiguo que existe para llamar a la marihuana”, sostiene.
Recuerda que “hace 23 años, cuando me enteré de la existencia
del rastafarismo y de las canciones de Marley me hice dreadlocks. No existía
la MTV ni nada de eso. Cuando yo iba por la calle por Lanús, las madres
escondían a sus hijos al grito de ‘¡ahí viene!’.
Era el cuco. Ahora tener las dreadlocks es fashion”. Sobre su militancia
cannábica, no sin ironía, Orge dice que “es una causa. Pero
espero que no sea una causa penal”. Y remata: “Te lo digo a vos que
trabajás en un diario: si un fiscal o alguien me hace juicio por apología
del delito lo que hay que hacer es poner bien grande en el diario el nombre de
esa persona, porque seguramente será porque tenga algún negociado.
Creo que alguien lo tiene que decir. Hace 3 años yo me tuve que ir del
país por todos estos asuntos. Y cuando llego ¿con que me encuentro?
Con la cumbia villera ¿y qué dice? Lo que el establishment quiere
escuchar: que si te drogás sos villero, que si te drogás vas a salir
a poner caño, vas a salir a matar gente y vas a ir preso. El sistema tiene
una capacidad muy grande y muy perversa para decodificar todo y usarlo según
le convenga. Ya pasó con el punk, y con el hippismo. Lo que más
combate este sistema es la imagen del usuario de drogas responsable. Alguien que
hace su vida normal, tiene su trabajo y usa eventualmente sustancias ilegales
para diversos fines, y que no tiene absolutamente nada que ver con el cuento de
que el que se droga lo hace para autodestruirse. El que realmente lucra con las
drogas no es el usuario que se fuma un porrito. Y no hace falta legalizarla: es
un producto tan fácil de plantar en tu propia casa, que es lógico
que la industria farmacéutica tenga miedo a que eso sea aceptado por la
sociedad. Es mucho lo que se pueden perder en venta de somníferos y demás
porquerías que no se usarían si tuvieran esa planta en la casa”.