NOTA DE TAPA
Con la salida del flamante Icky Thump este 19 de junio, los “hermanos” Jack y Meg White revalidan credenciales de basureros sónicos. Después de las vacaciones de Jack con The Raconteurs, la pareja demuestra que la química sigue intacta, y que por más que se lo pregunten muchas veces, los Stripes no van a dejar de tocar... y los Raconteurs tampoco.
› Por Roque Casciero
“¡Botellero! ¡Botellero! / ¡Miren todo esto! / ¿No lo querés? / ¿Estás seguro de que no lo querés? / Es sólo que, estas cosas que no querés, ¡yo puedo usarlas! / ¡Meg puede usarlas! / Podemos hacer algo con ellas, vamos a hacer algo con ellas.” Jack White suena maravillado ante el espectáculo de lo que otros desechan: como Adrián Dárgelos en Ciegos por el diezmo, el cantante de los White Stripes sabe muy bien lo que nadie quiere y ya empezó a juntarlo. La canción se llama Rag and Bones y es una de las trece que componen Icky Thump, el sexto álbum de los White Stripes, con salida estipulada para el 19 de este mes. Y Rag and Bones es muy demostrativa del espíritu de este tipo que se vio convertido en un epítome de lo cool cuando lo único que quería era revivir cierto blues antiguo y dotarlo de algunas ideas refrescantes. “Pensé que los botelleros eran tipos interesantes”, le dijo a la revista canadiense Dose. “Me gustan los coleccionistas de basura, porque soy uno de ellos. Pienso que la metáfora tiene más y más que ver con los compositores y la gente creativa: en realidad, nuestro trabajo es coleccionar basura, tomar los problemas de los demás y hacer algo hermoso con ellos. Eso se convirtió en nuestra temática para muchas de las cosas de este disco.”
La misma tapa del álbum tiene que ver con encontrar las flores en el basural: Jack y su “hermana mayor” Meg (su ex mujer, en realidad) aparecen vestidos con trajes bordados con lo que parece una tonelada de botones. ¿Una excentricidad más de estos tipos acostumbrados sólo a usar sólo ropas rojas, blancas y negras? Bueno, en todo caso, no sólo de ellos: se trata de una tradición centenaria en Gran Bretaña, los Pearly, que usan esa clase de ornamento en sus vestimentas. “Alguien me mandó una postal de una reina y un rey Pearly, y dije: ‘Guau, ¿qué corno es esto?’. Mi mujer me explicó qué era. Es algo hermoso. La historia es que un mercader encontró un montón de botones en una orilla, después de que un barco se hundió, y los cosió todos a su vestimenta. Puede que sea verdad o no...’”
El nombre del disco también tiene algo de rescate extraño: se trata de la deformación de una frase coloquial (“ecky thump!”, una especie de “la pucha”) que se usa en el norte de Inglaterra, de donde es oriunda la esposa de White, Karen Elson. Nada raro en los Stripes, por supuesto. Sucede que, como un botellero o como el mercader del cuento, el señor White lleva una década dándoles nuevos significados a elementos de la cultura anglosajona que habían quedado juntando tierra y telarañas en rincones poco transitados. De allí sacó Jack la idea de un blues punk bien sucio, minimalista y agresivo, con tanto de Son House como de los Stooges (y hasta de Led Zeppelin). ¿Quién podía imaginar que el mundo enloquecería con esos arcaísmos en una época en la que todos parecían correr detrás del nuevo gadget electrónico?
Sin embargo, la banda que Jack formó con la que entonces era su mujer se convirtió, casi de la noche a la mañana, en mimada de la prensa británica con su tercer disco, White Blood Cells. Su popularidad estalló con Elephant, especialmente con la canción Seven Nation Army, que hasta fue usada por los italianos para festejar la obtención de la última Copa del Mundo. Después de un trabajo más hermético como Get Behind Me Satan y de las vacaciones de Jack con sus Raconteurs, los Stripes regresan con un gran álbum, en el que amplían un poco su paleta básica. “El disco es realmente heavy”, le dijo el cantante a la revista inglesa Mojo. “Hay un par de temas hechos en una toma. Le van a encantar a la gente a la que le gusta nuestro primer álbum. Pero también hay algo de material que es lo más complicado que hemos hecho hasta ahora. Claro que complicado para los White Stripes significa... ¡tres instrumentos tocando al mismo tiempo!”
La gran sorpresa es que uno de los instrumentos que los botelleros Stripes rescataron es... ¡una gaita! “Es muy bueno dar uno de esos saltos gigantes”, le dijo Jack a la revista australiana The Age. “Sin embargo, al ser una banda moderna, siempre hay una batalla contra la ironía y la pretenciosidad. Siempre está la preocupación: ¿cómo van a tomarlo los oyentes? ¿Resultará una broma? ¿Se mantendrá puro?” La gaita aparece en Prickly Thorn, But Sweetly Worn que surgió porque Jack investigó sus ancestros escoceses y los de Meg. “Empecé a cantar acerca del cardo, que es la flor nacional de Escocia, así que el paisaje comenzó a ser el de ese país, y pensaba construir metáforas alrededor de eso. Pero entonces perdí rápidamente el interés en el lado problemático de la canción y simplemente se convirtió en una canción sobre Escocia. No sé por qué, simplemente sucedió.” El espíritu celta continúa en St. Andrew (This Battle is in the Air), casi una coda de la canción anterior, en la que Meg recita en medio de un maelström de gaitas e hirientes agudos de guitarra eléctrica.
En Conquest, un abrasivo cover de Patti Page, el intercambio de la viola roja y blanca es con una trompeta mariachi. Jack White: “Hace mucho que amo a Patti Page y hemos querido hacer una versión de esa canción desde hace diez años. Es una canción clásica de inversión de roles y ahora nos pareció el momento perfecto para grabarla. Encontramos a un trompetista, Regulo Adama, tocando en un restaurante mexicano de Nashville y lo llevamos con nosotros al estudio. El no habla inglés, así que teníamos un intérprete... Y antes de que nos diéramos cuenta, estábamos grabando una furiosa batalla entre la guitarra y la trompeta”.
El álbum arranca con la canción que le da nombre: un ritmo marcial sostenido, cada tanto hecho jirones por un riff pesadísimo, y una letra en la que puede interpretarse alguna posición política con respecto a la inmigración mexicana: “Norteamericano blanco, ¿qué? / ¿Nada mejor para hacer? / ¿Por qué no te echás a vos mismo? / Vos también sos un inmigrante”. Según le dijo al New Musical Express, siempre le interesó esa arma de doble filo de estar orgulloso de la cultura propia: “Es un tema muy sensible en mi país. No podés estar demasiado orgulloso o inclinás la balanza. Pero, al mismo tiempo, Estados Unidos fue construido sólo con inmigrantes. Es un gran crisol, aunque haya segregación hasta el presente. Este tópico es como un campo minado bien intrincado”. Por supuesto, tratándose de él, hay que buscar los significados más allá de la obviedad: “Siempre me propongo contar historias, pero no del tipo de ‘Bill caminó por la calle...’. Jamás quiero que las canciones sean demasiado evidentes. Trato de acercarme sigilosamente al oyente. Y en este disco traté de explorar los puntos de vista de diferentes personajes”, aseguró.
La anterior mención a Nashville no fue casual: Icky Thump se grabó en la capital del country, entre otras cosas, porque es la nueva residencia del cantante, quien dejó Detroit después de su segundo casamiento. “Acá no tenés que preocuparte por ser cool. Ya tuve suficiente de eso”, soltó el cantante más cool del mundo, a modo de explicación. Pero no se imaginen a Jack con el sombrero Stetson, simulando ser un cowboy moderno, como muchos artistas del country: él continúa siendo un rockero hecho y derecho. Tal vez la única canción en la que se cuela el aire de Nashville sea You Don’t Know what Love is. “Me encantaría que la grabara alguna diva del country”, dijo Jack, que hace unos años le produjo un maravilloso álbum de regreso, Van Lear Rose, a la diva del country Loretta Lynn.
Meg también se mudó: cambió la cuna de los MC5 y el sello Motown por el glamour cinematográfico de Los Angeles. “Hacía mucho que venía pensándolo, pero la decisión final fue medio de golpe”, explicó. “Es un poco como cuando crecés en el seno de una familia, en la que siempre tenés que ser un determinado personaje, esa chica, la misma persona que fuiste siempre. No te está permitido ser una persona nueva.” Sin embargo, pese a que la baterista aprovechó el parate de los White Stripes para posar en unos avisos publicitarios, el que realmente estuvo ocupado durante la pausa fue Jack. Con su amigo Brendan Benson armó una banda paralela sin demasiadas pretensiones, The Raconteurs. Pero está visto que Mr. White es una especie de Midas, porque el grupo se convirtió en sensación el año pasado.
Entonces empezaron los rumores sobre el final de la dupla con Meg, que se intensificaron cuando los White Stripes firmaron contrato para lanzar sólo un disco, después de que su sello anterior fuera reestructurado. Y fue la propia batera, ante la revista Nylon, la encargada de disipar cualquier duda: “Hoy en día las cosas cambian muy rápido con los sellos y toda la industria musical, así que pensamos que sería bueno hacernos una idea de qué sucede antes de comprometernos más”. A Jack, por su parte, le molesta bastante que todo el tiempo le pregunten cuánto van a durar los Stripes. “Me aventuraría a decir que en el 90 por ciento de las entrevistas alguien nos ha preguntado: ‘¿Este es el último disco?’. ¡Es casi como si quisieran que nos separáramos!”, se quejó. “Salió el disco de The Raconteurs y la gente pensó, obviamente, que estábamos terminados. Pero con este nuevo álbum, la gente está diciendo que The Raconteurs está terminado. ¡Claro, si era un proyecto paralelo! Entonces, el año próximo, cuando salga el próximo disco de The Raconteurs...” Y no lo dice en broma: el cuarteto está grabando en el mismo estudio y con el mismo técnico (Joe Ciccarelli, que trabajó con Frank Zappa), para aprovechar el tiempo hasta que los Stripes salgan de gira.
Por lo que se escucha en Icky Thump, la química entre Jack y Meg White permanece intacta. Y él lo reconoce, a pesar de que ahora ya sabe cómo es formar parte de un grupo más convencional: “Hay algo especial en esta banda que me resulta difícil poner en palabras. Cuajamos sin esfuerzo. Somos muy afortunados de tener esa bendición en la música, porque no ocurre en todo. No es algo que pueda comprarse, simplemente tenés que ser afortunado. Y nosotros tenemos suerte en eso”. La forma de trabajar de la dupla tampoco ha cambiado, aunque esta vez se hayan tomado más tiempo y usado un estudio más grande para grabar su álbum. “Atacamos el disco canción por canción, sin preconceptos. No le decimos a la canción lo que queremos que sea; dejamos que ella nos diga a nosotros. Siempre trato de obedecer a la canción y dejar que ella me diga qué quiere ser, dejarla tener el control, que respire libremente. A veces no es bueno manipular demasiado a la canción. Para no sonar pretenciosos.”
Resulta casi obvio mencionar que los Stripes no transaron en grabar Icky Thump en una computadora. Según ellos, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que las viejas cintas suenan mejor. Sin embargo, por primera vez han usado un estudio “moderno”, el Blackbird, donde antes trabajaron Neil Young y Dolly Parton. Jack: “Era algo a lo que antes nos rehusábamos. Pensábamos que no se podía hacer nada en un lugar donde hubiera una máquina para capuccinos y una linda alfombra. No queremos sentirnos cómodos sino todo lo contrario. Eso significa grabar en invierno, en lugares chiquitos. En Roe Tag (donde grabaron Elephant) tenías que agacharte cuando subías por la escalera... Pero empezamos a pensar: ‘Quizá incluso podamos hacer que suene mejor que otros discos’”, explicó el cantante. “Además, este lugar tiene una maravillosa colección de micrófonos. ¡Y me queda muy cerca! Pensé que era demasiado bueno para ser cierto y que tenía que intentarlo...”
No le fue nada mal: Icky Thump hace que los parlantes se desangren por su polenta y la banda pulió algunas asperezas, pero no hay en él sobreproducción ni esa pátina viscosa que parece recubrir a ciertos discos. Y eso tiene que ver, también, con el lugar en el que están parados los White Stripes. “Nos encontramos en un estado mental completamente diferente al de antes. Estamos de un humor y en un medio ambiente realmente positivos, felices”, aseguró Jack. Y tal vez eso tenga que ver con un descubrimiento reciente: al fin y al cabo, no necesita partir de tantos límites autoimpuestos para construir su música. “Cuando rompemos las reglas, también puede haber belleza. Igual que cuando las seguimos.”
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