IAN Y HORCAS SACAN DISCOS NUEVOS
Del ventilador escupemiserias de los emblemáticos Horcas a la ortodoxia prolatinoamericanista de Ian. Este género automarginado sigue produciendo nuevos trabajos para sus seguidores de fierro. Inoxidables.
› Por Cristian Vitale
“Tuvimos ganas de ser directos.” Horcas, una de las pocas bandas emblema del heavy nacional, optó por titular cada tema de su último disco Asesino con nombres cortos, contundentes y concretos: Asesinos, Pesadilla, Pánico, Revancha, Confusión, Guerra, Basura, Decadencia, Distorsión, Amnesia; nada, claro, que ligue con el sol, la ternura y las palomas. “La sociedad te lleva a odiar sin conocer ni respetar el ser humano. Antes de hablar sobre alguien hay que informarse y darse cuenta de que en la vida hay que moverse con respeto”, sostiene Walter Meza, cantante, comenzando a orientar sobre el perfil escupe-miserias que une conceptualmente las diez canciones. Horcas, acompañado por el fiel doble bombo y su correlato de acero, llama a eliminar a las ratas que manejan la torta, a independizarse de la tele y a sacarse el disfraz “para encontrar la cura” ante la crisis mental. “Horcas es un antídoto contra el bajón, la envidia y la mierda. Es nuestra razón de existir”, sigue Meza.
La banda –alguna vez liderada por el malogrado guitarrista de V8, Osvaldo Civile– va por los 15 años y está formada, además de Meza, por Gabriel Lis y Sebastián Coria en guitarras, Guillermo De Luca en batería y el inoxidable Topo Yañez en bajo. Asesino es el sexto disco –el segundo sin Civile, quien se suicidó en 2000–, y algunos temas parecen dejarse atrapar por las tendencias “new” que bañaron al género en los últimos años. Meza lo acepta con vaselina: “Siempre se busca catalogar con nuevos nombres a la música que hacemos. Yo creo que siempre hacemos heavy metal. El hecho de buscar nuevos sonidos nos hace crecer como músicos. Escribimos sobre lo que sentimos, es todo”. Igual que en el principio motor –Reinará la tempestad– y su sucesor –Oíd mortales, el grito sangrado–, pero con un solo sobreviviente, Yañez, y sin el toque salvaje y único que Civile pudo pulsar hasta Eternos, tercer disco. “Siempre recordamos a Civile en todos los lugares en donde tocamos –se emociona Meza–. Y nos llena de satisfacción que muchos pibes que no lo vieron tocar canten su nombre, pero también nos da mucha bronca que ahora algunos se cuelguen de su recuerdo cuando lo cagaron y lo dejaron solo.”
–El heavy se asume como un género “marginado”. ¿Cuáles fueron los mayores escollos que tuvieron que soportar en estos 15 años de carrera, más allá de la muerte de Civile?
–Por suerte, siempre estuvimos unidos y contenidos por nuestras familias, y nunca nos rendimos ante nada ni nadie. Todo dependió de nosotros. Todavía hay gente que sigue pegando bajo y seguimos tocando, viajando y viendo que no hay un techo para nosotros. Logramos una familia todos lo que formamos parte de Horcas: músicos, técnicos, plomos y manager.
–¿Almafuerte o Rata Blanca?
–Horcas.
Mario Ian de repente se amotina y quiere volar el Vaticano en pedazos. Es, digamos, la antítesis de los evangelizados Logos. La herejía está en el track siete de su debut solista –En tiempos de redención– y se llama Nación Anticristo. ¿Volar el Vaticano, Mario? “Es una imagen que enlaza con romper esa doctrina en mi mente –dice, y sigue–. Es cortar con un sistema de pensamiento incoherente y muerto. El pensamiento del Vaticano es el Anticristo, porque es contrario a Jesucristo, que fue quien derribó la religión, la muerte y la culpa.” Es el único momento en que el ex cantante de Hellion, Alakran, Devenir y Rata Blanca se pone místico. El resto –diez tracks– es un refresco de metal algo ortodoxo con un explícito contenido latinoamericanista. “No sé si mis letras son tan políticas, eh –duda–. Quizá se vean así por el toque de idealismo y el apasionamiento en los cambios. Busco que el que las escucha pueda meditar a nivel ‘cambio de mentalidad’.”
–El tema Latinoamérica te enrola con el renacimiento del continente. ¿Sos chavista, acaso?
–A full. Me encanta El Chavo, todavía lo miro. Otro Chavo que me agrada es el Fucks de Duro de domar. Soy chavista, sí.
–¿Por qué creés que corren tiempos de redención?
–El disco es como una obra conceptual, que imagina lo que se va a vivir en nuestra tierra y toda Latinoamérica. Es una forma de integrar y transmitir artísticamente lo que viene, porque lo que se ve es miseria, injusticia, corrupción moral, búsqueda de supersticiones y religiones muertas que no dan solución. La verdad viene como una levadura que leuda toda la masa a traer un cambio real y quemar esta mentalidad de siglos.
Ian integró a su capricho personal a Gustavo Rowec (batería) y a Sergio Berdichevsky (guitarra), ex compañeros suyos durante su paso por Rata Blanca. Con ambos, el frontman ya había grabado Entre el cielo y el infierno (1993), en reemplazo de Adrián Barilari. Pero la experiencia con la banda de Giardino tuvo sus claroscuros. “Si bien entré en uno de los peores momentos de Rata, cuando se los acusaba de cumbieros y todo eso, fue algo muy creativo y divertido. Tres giras internacionales grandísimas y una fusión espectacular. Pero luego hubo un quiebre de intereses, yo me manejé como inmaduro y tuve consecuencias que me afectaron en lo personal y en lo artístico. No fui el único que le pasó eso en Rata, pero creo que lo podía haber evitado si me hubiese asesorado con profesionales.”
–¿En qué aspecto tu proyecto se reencuentra con Rata Blanca y en qué sentido se aleja?
–No hay una identificación musical con ellos. Ni Entre el cielo y el infierno se parece a Rata Blanca: era más una fusión entre ellos y yo.
–¿Te molesta que se te asocie con ellos, entonces?
–Para nada. Aunque siento que no nos parecemos en nada, el que lo asocia tiene su criterio y no me molesta. Cuando Rata fue, yo ya era alguien en el metal argentino desde años antes.
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