EL PEPSI, CON GUSTO A SODA
Extraño momento en el que se habla de muchas cosas en torno de la música, pero poco sobre la música misma.
› Por Roque Casciero y Mariano Blejman
“Me parece que, en muchos aspectos, falta entusiasmo. Eso lo siento, sin ir en detrimento de un montón de gente que hace música que me encanta. Pero el hecho de que Soda Stereo provoque tanto revuelo tiene que ver con algo, ¿no? Algo no se está moviendo lo suficiente. A lo mejor esto agita un poco más las cosas, aunque sea retrospectivo y venga de una banda que se reúne.” Esas palabras las dijo Gustavo Cerati en la conferencia de prensa con la que Soda anunció su gira de regreso. Y hay una verdad innegable en ellas, que pudo comprobarse en las primeras tres fechas del Pepsi Music: el público estuvo entre la pasividad y la abulia, sólo enganchado de a ratitos, lejos de las manifestaciones emocionales de otros grandes festivales. Lo cual lleva a preguntarse qué falla, porque los escenarios, las luces, la seguridad, los sponsors, el merchandising y los service charge parecen funcionar a la perfección.
Puede apuntarse que en esta edición del festival no están Los Piojos, La Vela Puerca, Bersuit, el propio Cerati, Babasónicos ni Attaque 77, entre otros. Y que el precio de las entradas tal vez aleje a algunos de los que viven con más intensidad los shows, precisamente porque concentran su deseo en ese momento único. La repetición de nombres, tantas veces criticados desde los medios, no parece haber sido factor: Héroes del Silencio llevaba once años sin tocar, hacía explotar acá su propia “burbuja en el tiempo” y había agotado las entradas desde hacía rato, pero la sensación que transmitió su show fue que a los músicos les costaba provocar emociones profundas. Treinta mil personas se sabían de memoria esas canciones, pero... El sábado sólo había 8 mil para ver a Café Tacuba, sin dudas lo mejor en la grilla del Pepsi, y los mexicanos no consiguieron ni un 10 por ciento de la respuesta que sí tuvieron en La Trastienda. Ni siquiera los representantes “barriales” lograron algo parecido a lo que pasa en cada uno de sus shows.
En el VIP del festival, entre la caza al sushi esquivo y la cola para el placer helado, se escuchaba demasiada terminología de negocios. Mucho marketing, posicionamiento de marcas, herramientas para atraer al público joven, generación de bases de datos y desarrollo de nuevos mercados. Tal vez haya tenido que ver con la presencia de tanta gente de la industria durante el fin de semana, porque se realizó el Latin American Music Conference y esas conversaciones del business se trasladaron al Ciudad. En el LAMC (que se realiza desde hace varios años en Nueva York, bajo la coordinación de Tomás Cookman), que se realizó en La Trastienda, se discutió sobre las nuevas modalidades de negocio, sobre el efecto de la tecnología (Internet y teléfonos móviles), sobre el karma de los operadores telefónicos, y sobre los modelos de festival en España, Paraguay, el interior del país, entre otros tipos de mercado; sobre la relación entre las marcas y los medios en la búsqueda de la independencia periodística, y sobre cómo será la mejor manera de facturar de aquí en adelante. Info valiosa, claro, para hacer crecer exponencialmente la escena.
De lo que se hablaba muy poco –demasiado poco– era de rock: de ese impulso vital que algunos dan por muerto, de eso que supuestamente convocaba a todos al festival. Ojalá el resto de las fechas demuestre lo contrario porque a este ritmo, en un par de años, el posicionamiento de las marcas será perfecto, pero las infinitas posibilidades del rock se reducirán al mero aburrimiento.
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