BILLY CAFARO & BOAS TEITAS
¡Hallazgo! Una banda punky fue a buscar a Billy Cafaro para grabar Pity Pity, cinco décadas después del simple que más vendió en la prehistoria del ¿rock? argentino.
› Por Cristian Vitale
“¡Estoy vivo, carajo!” El grito de Billy Cafaro les llega, agudo y altisonante, a unos cuantos caminantes distraídos en la plaza de Juramento y Cuba. Hay que verlo: porta boina gris, una camisola medio hippie, bombacha de campo, lentes y un entramado caótico de barba y bigote: imposible pasar inadvertido. Y menos acompañado así: Lokar tiene 30 años menos, lleva la guitarra envainada en su estuche y el glamour da el de un punky-rockabilly sin cresta. Ambos, así de juntos, configuran un cruce francamente bizarro. “¿Cómo te llamabas vos? No creía que eras bastante pensante”, lo jode el grande al chico. El chiste central del encuentro es que la banda que pilotea Lokar (Martín Locarnini) se llama Boas Teitas y si hay algo que transformó a Cafaro en el primer sex-idol del rock en la Argentina fue, precisamente, haber firmado con un fibrón tetas muy bonitas, en vivo y en directo. “¿Vos sabés lo que era eso en el ‘60? Una vez estaba dando un recital para dos mil personas, se mandó una mina por la pasarela al escenario, sacó la teta y me pidió que se la firme. Yo, displicentemente, se la agarré de abajo y le mandé el gancho. ¿Qué iba a hacer? Tenía 23 años”, retrotrae Billy, panzón y salado.
Lokar lo contempla como una eminencia. Si ambos están aquí, dando una nota juntos, no es sólo porque Cafaro firmaba tetas en público. Los Boas Teitas –banda indie de pop punk– lo rastreó por cielo y tierra para hacerlo participar de una nueva versión de ¡Pity Pity! Sí, aquel simple inocentón que humedecía muchachas bastante antes de que aparezcan Sandro y los de Fuego, hoy se regrabó con la voz de Billy entre guitarras punky rabiosas y cualquiera lo puede escuchar con un simple click en www.boas–teitas.blogspot.com. “Me llamaron a casa, fui al estudio y ya tenían todas las pistas hechas... lo hicieron en el tono del ‘57 y lo canté así. Yo decía: ‘¿Qué voy a hacer con estos pendejos? No me atrae esa música’. Pero bueh: son buenos chicos y entonces acepté. Además, me invitaron con una picada porque saben que me gusta el morfi y usan palabras antiguas como sensibilidad. Yo pensaba que todos los jóvenes estaban estupidizados con este sistema. ¿De dónde son? ¿Los trajo un OVNI a ustedes?”, carcajea Cafaro y motiva otra respuesta en Lokar: “Cuando hablamos se lo aclaré: nuestra idea no era hacer un fetiche o algo kitsch con él sino cantar algo que nos parezca divertido a los dos. Estábamos en Mar del Plata haciendo una gira de verano, y escuchábamos temas alegres: Pity Pity, Ok al Madison, esos que te quedan en la cabeza todo el tiempo. Volvimos, grabamos una versión y lo llamamos”.
–Es muy pesada, loco. Pero bueh... todo es así ahora.
Más chistes: el deseo de Cafaro es hacer un megashow con cinco grupos, cada uno interpretando viejos hits grabados por él. ¿Cuáles?: Bésame Pepita (tienes eso, eso, eso / que me tiene preso, eso, eso); Marcianita, Ok al Madison, Pity Pity y El rock del alfabeto. “Mi mujer (una ex fan que se hacía pis en los pasillos de radio El Mundo) me dijo: ‘Ese tema es lo más boludo tuyo que escuché en mi vida’. AAA BBB CCC, es el alfabeto rock... buenísimo”, se ríe Cafaro. “¿Ves? Cuando él me dijo eso (qué boludo es este tema), me di cuenta de que teníamos en común la falta de solemnidad, el hecho de no ponerse en la pose del artista que cuida lo suyo con un aura, sino jugar. Esa falta de solemnidad es lo que queremos impregnar en nuestras canciones... no somos nada, entonces vamos a divertirnos”, insiste Lokar.
–Canto en fiestas privadas para gente de 50 o 60 años que me idolatra y me paga bien. Grabé hace tres años un disco de tango homenaje a mis primos (Virgilio y Homero Expósito), pero la compañía se portó mal, me prometió el oro y el moro, y me re cagó.
–Y, loco, qué te parece. Con eso vendí 300 mil placas en diez días y además tenía una oficina en la que me dedicaba exclusivamente a firmar autógrafos. Recibía cartas de Juana, Esther, Beatriz, Martina... ¡y no te imaginás qué había adentro!
–Pelos de concha, de distintos colores.
Descomunal. Lokar lo mira asombrado y Cafaro se sigue trasladando: “Quiero volver en el túnel del tiempo a esa época. Había sentimientos... te costaba levantarte una mujer, papá... ¡lo que te costaba! Hoy, en cambio, hay muchas hembras, pero pocas minas”. Sigue Lokar, en otro tren: “Lo que queda de Pity Pity es que resiste el paso del tiempo: resiste el tema, resiste la voz de Cafaro, resiste la interpretación, resiste el hecho de pasar de un original grabado con una orquesta de 30 tipos a una banda punk, a una banda de cuatro pibes que graba en una consolita, y el tema se la banca. Para mí pasaron 50 años del origen del rock nacional, al menos nosotros lo tomamos así... había que hacer justicia”.
–Hay una pelea sobre eso. Todos se arrogan el derecho de ser los primeros, pero el primero que cantó rock en castellano fui yo... no hay dudas. Está bien, las letras eran ingenuas, pero no estúpidas: le hablaban al amor. Después empezaron a hablar del pajarito que se mete adentro de la paloma y el ladrillo (¡!) (¿?) (sic)... Y yo eso ya no lo entiendo.
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