MOBY PELA
El músico dance (que editó Last Night en marzo) dice que será inevitable que la música digital siga copiándose indiscriminadamente, pero está más preocupado por la presunta muerte del álbum. Además, contra lo que podría suponerse, Moby dice que sus ideas políticas le jugaron en contra: “Yo habría sido mucho más exitoso si hubiera aprendido a mantener la boca cerrada”.
› Por Roque Casciero
Moby, la más grande estrella pop salida del dance, le confiesa al NO que en su supuesto mejor momento sintió que su vida se le iba de las manos. “Estoy contento de haber experimentado el éxito, porque me dio una perspectiva diferente de esta cultura de obsesión por la fama en la que vivimos”, dice a través del teléfono. “El éxito es complicado, no puedo decir si es bueno o malo... Honestamente, para mí es más malo que bueno, porque puede alienar a mucha gente. El éxito puede ser algo muy solitario, porque de repente todo el mundo te trata distinto y te mira casi como si fueras de otra especie.” El calvo músico, DJ y cantante que alguna vez respondió al nombre de Richard Melville Hall vivió todo eso a fines del siglo pasado, cuando el disco Play llegó a vender más de 9 millones de copias. Precisamente cuando estaba en la cima, Moby empezó a experimentar un gusto agrio en la boca: “Cuando salió el disco, sentí que tenía que dejarme llevar, salir de gira, tocar en lugares más grandes, ir a eventos con alfombra roja... Y después me di cuenta de que esas cosas no me hacían bien. Ahora llevo una vida mucho más sencilla y hago las cosas que disfruto en lugar de las que creo que debo hacer. En nuestra cultura, especialmente en lugares como Nueva York, existe esta idea constante de que si podés ganar más dinero, tenés que hacerlo, y que si podés ser más famoso, tenés que serlo. No creo que esas cosas sean ciertas; el objetivo debería ser la felicidad, y eso no se logra por tener más dinero o por estar de gira sin parar”.
Hacer lo que se le cantaba, para el Moby versión ‘08, fue construir un nuevo disco conceptual, Last Night, en el que buscó sintetizar una salida de caravana en la noche neoyorquina. “Mientras hacía música, de pronto me di cuenta de que mucho de lo que creaba tenía que ver con que me lo paso yendo a bares, discotecas y clubes nocturnos. Entonces, mientras escuchaba a todas las canciones como cuerpo de trabajo, caí en la cuenta de que el disco sonaba como una noche en mi barrio. Y una vez que el concepto aparece, las canciones se ajustan para que cierre el concepto.”
En su pasado pre-Play, Moby ya había trabajado con ideas englobadoras para sus discos: Animal Rights, por ejemplo, hablaba sobre su militancia por los derechos de los animales y I Like to Score era un compilado de bandas sonoras. Y en 2005 volvió sobre el disco conceptual con Hotel, aunque la idea de la vida en habitaciones impersonales con minibar y pay-per-view tenía más que ver con su status de estrella pop que con lo que podía experimentar su público. Todo lo contrario sucede con Last Night, y el músico es el primero en admitirlo. “Cuando escucho el disco, efectivamente suena como una salida nocturna, sólo que en Nueva York la salida nocturna dura ocho horas, no 65 minutos.”
–Creo que, especialmente ahora que el negocio de la música se cae a pedazos, con toda la música que hay en el mundo y con todos los discos que he hecho en mi vida, siento que hasta cierto punto los álbumes deben traer algún concepto para que la gente siga interesada. Y sé que eso puede sonar muy triste. Por otra parte, también se hace más interesante para mí, porque en parte me resulta más divertido tratar de ensamblar un cuerpo de trabajo cohesivo.
–Definitivamente. Lo único que me pone triste de la caída del negocio de la música es la muerte del álbum, porque los amo como formato cohesivo de arte. Puedo entender que la gente sólo quiere escuchar canciones individuales, pero me gustaría que se escucharan discos completos.
–El modo en el que la música existió en el pasado era con diferentes compañías para cada parte de la vida del músico: una hacía los discos, otra se encargaba de la editorial, otra fabricaba las remeras y otra arreglaba las giras. Eso se está acabando muy rápidamente. Y creo que en el futuro vamos a tener compañías de música que van a ocuparse de todos los aspectos que necesita el músico.
–Eh, sí, aunque es un ejemplo un poco extremo (risas). Lo interesante es que LiveNation tradicionalmente era una compañía que se dedicaba a las giras, pero ahora están más involucrados en todos los aspectos del negocio. Hoy en día cada compañía trata de ser la empresa de música del futuro, entonces cuando contrata a un artista, se encarga del booking y las giras. Los que están mejor posicionados son los managers, porque son quienes tienen experiencia de todos los aspectos del negocio de la música.
–No, para nada. La mayoría de los músicos y personas de la industria con la que hablo ha empezado a aceptar el hecho de que alguna gente va a pagar para tener música y que otra gente no, y que no hay nada que se pueda hacer al respecto. Me da la impresión de que a la gente de la industria ya ni le preocupa eso.
–Eso lo hice porque tengo muchos amigos que son cineastas independientes y me cuentan que siempre les resulta difícil y muy caro conseguir los derechos de música para películas. Entonces pensé en tomar un puñado de tracks inéditos y ponerlos a disposición de los cineastas independientes.
–Sí. Básicamente, es música gratis para cineastas independientes. Bah, incluso podés bajarla si no sos cineasta... Cualquiera puede mentir (risas), así que pueden decir que la necesitan para una película y después hacer lo que quieran con ella.
–Creo que sí, especialmente al vivir en Nueva York. Una de las mejores cosas de salir de noche en esta ciudad es que podés ir caminando a todos lados. Hay muchas ciudades en las que para ir a un night club tenés que subirte a un auto y manejar durante 20 minutos. En Nueva York salgo a la calle y literalmente tengo bares y discotecas enfrente. Como resultado de eso escucho a muchos DJs y performers diferentes, algo que me resulta muy inspirador. Soy un tipo muy solitario y si por mí fuera me lo pasaría solo en casa, entonces está buenísimo salir y escuchar lo que hacen los demás.
–Tengo 42 y todavía sigo saliendo tanto como cuando era un chico. El único problema es que ahora la resaca dura mucho más. Antes se me pasaban después del mediodía, pero ahora duran más de 24 horas.
–Ehhhh, sí... Como la mayoría de los artistas dance somos solistas, el resultado es que nunca nos separamos. Por eso es que hay artistas y DJs que llevan veinte años en esto, y que andan por los 40 y pico. Va a ser interesante cuando se pongan más grandes, porque teóricamente podríamos tener a un DJ pinchando discos para sus nietos (risas).
–Me gusta cantar, pero no creo tener una gran voz. Tengo un registro muy limitado.
–Sí, pero que sea distintivo también puede ser algo negativo (risas). Al hacer un disco dance quise tener hermosas voces dance, entonces decidí no cantar. Además, al trabajar con otros cantantes tengo más objetividad, porque puedo estar escuchando sin tener que ser el performer.
–Para nada. Cuando salió el disco, pensé que iba a ser un fracaso porque las críticas no fueron muy buenas, no vendió demasiado y no iba tanta gente a los shows. Pero de a poco eso empezó a cambiar. Fue un proceso muy extraño, porque pasó de ser un disquito al que nadie le prestaba atención a ser uno de los discos más grandes del planeta. Fue muy extraño e inesperado. Nadie en la compañía imaginaba que el disco pudiera ser un éxito.
–Porque no sonaba como todos los otros discos de ese momento, que eran de fórmula y sobreproducidos. Desde los Backstreet Boys hasta Limp Bizkit y Puff Daddy, todo era muy limpito, con una gran producción. Y entonces apareció Play, que era más low fi, orgánico y con mucha calidez emocional. Por otra parte, era un disco muy ecléctico en un momento en el que todos hacían discos muy de género específico.
–Sí, pero digo lo mismo que antes: usé los samples porque no soy buen cantante (risas).
–Estoy completamente de acuerdo.
–Es difícil decirlo. Pero creo que si no tuviera ideas políticas tan fuertes y fuera más “genérico”, probablemente habría tenido más éxito. Muchos aspectos de mi personalidad alienaron a mucha gente. Tal vez habría sido mucho más exitoso si hubiera aprendido a mantener la boca cerrada.
La única visita de Moby a la Argentina fue en septiembre de 2005, cuando hizo dos energéticos shows en La Rural porteña (con cover de Creep, de Radiohead, incluido) y en la Vieja Usina cordobesa. Pero hay rumores que dicen que antes de fin de año el músico volvería a pisar este suelo, en el que tiene un tío y primos. A través del teléfono, Moby no confirma, ni desmiente: “No tengo nada en la agenda por el momento, pero me encantaría volver. El único problema de ir a la Argentina... ¡es que queda muy lejos! Me hubiera gustado quedarme más tiempo la vez que fuimos. La próxima voy a tratar de hacer un par de shows, pero también quedarme de turista un rato, porque no pude ver demasiado y me parece que hay mucho por recorrer”.
A través de su diario online (www.moby.com/journal), Moby manifiesta desde hace años su desagrado por George W. Bush y sus secuaces. Eso fue lo que lo impulsó a ser uno de los artistas más involucrados en la campaña del candidato demócrata John Kerry, que perdió las elecciones en 2004. Esta vez, aunque no piensa participar tanto, el músico asegura tener muchas esperanzas depositadas en Barack Obama. “Creo que si es elegido presidente y tenemos un Congreso demócrata, los Estados Unidos van a mejorar rápidamente y de modo muy drástico”, afirma. “Uno de los cambios más importantes que espero que se produzca es terminar con la dependencia de Estados Unidos del petróleo extranjero, porque creo que eso destruye nuestra política exterior. Es por eso que fuimos a Afganistán y a Irak, y por lo que somos amigos de Arabia Saudita. Y casualmente, los Bush siempre estuvieron en el negocio del petróleo.”
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