APARECIO EN LA ARGENTINA LA PRIMERA FIESTA DE LA RED SOCIAL
La polémica red virtual social que gana adeptos en el ciberespacio “saltó” a la noche porteña con una fiesta en Acqua. Sus organizadores se autoproclamaron “de clase media-media alta” y se despacharon contra las populares fiestas de fotologs: “En las fiestas flogger hay cualquier cosa”.
Más de uno está perdiéndose la noche mandándole guiños a una bomba blonda apostada en la barra, una auténtica hottie for sale. Pero la rubia está dale que te dale con el ignorar. Al revés le pasa a la morocha de rulos que, aunque portentosa, se gasta en mandar abrazos y toques a todo el que va al baño, ganando sonrisas, pero ninguna sex games invitation. Estefanía es de las pocas que reconoce a alguien, pero no se anima a saludarlo por miedo a que no la reconozcan. La posibilidad de un certero golpe al ego que la haga saberse ignota puede más. A trazo gordo, así fue la primera fiesta temática de Facebook realizada en la Argentina: muchos mensajes intragrupo, poca socialización y cada cual en su trance zomba.
La celebración del Trencito Fiestero de Facebook tiene algo de trencito y bastante de fiestera, pero prácticamente nada de Facebook. Una veintena se encolumna detrás de una locomotora más loca que motora. La música para pastillas y las pastillas para música son su combustible. El problema es hallar a algún usuario de Facebook –¿facebooker?– entre la muchedumbre.
El NO llega al boliche Acqua, emplazado en Juana Manso al 300, lugar indicado en la convocatoria, que comenzó vía mensajes de grupo en la red social de los “apuntes en la cara” diez días antes de la fiesta. Viernes por la madrugada y, de movida nomás, se arma el primer trencito en el VIP, cortado por la intervención del seguridad del área, un tipo mucho menos tolerante que sus compañeros “vigilantes” y “agretas”, según alcanza a calificarlo el segundo vagón descarriado antes de que lo frenen en seco.
Juan Manuel Arrastua (organizador, 27 años, parte de una empresa de casinos online que busca un tongo con Facebook) se siente el top friend de todos e intenta endulzar al grandote, mientras la dupla de oficiales de grupo que le ayudó a armar la fiesta, Ariel Blanco (de 3Kbiados y gerente de una empresa digital) y Marcos Mansueti (director de, cuándo no, otra empresa de informática), se regodea con tragos y chicas bien que les perrean muy cerca de las ingles. Si el pasito flogger tiene algo de techtronik francés y algo de breakdance de los ‘80, el facebooker tiene demasiado de Creamfields y mucho de reggaetón, como si se bajara el éxtasis con Fernet.
“La convocatoria fue por Facebook y en diez días tuvimos casi dos mil adhesiones; el grupo crece a razón de 200 personas por día, así que esperamos que vengan muchos para hacer real el contacto virtual.” El temprano vaticinio de Arrastua falla. Hay poco espacio para moverse dentro del boliche, pero de los primeros diez consultados por el NO sólo dos usan Facebook y, para más, están en un grupo privado y sus intereses aclaran que no buscan conocer a nadie. De la segunda decena hay otros tres facebookers, pero ni siquiera saben que se trata de una fiesta temática.
El NO lo encara a Arrastua: “Bueno, mejor que no tengan, así difundimos la red. Facebook tiene una expansión viral y hoy los contagiamos a todos, ja, ja”. Las futuras víctimas son gerentes de concesionarias de autos, vividores de rentas familiares o vampires que se encargan “de chuparles la guita a los flacos”, como admite una. “Acá es clase media para arriba, en las fiestas flogger hay cualquier cosa”, ilustra Blanco, bailando Britney Spears con un pin de Holy Piby. Extraño concepto el de “cualquier cosa”, si es que refiere a todos esos que no son “clase media para arriba”.
En teoría, ninguno de los tres organizadores saca tajada de la fiesta y la hacen “sólo por el placer de que la gente se conozca”. Pero los que fueron seducidos por la convocatoria no encuentran pedidos de amistad, invitaciones a eventos, mensajes ni sex toys en ningún applet. Todos están demasiado ocupados intentando que su photo album se expanda y en la búsqueda de eso que Calamaro bautizó “la última esperanza negra”.
Informe: Luis Paz.
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