BIOHAZARD PASO POR BUENOS AIRES
Pioneros en mezclar el poder hardcore, la bronca punk y la sensibilidad del hip hop, pasaron por esta ciudad con uno de los mejores discos del género, Urban Discipline. Su cantante Evan Seinfield cuenta que se cruzó hace poco con Iggy Pop en un show de beneficencia y habló de... Argentina.
› Por Daniel Jimenez
La primera vez que Biohazard pisó Buenos Aires, “El Carlo” era presidente, el rock se llamaba grunge, una bomba sacudía a la Embajada de Israel y la convertibilidad traía una bandada de artistas internacionales ávidos por el cambio, la carne nacional (en todas sus variables) y la excitación producida por conquistar nuevas audiencias. Obras Sanitarias aún era el “templo del rock” y, como todo recinto sagrado, testigo de noches mágicas, sudorosas e irrepetibles. Acompañado por Bad Religion y a sólo dos años de su debut, Biohazard fue un camión con acoplado, sin frenos y con un conductor suicida. Dicen quienes estuvieron en aquel mítico show (después, el grupo completo partió para tocar algunas canciones fuera de programa y sin avisar al sótano del Teatro Arlequines) que nunca se escupió tanta rabia arriba de un escenario.
“Lo más importante que aprendimos en esa visita fue el significado de la palabra ‘sentimiento’. Los chicos nos decían que Biohazard ‘era un sentimiento’, y no lo podíamos entender. Mirá, yo viajo por todo el mundo y he tocado en Japón, Francia, Alemania, Rusia y en todo Estados Unidos, y nunca vi algo así. Los fans argentinos podrían morir la misma noche de tanta pasión. Por eso a todos los músicos que quiero les digo lo mismo: vayan a la Argentina. No intenten explicarlo porque no se puede; ‘es un sentimiento’. Y si no lo entendés, estás afuera. Tendrías que haber estado en Obras para entenderlo.”
Momentos antes de su único show en el Teatro de Colegiales que duró 1 hora 15 minutos y tuvo lleno completo, Evan Seinfield, bajista y cantante de Biohazard, da vueltas hasta acomodarse en el sillón del hotel porteño que el cuarteto de Brooklyn utilizó como bunker en su breve estadía en Buenos Aires. Más allá de las frases de compromiso, Seinfield se muestra realmente excitado por el regreso de la formación original y no deja de hablar maravillas del público argentino. “Nosotros tocamos en Europa para 25 mil personas y en muchos festivales con artistas de peso, pero acá es diferente.” Y revela una vieja anécdota para entender su fascinación por la monada nacional. “Cuando vinimos por primera vez, recuerdo que estábamos con Bobby (Humbel, guitarrista de la banda) en el aeropuerto, cansados del viaje, con los bolsos en el piso, esperando que nos lleven al hotel porque esa misma noche tocábamos con Bad Religion. Entonces empezamos a ver cómo afuera se juntaban muchos chicos, cantando, saltando y gritando cosas. Así que pensamos que estarían esperando a Metallica o alguien así. Hasta que vimos un cartel con el nombre Biohazard... no lo podíamos creer.”
Expertos y pioneros en mezclar el poder del hardcore, la bronca amateur del punk y la sensibilidad social del hip hop con la fuerza de un huracán, Biohazard llegaba a Buenos Aires a caballo de uno de los mejores discos del género y obra maestra de rabia contenida llamada Urban Discipline. En él se retrataba la violencia, la droga y la marginación de las calles de Brooklyn, postal que fue alejándose a medida que el grupo se volvía más exitoso fuera de Estados Unidos. ¿Qué es el éxito? Tal vez un millón de copias vendidas en todo el mundo para un segundo álbum de una banda hardcore combativa lo sea. “Canciones como Punishment (el video más emitido de la historia en el Headbanger’s Ball de MTV) mostraron que había otro sonido en el aire, y considero que fuimos únicos en toda esa movida de finales de los ‘80, porque nadie sonaba como nosotros. Y nos dimos cuenta en ese momento de que éramos especiales. Tal vez había bandas mejores y más populares, pero nadie había hecho eso hasta ese momento. Nosotros nos sentíamos iguales a nuestro público y la gente se sentía parte de Biohazard: un tornado de furia y esperanza”, arriesga el cantante.
Junto al baterista Danny Shuler y los guitarristas Bobby Humbel y Billy Graziadei, Biohazard recuperó su formación clásica luego de algunos años de peleas y acusaciones durísimas entre Seinfield y Humbel, sus miembros fundadores. Dice Evan: “Creo que musicalmente hicimos una gran música sin Bobby, pero perdimos el sentimiento. Nosotros empezamos esta banda, nos hicimos mala sangre por ella y llegamos a pelearnos al nivel de tirarnos un ‘si te veo por ahí, te mato’, cuando en realidad nos habíamos olvidado por qué estábamos peleando (risas). Pero uno se vuelve viejo, los amigos se van muriendo y la vida se vuelve muy corta para vivir enojado. Hace ya veinte años que dejé las drogas y el alcohol y cuando escuché que Bobby ya no tomaba más, pensé que había esperanza para Biohazard y que debíamos estar juntos otra vez”, explica el bajista. “Así que probamos con algunos shows y notamos que la química estaba intacta, por eso estamos aquí. A esta altura ya entendí que Biohazard es más grande que yo y que todos nosotros; es de la gente.”
En más de dos décadas de carrera, los neoyorquinos se mantuvieron activos también de manera individual, generando que sus integrantes emprendieran sus propios proyectos, regresando a Biohazard como vientre madre que todo lo contiene. Así, Billy lidera a los infecciosos Suicide City, Danny se dedica a recrear el hard rock de la vieja escuela, Bobby colabora con infinidad de músicos y Evan le dedica tiempo a The Spiders, combo con el que disfruta de su otro amor: la música soul. ¿Soul? Sí, soul. Bah, soul punk. ¿Soul punk? “Sí, con un poco de Black Crowes, Stone Temple Pilots, Guns’n’Roses y el feeling de los artistas de Motown, que me fascinan. Cuando escucho a los Temptations, por ejemplo, me dan ganas de llorar, me emocionan. Ellos le cantaban a los ojos a una mujer y le decían que estaban sufriendo y lo decían de verdad, eran reales, honestos, por eso creo que la música se divide en dos: la que te hace sentir cosas y la otra. A mí me gusta la primera”, asegura el pelado.
Antes de desaparecer en el ascensor, Evan adelanta que habrá disco nuevo de Biohazard para 2010 (su último trabajo fue Means to an End de 2005) y que, por supuesto, incluirá una presentación especial aquí. La tierra de los mil pogos: “Hace poco compartí escenario con Jarry Cantrell, Gilby Clarke, Tracy Bonham e Iggy Pop en un show de caridad para chicos con problemas de drogas. ¿Sabés cuál fue el tema de conversación con Iggy? La Argentina. Ambos amamos sus mujeres, su comida y, lo más importante, el realismo de su gente. Mirá: Iggy, que no es ningún boludo, me dijo: ‘Esa es gente de verdad, me gusta’. Y con eso está dicho todo. Buenos Aires me sugiere rebelión, cagarme en las apariencias, putear al gobierno; por eso me tomo siempre un día libre, algo que no hago en ninguna ciudad, para caminarla. No necesito más dinero, ni me importa. Podría quedarme en mi casa sin preocuparme por el dinero, pero deseo, quiero y necesito venir a Buenos Aires porque... es un sentimiento”.
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