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Jueves, 7 de noviembre de 2002

LOS GRUPOS DE CINE SOCIAL Y SU COMPROMISO

Haciendo cine piquetero

De a poco, durante los años de esplendor menemista, fueron apareciendo en distintas manifestaciones de lucha y resistencia. Hoy, como vía alternativa de comunicación al discurso oficial de los medios, varios grupos de cine se ocupan de reflejar ese otro lado de la realidad. La que no se ve por canal 9.

 Por Cristian Vitale

En 1992, la Argentina se encaminaba hacia su fantasía de primer mundo. Mientras tanto, Somisa –una empresa clave de la ex nación industrial– era saboteada primero y privatizada después. El Grupo Boedo Films dejó constancia en un corto titulado No crucen el portón, dando el inicio a una especia de refundación del cine militante que Gleyzer, Birri y Solanas habían impulsado en los ‘70. “Mostramos la lucha contra la privatización y nos metimos en el camino de la resistencia”, cuenta Claudio Remedi, uno de los fundadores del grupo. En 1994, pese a cierta incomprensión propia del momento, insistieron con el Santiagazo. “Después de la siesta –así se llamaba el documental– nos permitió financiar el largometraje Fantasmas en la Patagonia, que muestra la desocupación en Sierra Grande tras el cierre de la mina de oro más grande de Latinoamérica.” De a poco empezó la tarea: “Comenzamos en circuitos alternativos para abrir espacios de debate que fueran más allá de la exhibición en sí. Fue duro: estrenar una película así en 1996 era complicado. Los conflictos se veían como marginales; pero después de Aguas de fuego –el último largo–, cambió el horizonte”, dice Remedi.
La prédica del Grupo Boedo se impuso en gran cantidad de estudiantes de cine. Primero fue el Grupo de Cine Insurgente con el documental Diablo, familia y propiedad, y otro sobre los piqueteros de Jujuy, bautizado La Resistencia. Prosiguió el Grupo 1º de Mayo y su imperioso registro de cortes de ruta en Matanza. Luego vinieron, entre otros, Ojo Obrero (Mosconi I y II) y Contraimagen. “Tras el fracaso de la Alianza, retomamos las experiencias de los ‘70, que habían sido una herramienta útil en el proceso de lucha obrera. La idea es construir redes sociales de contrainformación, apoyados en el entramado social autoorganizado”, sostiene Carlos, de Contraimagen.
Contraimagen nació en 1997 al calor de los piquetes fogoneros de Cutral Có. Debutaron con un austero noticiero obrero y después aparecieron en Canal 4 Utopía con un singular programa: “Alerta Represión”. El gran envión, sin embargo, ocurrió durante la visita de Bill Clinton, cuando documentaron a los 200 detenidos que dejó la marcha y los apremios ilegales que soportaron dos de sus integrantes. “Las películas se hacen solas. Somos optimistas porque hay un rol activista en el realizador que tiene nada que ver con el escepticismo de los ‘90”, agrega Carlos. Así dedicaron todo el 2000 a registrar la lucha de los trabajadores de Cerámica Zanon. El resultado fue un corto de 34 minutos, material obligado en las asambleas obreras que abundaron en los últimos tiempos: “Seguimos documentando el proceso mientras difundimos lo hecho en universidades, fábricas ocupadas, etcétera. La realidad no pasa por la TV y la sociedad lo tiene claro. Las últimas exhibiciones son muy concurridas y generan largos debates”.
Es inevitable para ellos encontrar su espejo en el Grupo de Cine de Liberación de Raymundo Gleyzer o en La hora de los hornos de Pino Solanas. Para Carlos, “los ‘70 son una gran inspiración porque se lograba combinar la difusión de películas en canales alternativos y circuitos masivos. Nosotros hoy tenemos inmejorables condiciones para ir más allá, porque antes no había una red de televisión estatal satelital como ATC”. Remedi, a su manera, también es optimista. “Estamos elaborando un documental sobre la ocupación de las fábricas Bruckman y Zanon, que va más allá de la recuperación de la fuente de trabajo, ya que los obreros plantean salidas más profundas como la estatización de las fábricas y la reincorporación de los sindicatos a los obreros. Esto es más que una denuncia, cuyo patrimonio ya es de los medios masivos.”
Matanza, del Grupo 1º de Mayo, es otra producción clave. Rodada en el Barrio María Elena durante los primeros cortes de ruta en 1998, muestra cómo familias enteras de desocupados inician su marcha en busca detierras, salud, educación y trabajo. Cuenta Rubén Delgado: “Ibamos a los cortes y compartíamos vivencias con la gente, y lo que más impresionaba eran los testimonios tipo ‘a nadie le gusta cortar una ruta –extracta–, es traumático estar con los chicos acá, un lugar frío, peligroso y feo’. Nosotros lo vivimos así, privilegiamos la visión humana”. Matanza se proyectó en la Universidad de Madrid y en Barcelona para unas 2 mil personas. También en el Sindicato de Camioneros de París y, a instancias de Osvaldo Bayer, en la Universidad de Berlín. “El cacerolazo de Berlín lo hizo gente que vio Matanza”, destaca Emiliano Penelas, socio de Delgado. El Grupo 1º de Mayo imita la metodología de organización piquetera. Lo explica Delgado: “También hacemos asambleas para determinar los cortes de la película, etcétera. Queremos tener el perfil de la clase obrera”.
Es habitual que, tras cada corte de ruta, aparezca material revelador con una realidad distinta. Ojo Obrero, por ejemplo, filma las marchas desde adentro, con una visión opuesta a la de las cámaras de la policía o de la TV que, por lo general, se ubican cerca de las fuerzas de seguridad. “Unos compañeros cocinan, otros se encargan de la seguridad y nosotros filmamos. Quien lea el Manifiesto Fundacional del grupo verá que reivindicamos el método piquetero. En síntesis, somos piqueteros y hacemos cine.” Penelas, de 1º de mayo, brinda más detalles. “La cámara nunca es inocente. Con ella va la mirada de quien filma. Nosotros tratamos de no alimentar prejuicios del tipo ‘uh... estos tipos otra vez cortando la calle’. Siempre tomamos parte por los reprimidos.”

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