AMAPOLA DEL 66
› Por Claudio Kleiman
1. Amapola del 66
(Divididos): 10 votos
2. Creo que te amo
(107 Faunos): 6 votos
3. El Mar de las almas (Carajo), Viva Elástico (Viva Elástico), Spinetta y Las Bandas Eternas (Luis Alberto Spinetta) y
El Perfume de la tempestad (Indio Solari): 4 votos
Como una fruta madura, la elección de Amapola del 66 de Divididos como “Mejor Disco Argentino de 2010 por sus pares, los músicos, cae por su propio peso. El nuevo trabajo de estudio del trío tardó casi 8 años en llegar (el anterior fue Vengo del Placard de Otro ‘02), pero puede decirse que el tiempo transcurrido estuvo bien empleado.
Divididos siempre hizo las cosas a su propio ritmo, y si bien nunca estuvieron ausentes de los escenarios, seguramente ese fue el tiempo que les tomó reconectarse con su esencia a través de una colección de nuevas canciones sin desperdicio. Amapola del 66, primer álbum con el baterista Catriel Ciavarella, retoma lo mejor de su propio legado y lo funde con las influencias que los forjaron como músicos de este lugar y de este tiempo. En sus temas aparece el legado del primer rock nacional y también del folclore, una influencia tan inevitable como bienvenida, ya sea a través del padre de Diego Arnedo (el gran compositor Mario Arnedo Gallo, del cual incluyen La Flor Azul), de las zambas que interpretaba Ricardo Mollo en la escuela primaria o la marca de Santaolalla como productor en La Era de la Boludez (que brindó la inolvidable versión de El Arriero). Divididos incorpora esos hitos y los rodea de un aliento épico, que tamiza su admiración por Jimi Hendrix, los Who y Led Zeppelin, trasladándolas a las estremecedoras visiones de civilizaciones pasadas, aún presentes en el noroeste argentino y más específicamente en Tilcara, refugio espiritual del guitarrista en los últimos años y lugar elegido para la presentación “ofical” del álbum (además de haber inspirado dos canciones extraordinarias, Senderos y Jujuy unidas por un recitado del poeta “Churqui” Choquevilca).
En el sonido de Divididos hay tracción a sangre, hay autenticidad, están las huellas de todo el camino recorrido. Están los tributos a sus años formativos en Sumo (Muerto a laburar), a los pioneros del rock nacional (Amapola del 66) y al rock internacional que sembró una actitud y una filosofía a la cual mantienen una fidelidad que es parte de su mística (la edición como álbum doble en vinilo incluye una versión de With a little help from my friends, que homenajea la realizada por Joe Cocker en el original Festival de Woodstock). Y hablando de la edición en vinilo (que incluye otro tema inédito en el CD, Pereta Voyeur) vale la pena decir que —al margen de que es otro de esos gustos que pueden darse al haber creado su propio sello discográfico, La Calandria—, el sonido guitarrero y analógico del trío, esa maravillosa creación que sólo funciona con tracción a sangre, encuentra en los surcos del LP su medio más representativo.
Pero la mirada hacia el pasado no es una invitación a la nostalgia sino una apuesta al presente, a reconectarse con la naturaleza y los elementos que hacen que la raza humana pueda seguir siendo merecedora de ese nombre. A pesar del estilo no lineal de las letras del grupo, el mensaje queda lo suficientemente claro: “No ecualices tu corazón”, ante un panorama donde “la madre de este invento fue la angustia, hoy la industria”. Frente a esta situación la respuesta combina el idealismo con el llamado a la acción, como aquel graffiti del mayo francés que reclamaba “seamos realistas, pidamos lo imposible”. En el caso de Divididos, después de establecer una diferenciación categórica (“vengo de ayer/no soy ayer”), la propuesta “no es reedición, es redención. Ponte de pie, hombre ilusión”.
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