El NO publica textuales de una entrevista inédita del periodista Claudio Kleiman para la web de divididos.com.ar, con motivo de la salida de Amapola del 66 en vinilo.
› Por Claudio Kleiman
Mollo: —Lo que te permite el vinilo es eso, jugar con los estadios. Hay una obra que dura 22 minutos y después tenés que dar vuelta el disco. (...)
Mollo: —Un poco lo que no te permite el cd. El cd es como un concepto, que además al no tener esos intervalos, es como que tenés que sostener la obra también. Eso es lo que nos costó un poco en el cd. Por eso tuvimos que sacar uno de los temas. Porque no se sostenía en ese solo lado que dura más de una hora. Entonces, ¿cómo sostenés la atención durante más de una hora?
Mollo: —Es que debería ser así. Yo creo que es medirlo en la capacidad del soporte y no medirlo en la obra que querés mostrar.
Mollo: —También, claro. Es como lo más natural.
Mollo: —Hace muchos años, ¿una hora de cátedra cuánto tiempo es? Son 45 minutos. Es el punto de atención.
Mollo: —Y por qué hacerlo en relación a un soporte y no porque la obra te lo pide.
Mollo: —Donde está el punto de atención.
Mollo: —Hay discos de Frank Zappa de 35 minutos.
Mollo: —Porque además el tema de la duración tiene que ver con la calidad de audio. Cuanto más tiempo le metés, tenés que negociar la capacidad de audio del surco.
Mollo: —Un rango dinámico, La brecha del ferri (risas).
Arnedo: —De todas manera lo que nos gustaba determinado disco lo pasábamos, y otra vez la capacidad auditiva se iba...
Arnedo: —A El Lado Oscuro de la Luna, íbamos y veníamos, dos vueltas le pasábamos.
Mollo: —En vez de estar en tu sala de ensayo, dándole un poco más, lo arregla una computadora. Y no está bueno. No está bueno artísticamente, en el sentido de que cuando lo utilizas por fiaca, y no por una cuestión artística. O sea la utilización del sistema por decir “no pará, ya está, cortame un pedacito de acá y ponémelo allá”. No está ensayado. Es como que siempre tiene ese punto de sutura que a lo largo de la obra creo que se nota.
Mollo: —Es la vagancia total (risas).
Mollo: —Pero eso se hace con la guitarra. Uno repite ese pedacito hasta que le sale.
Mollo: —Así dijo un ingeniero: “Dejame las vocales que yo te lo canto” (risas). A, E, I, O, U...
Mollo: —Claro, todas las partes melódicas de las vocales, el tipo cantaba una secuencia... En realidad, era un chiste. Dejame las vocales que yo te las acomodo en los lugares donde deberían estar. Te lo afino, te lo pongo. Se puede afinar, o sea, le erraste en la A y no pasa nada. Dejame una A, que yo te la pongo en el tono y yo te la extiendo.
Mollo: —El otro día escuché una promoción que dice, “ahora te vas a dar cuenta por qué los instrumentos son una cosa del pasado”. Mostrando la tecnología moderna, cómo podés hacer música a través de un teclado.(...)
Mollo: —Ojo, hay algunos que andan por ahí. Pero estamos hablando de lo que sale a la luz y lo que se ve, y es como que no hay resto. Cuando subís al escenario no estás en el estudio donde podés repetir las cosas. Y es ahí donde se nota la falta de ensayo, o el sentarte un rato más.
Mollo: —Sí, y le da más protagonismo a una persona que no está relacionada con el arte, que es el ingeniero de sonido. Porque termina siendo el director de la orquesta, porque es el que hizo que el bajista tocara con el baterista. Y que el guitarrista tocara eso que no pudo tocar, y que el cantante cante eso que no pudo cantar. Termina siendo como el integrante nuevo de la banda.
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