Jueves, 26 de mayo de 2011 | Hoy
107 FAUNOS IRRUMPE CON SU PROPIA FANTASíA
Esta banda que hace culto de ensayar poco y tocar mucho, dice haber probado todas las opciones posibles para juntarse a practicar, pero la ciudad se los va comiendo. “Fluimos en ‘una dinámica de lo impensado’, como diría Dante Panzeri”, dicen.
Por Santiago Rial Ungaro
Estamos en un festival under, donde tocan los 107 Faunos. La gente sigue atentamente el show y, tal como suele suceder en sus recitales, varios músicos o seguidores de la banda suben a cantar en los pocos micrófonos que hay. Algunos también suben a improvisar percusiones y toman prestado los instrumentos que les sobran a los Faunos. Hasta acá, dentro de lo que es el caótico universo del grupo, todo es más o menos normal. Pero al lado hay un baterista veterano, que parece ser amigo de los Faunos. Está bastante descontrolado. Después dirá que mezcló LSD con cocaína, una mezcla para nada recomendable, que despierta todos sus demonios y unas ganas frenéticas de tocar. Cuando se le acerca a Gastón Olmos, batero de los Faunos, para pedirle de tocar un tema en la batería, Gastón sonríe, se sorprende alegremente y se levanta dándole los palillos de la batería a su veterano colega, que se sienta a tocar con el resto de la banda. Toman el cambio de baterista con total naturalidad. Mientras Gastón toma unos tragos de cerveza y sonríe alegremente, el baterista veterano toca (un par de temas, cosa de sacarse las ganas), se levanta y abraza al baterista de los Faunos, que se sienta y sigue tocando, como si nada. Y es que no pasó nada: los temas sonaron bien. Todos quedaron contentos. Bienvenidos al universo de los 107 Faunos.
¿Cómo hace una banda que se vanagloria de no ensayar, que no son grandes instrumentistas, tampoco grandes cantantes, para lograr que su disco sea considerado (según los votos de los músicos en la encuesta del año pasado de este mismo suplemento) como el segundo mejor disco del año pasado?
Respuesta tentativa: ¿por las canciones? En parte sí, por supuesto. Cortas, pegadizas y deliciosamente surrealistas, las canciones de los Faunos son uno de esos raros ejemplos de cómo la poesía se puede convertir en canción: “El sabor efímero de la gloria secreta”, cantan en La gloria secreta, y de algún modo definen el talento para las miniaturas pop que distinguen el sonido del grupo: sucio y desprolijo, pero paradójicamente preciosista y tierno. Con su romanticismo de lo fantástico y la acumulación de los aportes sonoros de los seis integrantes de la banda (Miguel Ward en guitarra y voz; Javier Sisti Ripoll en voz y guitarra; su hermano Félix en el bajo; Juan Pablo Bava en percusión y guitarra; Morita Sánchez Viamonte en teclado; y el ya mencionado Gastón Olmos en la batería), los Faunos son de algún modo un grupo kitsch. Pero no se trata sólo de una operación estética: los Faunos son también una suerte de cofradía, un grupo de amigos que se divierten haciendo lo que quieren y lo que pueden, compartiendo algo así como una ética del capricho: cada uno hace lo que quiere... cuando puede y como puede.
Miguel Ward: “Muchas veces el mínimo momento que tenemos para vernos es en el recital mismo. Más que una pose o una bandera, es una realidad: somos seis integrantes con actividades diferentes y muchas veces nos cuesta coordinar un momento para ensayar. Probamos distintas opciones como ensayar con menos integrantes, ensayar de mañana, a la noche muy tarde, pero la verdad es que últimamente ensayamos en vivo... si es que podemos ir todos a tocar. Fluimos en ‘una dinámica de lo impensado’, como diría Dante Panzeri”. La cita al gran Panzeri (extraordinario periodista deportivo y autor del clásico Fútbol, dinámica de lo impensado) confirma que los Faunos son gente curiosa, con inquietudes artísticas que van más allá de los clichés del MTV Way of Life. Miguel es profesor de Comunicación, Cultura y Sociedad en la universidad, y junto a Gato son los dos compositores de un grupo que sólo pudo gestarse en ese microcosmos saturado de bandas y de estudiantes de Bellas Artes que es la ciudad de La Plata.
“Somos un súper grupo de súper grupos”, arenga el Gato cuando intento rastrear las muchas bandas anteriores de los actuales 6 integrantes de los Faunos; aunque seguramente proyectos como Grupo Mazinger, El Destro, Japón y Campeón Mundial (de donde salieron los miembros de la banda) justifican el orgullo de Gato, la realidad es que para ser un súper grupo los Faunos son demasiado caprichosos. Los Faunos aceptan que casi ninguno estudió música, que no prueban sonido (“llegar todos a un lugar a un mismo horario es imposible”, coinciden), que no tienen instrumentos... Y la verdad es que, con esta actitud, que no se entiende si es absolutamente infantil o paradójicamente madura, nunca van a ser la banda nueva.
“El tema es que yo no puedo tocar mucho, entonces hay un montón de bateristas que me reemplazan”, me explica Gastón. “Pero quizá no ensayamos para después no perder las ganas”, arriesga este baterista entrañable que trabaja de diseñador gráfico y que, a pesar de su parsimonia (o gracias a ella), es un miembro insustituible del grupo. Gastón también se encarga de los hermosos e inconfundibles volantes y de la gráfica del grupo, pero son muchas las veces que, por su trabajo, no puede ir a tocar en vivo.
Morita: “También hay muchos suplentes. Hay casi un equipo suplente entero”. Así es como integrantes de Go Neko, de los Reyes del Falsete o de El Mató pueden aparecer como parte de los Faunos. Para cada problema parece haber una solución. Aunque, como dice el proverbio chino, “un problema que no tiene solución ya no es un problema”. Esa es la actitud de una banda que, como The Pogues, suele sumar gente en sus escenarios de manera a veces vertiginosamente abrupta. “Si vamos a tocar a Lonchamps y alguien nos hace de chofer, va a tocar algo seguro: vino con nosotros. Corremos esos riesgos. Lo que hacemos es algo súper al límite”, dice Gato.
En la página web de los 107 Faunos hay una lista que incluye toda la gente que tocó con la banda, con una foto de cada uno. Son un montón (ya hay 58 y la lista va a seguir creciendo), pero Morita, la tecladista de la banda, se las ingenió para hacer una breve descripción de cada uno, a la que le agregaron una foto.
Gato: –Tampoco fue algo muy pensado, capaz que tiene que ver con que no hubo una formación muy fija al principio. Después lo empezamos a analizar un poco porque también es algo simpático. La mayoría igual toca percusión o coros, que son instrumentos que no necesitan cables.
Como si tuvieran pocos problemas, los Faunos apuestan al caos amistoso casi con devoción.
Morita: –Pero también hay otros problemas. Seguimos emborrachándonos antes de tocar y hace un montón de tiempo que tocamos. Pero es una elección. Todo lo que hacemos es una elección. La plata que tenemos la gastamos en alcohol. Una de las pocas veces que ganamos bastante plata para invertir nos compramos una heladerita”, dice Morita, la bonita tecladista y novia de Santi Motorizado, que se luce especialmente en la película Creo que te amo, de Germán Greco, homónima de su segundo disco, editado el año pasado. Gato asiente: “Es cierto. Y con lo que nos quedó, llenamos la heladerita”.
Lo cierto es que desde su elegante caos la banda sigue creciendo. Pero a la hora de hacer “marketing” con un poco de parafernalia, los Faunos hicieron el año pasado una calcomanía con una montaña. Una montaña que ni siquiera es la misma que aparece en la tapa de Creo que te amo. De algún modo, esa calco con una montaña (en ningún lugar aparece el nombre del grupo, ni del disco, ni nada) confirma que el grupo tiene su propio mundo, un universo que, con todas las licencias poéticas que quiso tomarse, está presente en la película de Germán Greco. Mitad documental de ficción y mitad videoclip del disco, la película muestra diversas viñetas en las que se ve a los integrantes del grupo ensimismados, viviendo una vida cotidiana en la que todo resulta de algún modo simpático, poético y estético: ya sea tomarse una cerveza sacada del baúl de un auto, robar en un supermercado, andar en bicicleta o comerse una buena pizza.
Félix: –Nosotros tenemos un amigo, Pablo Marín, que nos hizo una película en Súper 8, y la presentó en un par de festivales (el de Colorado) y ahí entramos un poco en el circuito del cine independiente. Y ahora Germán quiso hacer una tesis para egresar y al final la película la pasaron en el festival de cine independiente. El chabón perdió una tesis, pero ganó una película. Y así, medio como por inercia, entramos en el mundo del cine.
Y es que los Faunos son algo que se expande: “Dentro de ese quilombo, estamos re organizados. Creo que lo que nos une es el cualquierismo”, reflexiona Gato, que es parte del sello Laptra, de donde salieron sus amigos de El Mató a un Policía Motorizado.
Gato: –Al principio había una cuestión como curatorial, de editar cosas que nos gusten. Yo tuve problemas con gente que me decía que quería poner plata para ser parte de Laptra. Si vos venís con algo que nos parece que está bueno, a mí no me importa que seas mi amigo, o que tengas plata. Nosotros, cuando empezamos con el sello, ni sabíamos lo que hacíamos.
“Ser el mejor en lo peor: toda una misión cumplida. Una obra gigante. Una obra gigante”, cantan los Faunos en su último disco, y quizás en esta letra, y en la manera en que viven la utopía de fusionar el arte con la vida cotidiana, resida el valor agregado de esta bizarra unión. Ese magnetismo que hace que la gente se suba a tocar, que haya suplentes y que se pueda no tocar que, total, alguien va a querer tocar.
En cinco años de trayectoria, con “apenas” dos discos en su haber, en los Faunos ha habido dos opiniones contradictorias: una que siempre los censuró por “hacer cualquiera” y otra que, como un virus, afirma y arenga a quien quiera escucharlos en vivo que “los Faunos en vivo son una fiesta”.
“Sí, para los que les gusta la banda somos una fiesta, y para los que no... somos una catástrofe”, dice el Gato, y sonríe cual Gato de Cheshire Platense.
* 107 Faunos toca el 2 de junio en Niceto, Niceto Vega 5510.
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