INDIE II > GUERRA DE ALMOHADAS PRESENTA GUERRA DE ALMOHADAS
Esta banda mullida de buenas canciones encapsula la bronca,
la decepción y las alegrías sub-25. Ya no más golosinas, ni caballeros zodiacales.
› Por Luis Paz
”No estamos en diciembre de 2012, el Diablo no llegó para salvarnos. El mundo está por acabarse, no queda tiempo”, rompe la voz de Tomás Stagnaro, cantante, tecladista y guitarrista de Guerra de Almohadas, en la canción que abre su debut epónimo, la (ya no tan) elocuente Manchester. Y en pocos segundos queda claro lo que el disco de la chica vomitando, como puede que su arte de tapa termine perpetuando al flamante Guerra de Almohadas, tiene para ofrecer: un grito que encapsula el hastío, la bronca, la decepción, el desconsuelo, los fetiches y las alegrías de la generación sub-25, esa sensación de que el mundo acaba y, con él, efectivamente se acaban los supercampeones, los rockstars, los caballeros zodiacales, las golosinas, el metegol y los besos afanados en un boliche. Pero GDA se anticipa al fin y, en este disco de guitarras apocalípticas, le saca la lengua al futuro.
El cuarteto (Juan Leborans en guitarra, Facundo Nakamura en bajo y Paul Thielen en batería, además de Stagnaro) se reunió en 2007, y un par de años más tarde cristalizó este álbum de fina cepa guitarrera, entre Manchester y Jesus & The Mary Chain, con el energético desgano de Oasis y el fin de los tiempos como alegoría de la adultez. Y luego de más de medio centenar de conciertos tocará este lunes en Ciudad Emergente. “Es la única chance que tiene un grupo como nosotros de tocar en un lugar así, con buen sonido y gratis. Entonces no voy a no tocar porque lo organice el Gobierno de la Ciudad, aunque le reclamo a Macri y a los anteriores jefes de gobierno que no hayan apoyado a la cultura. Ciudad Emergente son cinco días y se acabó: me gustarían más lugares para tocar y menos bicisendas”, reflexiona Tomás.
Si algo caracteriza a los miembros de GDA son sus facetas como buenos inconformistas. Facundo Nakamura menciona su falta de comodidad con cómo suena, se representa y funciona el rock: “Demasiadas trabas y cosas extrañas suceden en el rock, y no sólo en el mainstream. El indie de acá está controlado por poca gente: se mueve en unos cuantos lugares chicos y eso no ayuda a una industria independiente. Los que hacemos la nuestra, terminamos cayendo en el sinsentido de pagarle al dueño de un bar para tocar y que todos ganen plata menos vos”. Stagnaro se proclama inconforme lo mismo con el ambiente y defiende la “sana ambición” de su banda: “Acá está esa idea de no venderte si hacés rock, pero los Rolling Stones vendieron millones de dólares. No revolucionaron la economía sino la música. Y nada más”.
Incluso Tomás va un poco más allá con una proclama que se niega al trasvasamiento generacional de las actitudes, las prendas y los planes de nuestros padres: “Estoy fuertemente en contra de lo que se supone que un joven de nuestra edad debe hacer cuando termina el colegio: ir a estudiar, trabajar y tener hijos. Con la banda intentamos ir en contra de eso”, dice, y en su respuesta se entrometen los ecos de sus odas a las Modas, a las Drogas, al Mundial y a la Televisión, por caso. Aunque puede resultar algo trillado e ingenuo, el fundamento para esa oposición queda más que claro en Guerra de Almohadas, donde las vacaciones son para siempre. En 1993, el tema de cierre, confirman: “Nuestra era termina, pero nos queremos quedar”.
* Guerra de Almohadas toca el lunes 20 a las 16.30 en Ciudad Emergente, Centro Cultural Recoleta, Junín 1930. Ese día habrá un show de cierre sorpresa.
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