PUB CRAWLERS AL ATAQUE
Todos los jueves se reúnen en Plaza Armenia para ir de bares, pegar gritos porristas y tomarse todo a su paso. Un raid con estadounidenses, ingleses, mexicanos, japoneses e israelíes y... argentinos filtrados en la fiesta.
› Por Por José Totah
A primera vista, no se entiende bien qué hacen treinta hombres y mujeres reunidos en Plaza Armenia, un jueves a la noche, con un frío tremendo, pegando grititos de felicidad y diciendo cosas como “Party time”, “Come on” y toda clase de aullidos dignos de una porrista de la fraternidad Alfa Omega, muy al estilo de lo que muestran las películas sobre la juerga en universidades yanquis. Tienen entre 20 y 30 años y se hacen llamar Pub Crawlers (adictos a los pubs) y su única misión es emborracharse bastante y, a veces, terminar enfiestados. El NO se mezcló entre ellos sin levantar demasiado la perdiz, bebió codo a codo y sobrevivió a una noche de descontrol como las del programa de tevé Wild On, pero en versión criolla.
22.30 Están atacando cajas de pizza y cajones de cerveza. Hay ingleses, mexicanos, japoneses, israelíes y estadounidenses, tipos con mucha pinta de turistas y chicas vestidas para matar. Se los nota contentos, porque la mayoría pagó 80 pesos por un brazalete que les da descuentos en los tragos que están por consumir. De eso se trata el asunto: los Pub Crawlers son una organización que se dedica a llevar extranjeros de copas por Buenos Aires (también lo hacen en Santiago de Chile, Río de Janeiro y San Pablo). Esta noche los harán caminar en tropilla por la ciudad y los meterán en tres bares. Y una vez que estén relativamente mamados, irán todos a una fiesta. Eso explica Matt, un neoyorquino que da las instrucciones al resto del grupo. “It’s gonna be wild” (“Va a ser salvaje”), anuncia, y el resto acata con el clásico gritito yankee:¡wuuuuuuu! Jasmine, una colaboradora, saca fotos que al día siguiente estarán en Facebook. Mientras tanto, la cerveza oficia de aperitivo. “Cervezzitaaaa”, aúllan. Y el tour comienza.
23.16 Es momento de avanzar hacia el primer reservorio alcohólico. Una señal de Matt, que ahora tiene puesto un sombrero mexicano, alcanza para que todos empiecen a moverse. Queda claro que él y sus tres compañeros de remera negra serán quienes den las órdenes. Minutos antes de arrancar, nos dan maracas, anteojos con la bandera de México y un par de collares. En la caminata, detectamos el vozarrón inconfundible de compatriotas argentos camuflados en el grupo: tres muchachitos porteños a quienes, claramente, les pasaron el dato de que acá se levanta en serio. Con ese único objetivo se unieron al paseo. “Es más barato que ir al boliche y siempre te llevás una turista calentona”, dice uno, haciendo recordar a esos programas de Animal Planet en los que se muestra a las aves de rapiña sobrevolando el rebaño, esperando que la gacela más débil quede rezagada para hincarle el diente. “Los argentinos no pierden el tiempo”, se ríe una de las guías, Eli, una salvadoreña de 23 años que vino a Buenos Aires para estudiar.
23.25 Cuando ingresamos en patota al bar Tazz –el primero de los tres del programa–, sobre Armenia, un mozo se acerca con shots de vodka con limón, bastante rebajados. Cada cual bebe y se dispersa en el salón. Por primera vez, distinguimos a un japonés trajeado, parecido al que viajaba en el tiempo en la serie Héroes, y a dos chicas israelíes muy tímidas que miran de reojo a la rubia loba del grupo. Todos hacen uso de la pulserita y beben como esponjas. El japonés explica que vino a la Argentina para trabajar en una empresa nipona de primera línea y que ésta es su primera salida. Tiene el entusiasmo y la torpeza de un colegial. Las chicas lo ignoran olímpicamente. En el primer piso del lugar transcurre una reunión cumbre: los guías evalúan cómo viene la noche y cuáles son los pasos a seguir. Es el almirantazgo el que analiza la marcha de la batalla.
0.01 Salimos de Tazz y, misteriosamente, el ganado se duplica. Alguien parece estar corriendo la voz. Hay más nacionalidades, más guías de remera negra, más cotillón, más grititos. Caminamos por Honduras y todos miran al pelotón, desde un policía que le escanea la minifalda a la salvadoreña hasta los comensales de un restaurante. ¿Así de observado es uno cuando va de turista? Si fuésemos un malón de elefantes de la India pasaríamos más desapercibidos. Cruzamos Juan B. Justo y llegamos al segundo bar: Crash, sobre Honduras, donde nos reciben los mismos shots del boliche anterior. Matt anuncia “un concurso hot”. Y todos responden... ¡wuuuuuu!. Analizando un poco, quizás ese sea el sonido que emiten los turistas felices, del mismo modo que algunos perros gimen de placer cuando les rascan la panza.
0.10 Crash cierra sus puertas y tenemos la sensación de estar en una zona liberada. El japonés pasa bailando en trencito, completamente ebrio, las chicas se pegan cuerpo a cuerpo y una rubia se acuesta en la barra. Ese es el “hot contest”. Arriba de la rubia va otra mujer, muy pechugona, que le vacía un chorro de bebida a medio metro de distancia. Luego, le pone un shot en el ombligo y se lo toma. Las fieras rugen. La música sube. Así debe ser el infierno si uno se porta bien. Pero Kyle, nuestro contacto de la organización, el único que sabe que el NO está allí infiltrado, sigue sin mostrarse y decidimos ir a buscarlo al tercer bar, antes de que lleguen los demás, para que nos cuente qué son los Pub Crawlers y a quién se le ocurrió la idea. En definitiva, es a quien queremos entrevistar.
1.06 Estamos haciendo algo que no está permitido: abandonar el grupo y hacer la nuestra. Nos escabullimos de Crash y cruzamos hasta el tercer bar, Hatrick, también sobre Honduras. Dos de los tres argentinos nos interceptan, sorprendidos. “¿Qué hacen acá?”, interpelan, sintiéndose descubiertos. Se escaparon para estudiar el terreno y recibir a las yanquis alcoholizadas. Son tigres que tendieron una emboscada desde lo alto de un cañadón. Sólo falta Tristán y ésta podría ser una película de Olmedo y Porcel. Nosotros vinimos a buscar a Kyle, aún inhallable.
1.46 Pasamos un rato en Hatrick y vemos llegar a los extranjeros. Las israelíes ya no forman parte del grupo; deducimos que ya las subieron a un taxi, derechito al hostel, o que se aburrieron y se fueron. Decidimos ir a “la fiesta”, que se hace en un boliche sobre Fitz Roy llamado Melmac. En la entrada decimos que somos amigos de Kyle y nos mandan al primer piso para hablar con él. La escena es intimidante: en el boliche confluyen turistas de todos los grupos, como en esos viajes de egresados que terminaban en Cerebro, Rocket o Grisú, en Bariloche. La pista de baile es una Babel en la que predomina el inglés, pero se escucha un poco de cada idioma. Pero el DJ nos dice que seguramente Kyle esté en Hatrick.
2.39 Volvemos a Hatrick en el momento en que la manada inicial ingresa a Melmac. Por las caras, estos muchachos se tomaron todo. Pareciera que ni los argentinos les siguieron el ritmo, porque no queda ni uno. O quizá ya están en algún telo de Juan B. Justo. En Hatrick asoma un colorado que tipea en su Blackberry. “Soy Kyle. ¿Ustedes me estaban buscando?” Debe andar por los 30 años, nació en San Diego y aterrizó en Buenos Aires en 2008 para hacer un posgrado y, ya que estaba, poner un bar en el centro. Tiene pinta de universitario y su nariz está tan roja que parece que la hubiera empapado en un barril de ron. En perfecto castellano aporteñado dice que Pub Crawlers es un concepto europeo que prendió muy bien en las principales ciudades de Estados Unidos. De hecho, en el último día de San Patricio se hizo un Pub Crawl para mil personas en Chicago. En Buenos Aires, estos tours se llevan a cabo todos los días, salvo los domingos. Los lunes y sábados la recorrida es por San Telmo; los martes y viernes, por Palermo Hollywood, los miércoles por Las Cañitas y los jueves por Palermo Soho. En julio, el mes de mayor concurrencia, los grupos llegan a ser de 120 personas y el record es de 250 Pub Crawlers en una sola noche.
2.51 Kyle asegura que la idea fue de un tal Roger, que creó la empresa en 2006 y fue sumando ciudades en América latina. Pero lo cierto es que los Pub Crawls son famosos desde antes: según el libro Guinness, el primer pub crawl masivo se realizó en 2005 en Maryborough, Australia, con 4718 personas de bar en bar. Charlamos en la vereda, pero Kyle nos pide que lo acompañemos a Melmac para atender cuestiones operativas. Su celular suena todo el tiempo y el colorado parece tener la situación bajo control.
2.59 Ni hace falta volver a la fiesta, ya entendimos cómo funciona la cosa: la vida es, definitivamente, parecida al campus de una universidad yanqui. Así de embobados quedamos (el vodka no estaba tan rebajado). Sin embargo, un llamado que recibe Kyle nos devuelve a la realidad. Cuando atiende, se pone casi violeta de bronca y pronuncia la frase que hace caer el telón. “Uy, me voy volando, cayó la Municipalidad”, dice, lanza una de esas puteadas bien nuestras y desaparece en el mundo de Melmac.
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