BAT-MARIO, EL HOMBRE MURCIéLAGO ARGENTINO
En algún lugar del Conurbano tiene su guarida uno de los mayores coleccionistas de Batman de la Argentina, que se desplaza en un batimóvil y viste como un rockabilly de los años ’50.
› Por Jose Totah
En cada edificio existe una historia para contar. Es cierto que todos somos héroes anónimos (el oficinista, el músico, el empleado público) en algún punto, pero hay quienes son más glamorosos que otros. Qué decir si no de un hombre que se hace llamar Bat-Mario, tal vez el mayor coleccionista de Batman en la Argentina, que viste como una estrella de rock de los ‘50, se mueve en un Dodge del ‘73 lookeado como Batimóvil y canta en la mejor banda rockabilly de estos pagos. El NO lo visitó en su Baticueva y esto fue lo que pasó.
Mario Fernández tenía ocho años cuando descubrió, en la casa de su primo, entre libros, papeles y juguetes, un comic de Batman en español. Lo tuvo en sus manos, lo pesó, evaluó tapa y contratapa como un coleccionista experto y comprendió que ese superhéroe no sólo iba a marcar su vida sino, también, a esculpir su propia personalidad. “El comic se llamaba El espectro de Batman y es uno de mis objetos más valiosos”, dice mientras muestra el ejemplar, con el orgullo de quien sostiene una Biblia privada. “He llegado a leerlo arriba de una franela para no mancharlo.”
Estamos en el dormitorio de su casa de Olivos, a metros de la avenida Maipú. En ese cuarto tiene su cueva de Alí Babá, su santuario: un placard en donde guarda muchos de los objetos que la industria batmaníaca generó en el último medio siglo, desde muñecos de todos los tamaños hasta comics, autitos, remeras, banderas, lo que sea que tenga el sello del murciélago. Además, Bat-Mario –el apodo que le puso una banda surfer llamada The Tormentos– atesora todos los capítulos de las tres series de Batman, de 1943, 1949 y la más famosa de 1966, con un incunable: un piloto inédito de la Batichica.
Bat-Mario tiene un Dodge Coronado que fue modificando de acuerdo con los cambios de look que tuvo el Batimóvil en los últimos setenta años. “Primero lo acondicioné para imitar al que usaba Batman en la serie de 1943; ahora está más parecido al que muestran los comics actuales”, explica. No es casualidad que su propio hijo se llame Bruno –músico como su padre y un pequeño milagro de la batería–, al igual que el excéntrico millonario Bruno Díaz, la identidad secreta de Batman.
Mario nos cuenta todo esto desde el sillón de la sala, chop en mano y frente a un piano de cola que toca desde que era chico. Está apoyado en dos almohadones de leopardo y usa una remera negra de Batman, pantalones ajustados, botas de gamuza beige y jopo al cielo. Su banda, Los Salvajes Rockabilly (www.salvajesrockabilly.blogspot. com), tiene dos discos en la calle y un público fiel. “Nos sigue gente que le gusta el rock, surfers, punks, chicas pin up, psychobillies”, afirma. En sus brazos luce, tatuados, un murciélago, su guitarra Gretsch modelo Hot Road (una típica viola rockabilly), y un corazón en llamas que dice “rock and roll”.
Se sabe: uno es capaz de hacer muchas cosas cuando algo lo apasiona en serio. Bat-Mario lo hizo todo por su héroe. Junto a un amigo le encargaron a un modisto un traje de Batman y otro de Robin (“yo era Robin”, admite). La dupla se filmó llegando con el Bat-Dodge a las escalinatas de Tribunales y también en la calle Corrientes. “Nos sacaban fotos y los canas nos miraban sin saber qué hacer”, recuerda.
Pero, sin dudas, uno de los hitos de su relación con el murciélago fue en la Convención Fantabaires de 1999, que trajo al mismísimo Adam West, protagonista de la serie del ‘66. “Cené con él, con Frank Gorshin, que hizo el famoso papel del Acertijo, y los dos directores de la revista Batmanía en una parrilla de Avenida de Mayo. Le expliqué a Adam que había dejado mi Bat-Dodge en la calle y el tipo no podía parar de reírse. Me contó que a él una vez se le había quedado el Batimóvil y lo tuvieron que empujar con Robin (el actor Burt Ward)”, evoca. “Fue el sueño del pibe.” Pero West y su archienemigo le regalaron más perlitas. Al llegar a la parrilla, el viejo murciélago miró el restaurante y entró corriendo a lo Batman, ante la mirada azorada de los mozos. Antes de ingresar, soltó una de sus frases de acción preferidas: “¡Let’s go!’”. Luego, en el camarín de Fantabaires, el propio Gorshin bebía agua y balbuceaba incoherencias volcándosela encima, emulando a uno de sus personajes. Faltaba Batichica y estaban todos.
Mario también sostiene una amistad a la distancia con Alan Grant, guionista de los comics más oscuros de Batman, los que narran su verdadera existencia torturada. Y, a través del padre de uno de sus alumnos de guitarra, recibió de manos del propio Chuck Raven, productor de los dos últimos films del superhéroe, un poster de la película más reciente, la remera y los pins oficiales. “Fue mágico; me intriga cómo él mismo y su esposa se encargaron personalmente de preparar la encomienda”, se sigue preguntando quien hizo la página web más completa de Batman en habla hispana (www.bat-enciclopedia.blogspot.com).
Más allá de su faceta batmaníaca, Mario Fernández es músico desde antes de aprender a caminar, cuando lo sentaron así nomás frente a un piano. En su adolescencia deliró por Carl Perkins, Gene Vincent, Chuck Berry, Jim Binsen, Little Richard y Elvis, entre muchos otros, y pasó por una infinidad de bandas: Cosméticos, Los Tickets, Nenes de Mamá, Chagatas Blues, Bat-Mario y sus Boogiecats y la actual Los Salvajes Rockabilly. También fue pianista de Durazno de Gala, grabó en el segundo disco del Mono Burgos y en varios de Blues Motel.
Hoy en día dirige una “Escuela nocturna de rock and roll”, con alumnos de 20 a 40 años, y formó a tres chicos de 12 años en bajo, batería y guitarra para armar una banda que se llama Bat-Mario y su Escuela de Rock.
Al terminar la entrevista, llega la pregunta de rigor. “¿Cuál de todos tus objetos salvarías si tu casa se estuviera prendiendo fuego?”. Bat-Mario no duda: “Mi guitarra Gretsch y el comic La noche de los embrujos”. Aquel que lo cautivó cuando tenía ocho años y lo hizo calzarse el antifaz.
Así vive y piensa el Hombre Murciélago argentino. Porque, como dijo sabiamente El Joker en El Caballero Oscuro, la última película de Batman: “Lo que no te mata, simplemente te hace más... extraño”.
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