Jueves, 27 de octubre de 2011 | Hoy
MATíAS PEREGO INTERVIENE... ¡DE TODO!
Al “poeta plástico” lomense se le incendió el local donde iba a estrenarse con una muestra, pero zafó y ahora crea para Bléfari y exporta sus obras a Europa y Asia. Hay muestra gratis...
Por Santiago Rial Ungaro
“A mí no me gusta mucho la pintura”, desliza Matías Perego, pero que le guste o no es lo de menos: el gusto es del NO al entrar a su casita-taller en Lomas de Zamora. Toda la casa, desde las paredes y las ventanas hasta las deliciosas y coloridas tartas de verdura que preparó especialmente para la ocasión, está pintado, intervenido o escrito por este fascinante artista plástico que hasta fin de mes expone sus inconfundibles obras en la muestra Lo que no se usa, en el C.C. General San Martín. “Cuando estuve en España, fui a los museos y la verdad es que no me pasó nada. A mí esa solemnidad no me excita. En cambio, la veo a Rosario Bléfari y, en un segundo, me inspira.”
Perego, que ahora pone un casete con música de Victoria Mil, estuvo encargado de hacer el arte de tapa de Calendario, de Bléfari, pero lo suyo –una curiosa y colorida mezcla entre poesía y plástica, que suele fusionar palabras o frases con personajes siempre alegremente al borde de un ataque de nervios– empezó en 1997, cuando después de ser durante años “el pibe que andaba por las salas de ensayos y no podía parar de dibujar y pintar”, se animó a armar su primera muestra en un bar de Lomas que fue una prueba de fuego. Literalmente... porque se incendió unos pocos días antes de su debut artístico. Otro se hubiera desmotivado, pero este arengador profesional de propios y extraños fue con su viejo al bar y lo pintó de blanco, colgó sus cuadros, armó un fiestón y tuvo una pequeña revelación: la pintura, aunque no le guste, sería su techo y su comida. Ya sabía qué quería en esta vida: “Cuando vi que lo que hacía se podía vender, dije: ‘Listo’. Y no paré mas”.
Su pintura tiene algo visceral, alegre e imparable: una ética del capricho que devino en estilo inconfundible, pero que, en esencia, tiene mucho del I Don’t Wanna Grow up de los Ramones: “La verdad es que nunca quise abandonar el placer que me da jugar y divertirme, así que me las ingenié para hacer de eso mi profesión. Me puse el disfraz de artista plástico para poder seguir haciendo lo que me gusta y no distraerme con cosas que realmente no me interesan”. Un ejemplo de que el arte, muchas veces, pasa por la mirada: para él ningún lugar tiene desperdicio y, además de los centros culturales (hizo muestras notables en Sonoridad Amarilla), cualquier lugar es bueno para exponer, ya se trate de locales de comida rápida con sensibilidad pop, restoranes vegetarianos (“tengo un amigo que es cocinero, adonde va, me llama, y siempre hacemos algo”), disquerías de vinilos (como la insigne 33 1/3) y otros que logró que ya haya obras suyas en China, Japón, Suiza, Italia, España y Estados Unidos.
La influencia de la música en sus pinturas hace que sus muestras tengan algo recitalero y eviten el ambiente momificado de tantas exposiciones de arte. En su última muestra tocó Siempre, proyecto de Ramiro Gutiérrez (ex cantante de Chiquero, banda punk rock de principios de los ‘90, de vuelta de una década de exilio en España); y en la anterior, la cantautora Lucila Inés. Entre la autogestión anarca de Siempre y los inocentes cantos de Lucila se encuentra el estilo de Matías, que, como una esponja, se inspira con todo lo que lo rodea: “Me gusta ir a dibujar a bares porque me pongo a ver a la gente mientras mira fútbol o charla, y me pongo a escuchar las conversaciones. De ahí siempre salen frases que me inspiran algún cuadro. Es como si yo fuera un interlocutor del deseo o de las situaciones que veo”, cierra con pincel delgado.
Además de artista multidisciplinario (también escribió en la revista Babia, hizo cine en Súper 8 y, en una época, sobrevivió con esculturas que hacía exclusivamente para la venta), Perego es original, atrevido, y un copado que arenga a quienes lo rodean: “A mí siempre me hubiese gustado que me arengaran, así que ahora lo hago con los demás. ¿Para qué renegar de tu trabajo? Mejor es tratar de hacer algo que te guste... y tratar de ser un poco más feliz”.
* Lo que no se usa puede ser visitada hasta el domingo 30 de octubre en la Sala 2 del C.C. San Martín, Sarmiento 1551, de 15 a 22. Entrada gratuita.
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