› Por Luis Paz
”Es la revolución... o será una revuelta más”, canta Walas en Muerte al faraón, una notable canción del disco Ringo, que sus colegas destacaron como el mejor publicado en 2011 en la reciente encuesta del NO. Es un doble vaticinio condicional –será una cosa o la otra– que alerta tanto como interpela: que ambas puertas estén abiertas implica que, como la protagonista de Laberinto, hay que ser pillos para elegir el camino mejor.
En el momento de la aparición de ese álbum, la idea era aplicable a los procesos de insurrección juvenil en todo el mundo, de Medio Oriente a Occidente, de “indignados” a “anónimos”, de Twitter a Wall Street. Y lo es a la revuelta digital entramada con la aparición de WikiLeaks, Anonymous, Twitter como espacio aún no del todo claro de comunicación e inteligencia rebelde, y la exposición de las corrientes de Creative Commons (Bienes Comunes), el open source y el copyleft, por parte de algunos; contra las de la “piratería” y la “violación de los derechos de autor y de propiedad intelectual”, que denuncian las megacorporaciones del entretenimiento.
Este enero, esto entró en la palestra de la mano de las repercusiones por las iniciativas SOPA (“acción para detener la piratería online”) y PIPA (Protect IP Act o “acción para prevenir las amenazas en línea a la creatividad económica y el robo de propiedades intelectuales”), por el avance del Departamento de Estado y el FBI contra Megaupload, y por la respuesta del colectivo Anonymous, que intervino sitios de discográficas y, al cierre de esta edición, había cargado a la web el catálogo completo del sello Sony Music. Entretanto, en la Argentina parece haber quedado atrás la idea de aplicar el canon digital y, por otro lado, con el cierre del 2011 legislativo quedó sin ser sancionada la Ley Nacional de la Música, que algunos músicos y activistas también han criticado por entender que se basa en ideas cercanas al derecho propietario y los límites reproductivos.
No hay manera de que el NO sea concluyente respecto de estos temas, que son ejes de un debate abierto y profundo, pero este suplemento aporta este especial con una serie de artículos que pone en tensión los conceptos en boga respecto de arte y cultura, y sus procesos de creación, circulación, decodificación y aplicación. A partir de los casos de los músicos del trío Acorazado Potemkin (tres de los 150 millones de afectados por la clausura de Megaupload) y Mayer Hawthorne (un gran autor de hip-hop que pasó a ser soul por “recomendación” de su sello) y los colectivos BlipBlop (que pone en discusión la idea de la tecnología obsoleta) y Cafundó (que le da una vuelta de tuerca sociocultural al tema de la música popular), del estreno de la película Los Muppets (a la vez homenaje a una porción de felpa de la cultura juvenil y un negocio casi sin costo alguno) y del fenómeno de los ePubs (suerte de MP3 de código abierto para las obras literarias), el NO intenta sumar a las tensiones entre las culturas digitales y populares, abiertas o restrictivas, libres o propietarias, locales y globales, todas atravesadas por conceptos e ideales web. Quizás, sólo quizás, a lo que estábamos asistiendo era a una webolución. ¿O será una webuelta más?
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