PEPO, GEDIENTO Y MANTENIDO
Choreando a full
El protegido de Pablo Lescano habla de su banda, Los Gedientos del Rock, de la guita fácil, la ropa de Unicenter y del acto botón de Los Pibes Chorros (¡epa!). Desde su casa en San Fernando, con ustedes, un verdadero cumbiero punk...
Por Pablo Plotkin
Las dos groupies que ofician de confusas anfitrionas en la casa de Pepo reportan la situación del entrevistado: “Se acostó a dormir re-borracho...”. En el patiecito al frente de esta casa en San Fernando hay una jarra de plástico pegoteada de vino tinto y una parrillita todavía humeante. Después de una noche de bailanta, Pepo comió un asado bien regado, fumó y ahora duerme como un oso sobre un colchón junto a la ventana. No se quiere despertar. “Somos de Página/12”, le dice el fotógrafo. “¿Y el culo quién te lo cose?”, masculla Pepo entre ronquidos. Hace un rato había llamado él, desde un teléfono público, para concertar los términos de la nota. Incluso había prometido invitar a Pablo Lescano, el líder de Damas Gratis, su vecino y mentor. “¿Nos quedamos o nos vamos? ¿Qué hacemos, Pepo?” “La paja hacete”, ronronea. Las dos chicas sintonizan bajito una radio tropical y van a comprar algunas cervezas a la vuelta. Después de un rato, acaso atraído por la oferta, el insólito cantante de Los Gedientos del Rock se levanta de excelente humor. “¿Hacemos la nota?”, pregunta mientras manotea un vaso lleno.
Dormido parecía un tipo peligroso: corpulento, hosco y con (ejem) la palabra “Skinhead” tatuada en el pecho. No daban muchas ganas de arrancarlo de su siesta etílica. Despierto es un bardero amigable, dotado de una estridente voz tabacal y de un anecdotario asombroso. Pero rebobinemos a ese tatuaje que hoy está deliberadamente diluido y camuflado, entre tantos otros tatuajes que ilustran el torso compacto de este hombre que nació hace 28 años bajo el nombre de Rubén Castiñeira. “Cuando yo tenía 13 años, acá pintaron los skin, y corte que nos engancharon a todos. Hace 15 años, Tigre no era lo que es ahora. Por esas putas casualidades de la vida, en aquel momento llegaron dos pintas con un local de tatuajes y nostros dijimos: ‘¡Guau! Tatuajes. ¿Qué es esto?’. Llamaban totalmente la atención. ¿Qué hacíamos todos los giles? Todo el día en el local de tatuajes. El chabón era re-facho. Ahora lo entiendo, pero en ese momento era mi ídolo. A los 15, cuando me di cuenta de lo que significaba ese escracho que tenía en el pecho, me quería matar. Me armé una banda punk rock, con un par de pibes que nos abrimos de esa idea. Nos fuimos poniendo pillos de cómo era la onda. ¿A mí qué me venís a hablar de Hitler si yo vivo en Tigre? Hitler me chupa un huevo...”
Pepo siempre cantó, pero nunca fue cantante. Mientras conocía el éxito con sus primeros proyectos que dieron origen a la cumbia villera (Flor de Piedra, Damas), Lescano vio en Pepo a un personaje bailantero interesante: descarriado, rotoso y casi rapado, representaba el opuesto del cumbiero de espumosa melena cepillada y botas altas. “Nunca me imaginé que iba a cantar, ¿me entendés? Nunca me imaginé. Estoy choreando a full. Yo lo reconozco. Y Pablito también. Somos choreadores de la música. Capaz que hay chabones que se re-matan vocalizando y todas esas cosas, y me ven a mí y dicen: ‘Mirá este hijo de mil putas, ¡es un caradura!” Si bien formó parte de alguna que otra bandita punk, el antecedente más importante de Pepo en la música es el de “compositor” de la barra de Tigre. “Un día, Pablito me dijo: ‘Loco, con vos tenemos que hacer algo. No puede ser que hagas temas todo el día y no hagamos nada’. Y yo le dije: ‘Bueno, dale, yo invento un par de letras...’. Y el me dijo: ‘¡No, no inventés más! ¡Con las que tenés y la música de los demás, nos alcanza!’. Ese tema “Soy un re-gede”, el de “somos los pibes que tomamos querosén”, lo cantábamos en la plaza de Olivos cuando parábamos treinta pintas que nada que ver, ¿me entendés? Y Pablito me dijo: ‘Loco, para la cumbia ése es un hit’. Yo le decía: ‘¿Te parece, Pablo?’. ‘Va para adelante como locura’, me decía él. ‘Vos despreocupate que la música lo hago yo’.”
Así surgió Con síndrome de abstinencia, el hasta ahora único disco de Los Gedientos del Rock. Con hits como “El viejo de la bolsa”, “Soy un re-gede” y “Correla que va en chancleta”, Los Gedes se convirtieron en elpunk desviado de la cumbia. Tipos que apenas saben tocar, tomando melodías de temas consagrados, “cachivacheándolos” en clave electrocumbia-ska y llevando al extremo la idea decadente de que “cualquiera puede cantar”, slogan que Pepo exhibe en una de las paredes de su caótica habitación como coartada de supervivencia. Es como decir: ok, estoy “choreando”, pero no soy el único y, en todo caso, ¿por qué no lo intentás también vos, eh? “Hice limpieza durante siete años en la Facultad de Ciencias Naturales de Ciudad Universitaria”, cuenta Pepo mientras acaricia a Luca, un cachorrito que rescató de la calle un par de días atrás. “Ahí terminó de cambiarme la ideología. Para mí es un orgullo haber trabajado ahí. Me quedaron un montón de amigos, gente muy buena. Pibes que laburaban conmigo, gente del centro de estudiantes. Aprendí muchas cosas. Entré a los 18, y crecí un montón. Me enseñaron a leer un libro, a conocer a personas como el Che, Gandhi, Lennon. Me enseñaron a observar la vida, a verla de diferentes maneras que como la veía yo a los 15 años. Es un flash. Me fui de un extremo al otro. De parar con gente re-facha, a leer los libros que hacían los pibes del centro de estudiantes. Abrí el panorama.” Si bien en la UBA aprendió a leer un libro, a Pepo no se le ocurriría incorporar ese tipo de conocimientos a sus canciones. En el mundo de la cumbia argentina, la astucia callejera es la única sabiduría respetada. “La música que me gusta hacer es para divertir –explica–. Lo otro prefiero tenerlo en la cabeza.” Pepo siempre vivió en la zona baja de Tigre. A partir del éxito de Los Gedientos, pudo comprarse esta modesta propiedad a cinco cuadras de la casa de sus padres. “Le agradezco a Dios y a Pablito que me dieron esta oportunidad”, expresa. ¿Cambiaron mucho las cosas desde que se convirtió en estrella de la bailanta? “El billete que hacés de entrada te sorprende”, reconoce. “Yo y mi socio, Matías Lescano (que toca el octapad y no es familiar de Pablo), estábamos re-tirados. No teníamos nada. De repente te pintan un montón de shows, un billete y te sorprende. Empezás a decir: ‘Uh, me llevo a esta mina a comer a tal lado... Me voy a comprar ropa a Unicenter’. Y después pensás: ¿por qué me voy a comprar ropa a Unicenter, si yo me compraba ropa acá, en San Fernando? Son un montón de flashes que te pasan con la plata. Hasta que amoldás. Se te pasa ese flash de gastar, gastar, gastar... Hoy gracias a Dios tengo mi casa, la equipé toda: tele, heladera, cocina. Lo necesario. Si me compro un lavarropas, no sé usarlo. Prefiero darle la ropa a mi vieja, porque ella no me deja mandar la ropa al Lave-rap. Para mí es un orgullo que mi vieja me lave la ropa. Son cosas mías que no perdí. Por más que todos digan: ‘Ah, mirá qué mantenido... Tiene 28 años y le lava la ropa la madre...’. Me encanta que me lave la ropa mi vieja, porque lo hace mejor que nadie.”
Como ex skinhead, punkie y rockero, a Pepo le gustaría que Los Gedientos tuvieran un espacio en canales de difusión extracumbieros, sobre todo considerando que las bandas con letras tóxicas están censuradas en los programas de los sábados. “Para mí hubiera vendido mucho más ‘Correla que va en chancleta’, por más que parezca re-boludo, si hubiera sonado en FM Hit. Capaz que ahora estábamos tocando en México.”
Así como hay músicos cumbieros que respeta (La Nueva Luna, por ejemplo), hay otros con los que sostiene un enfrentamiento estético y moral. Los Auténticos Decadentes, que grabaron en buena parte de Con síndrome..., pasaron a ser personas no gratas por haber colaborado con Yerba Brava (“es como si León Gieco grabara con los Backstreet Boys; es una re-traición”). Pero los peores, está claro, son Los Pibes Chorros. “Estaba todo bien, pero se pudrió. O sos ortiba o sos ladrón. O sos pibe chorro o sos taquero. Así es. No te podés poner la gorra con pibes que son del barrio. Se portaron mal con nosotros. Te lo voy a contar: estábamos los dos grupos de gira por Jujuy, parando en un hotel con un montón de contingentes de viaje de egresados. Y justo le chorearon un par de cosas a Los Pibes Chorros. ¿Sabés lo que hicieron? Vinieron con la policía de Jujuy arevisarnos las cosas. Nos decían: ‘Me da cosa revisar...’. Después, la gente los cagó a palos. No te sirve hacerte el artista cuando vas a las provincias. A las provincias tenés que ir a romperla, tenés que ir a dejar la vida, porque esa gente te ve una vez cada tanto. No podés hacer un show de 25 minutos, como acá, porque tenés 300 pintas esperándote en la puerta, con una botella en la mano, diciendo: ‘Ustedes son villeros... ¡Nosotros somos indios!’”