Jueves, 18 de julio de 2013 | Hoy
THE FALCONS NO ES OTRA VíCTIMA MODERNA
Los pibes maravilla del rock bailable platense saben que en las pistas la superficialidad reina, pero se disponen a hacer explotar todo a su paso.
Por Juan Barberis
En 2007, a pocos meses de su nacimiento, The Falcons no sólo tenía el más envidiado grupo de seguidoras bellas y fuertes: también bocetaba una de las propuestas rockeras más trasnochadas y desbordantes de la ciudad de La Plata. Luciendo como unos tempranos stones urgidos y eléctricos, el por entonces quinteto encarnaba una criolla y nocturna versión de los Arctic Monkeys y Franz Ferdinand, disparando riffs y estribillos a repetición con un severo gusto por la fiesta. “Eramos un descontrol, hasta la música quedaba en segundo plano”, asume Ramiro Sánchez, cantante. Aquella caótica etapa inicial, que hoy apenas sobrevive en un EP poco accesible de tirada reducida y sin versión online, los terminó depositando en un parate forzoso. “Todo lo que habíamos pasado en esos dos años tocando un montón fue más que nada curtirnos en vivo, pero no había musicalmente un compromiso”, detalla.
Automáticamente, ya sin baterista ni segunda guitarra, el núcleo de la banda (Ramiro más Nicolás Nehele en guitarra y Gastón Disanti en bajo) se internó en una quinta en Gonnet, a kilómetros de La Plata, para intentar definir el futuro. Entre máquinas, equipos y maratónicas sesiones de composición de hasta doce horas, la banda fue delineando su nuevo perfil. “En esos dos años pasó todo lo más importante: nos encontramos con que no teníamos más nada, quedamos completamente en pelotas”, recuerda Sánchez. “Y dijimos: ‘Basta de la boludez de querer tener una banda para figurar’, como pasa mucho acá en La Plata. Y fue dejar de tocar, dejar de salir y dejar de hacer todo para componer. Sabíamos que si queríamos tener diez temas buenos para un disco, teníamos que hacer treinta.”
El trabajo de laboratorio duró dos años. Durante ese tiempo se consolidaron como septeto y renovaron por completo su sonido. Al nervio rockero de los inicios le sumaron un buen número de matices, entre percusiones y sintetizadores, forzando los límites estéticos y rítmicos de la banda –que van del rock al dance y del disco al funk– a través de una intención decididamente bailable. “Hasta tuvimos la idea de cambiarle el nombre al grupo porque se fue forjando otra identidad, otra música, otros integrantes. No queríamos arrastrar lo mismo”, cuenta Nehele. “Ya veníamos escuchando LCD Soundsystem, The Rapture, Hot Chip y nos encantaba todo eso, pero no sabíamos cómo hacerlo. Y en esos dos años, al tener el tiempo y el laburo fino sobre las canciones, pudimos encontrar recursos que aportaron al género”, agrega el cantante.
El resultado, plasmado en Otra víctima moderna, su flamante debut de edición independiente (incluso de todos los sellos platenses), los posiciona ahora como una interesante alternativa rockera y bailable, a través de un sólido y atractivo despliegue escénico. Gracias a eso ganaron la batalla regional del Concurso Rock BA y se abrieron un lugar sobre el escenario principal del último Ciudad Emergente.
“El rock bailable está muy ligado a la superficialidad, pero no nos importa. No somos filósofos, ni cantantes de protesta. Esto no es para ir a pensar en tus problemas: es para ir a divertirte, que la banda suene y vos puedas estar bailando y tomando un trago”, dice Sánchez. “La intención es transmitir buena energía”, suma Disanti. “Cuando salimos a tocar, queremos que todo explote de alguna manera, que se sienta que hay buena onda. Y para eso, tenemos que explotar nosotros.”
* Miércoles 24 en la presentación de Catálogo Rock II en La Trastienda Club de La Plata (51 e/ 5 y 6). Desde las 19 con Sr. Tomate y Güacho.
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