JIMENA LóPEZ CHAPLIN MUEVE GOLOSINAS
Pese a que odia el concepto de “cantautor”, cerrará con sus temas de folk sombrío un ciclo dedicado a obras de los exponentes jóvenes de la canción.
› Por Julia González
La escualidez puede traducirse como la radiografía de un suspiro, o la flacura de alguien que hace de su alimentación puro hedonismo, al comer esos manjares que venden en los kioscos y nada más sirven para el gusto, no para el sustento. A esto se refiere la frase española “el espíritu de la golosina”, que mucho usaron las abuelas, quejándose de lo flacos que estaban los nenes que no comían. En pos de engordarlos, preparaban platos suculentos al calor de las costumbres del embuche. Jimena López Chaplin también sufrió los embates de los comentarios sobre lo flaca que era (y que es) y, como un guiño a esas apostillas, nombró a su segundo disco solista El espíritu de la golosina.
Como para cerrar el concepto, la frase está además representada en esa especie de daguerrotipo que es el arte de tapa, donde se la ve sentada mirando un punto fijo, ostentando esa extrema delgadez. “En verdad todo tuvo sentido porque el sonido del disco es bastante más rockero y hasta sucio y nos hacía gracia el hecho de que la foto no tuviera nada que ver, que fuera una contracara. A la vez, la tipografía es bien moderna pero la frase es muy antigua. Creo que quien está ahí, en la tapa, en realidad es el espíritu de la golosina. Así me lo han dicho toda mi vida por ser flaca, por flacucha”, explica la compositora, quien evita llamarse cantautora. “Odio esa palabra; el término es correcto pero me suena feo, y todavía no puedo encontrar uno mejor”, se ríe Jimena de su propia contradicción.
El daguerrotipo (formato de composición visual anterior a la fotografía) es tal vez un anzuelo para ir más allá con la imaginación y ver a López Chaplin como la heroína de una película de Tarantino que no se lucirá con artes marciales sino desenfundando su acústica, batallando a fuerza de canciones folkies y sonidos sombríos, con un fondo desértico o campero. El espíritu de la golosina lanza imágenes de un spaghetti western femenino, refinado y sutil, donde los violines hacen su aporte justo de delicadeza. Las guitarras eléctricas de Alfonso Barbieri instigan a cabalgar por esos paisajes en canciones como Distinta, Tiempo y A pesar del vuelo, escrita junto a María Ezquiaga (Rosal), con quien integró el trío Las Amantes (junto a Coni Cibils) y con quien aún sigue componiendo. Tal vez sea un fallido o puro mimetismo con sus composiciones, cuando Jimena dice que este flamante disco representa un momento en su vida, “el de tomar las riendas”, montar ese caballo e ir en busca de lo suyo.
En un hilo conceptual e integral se suceden los temas, viajados por la armónica voz de López Chaplin. En Somos el cielo, de Los Visitantes, canta en dueto con Nacho Rodríguez (Onda Vaga) y alcanza el clímax del dulzor; en Lo que me gusta de vos es tu novio, de la mítica banda ska The Specials, le pone swing a un calipso tradicional y canta en castellano. Laberinto, de David Bowie, representa su infancia: “Ese tema forma parte de una película que yo vi hasta el hartazgo, al punto de saberme los diálogos”, cuenta esta chica que empezó con la música como una forma inevitable de matar el tiempo con una guitarra en mano y el encierro de las paredes de su cuarto adolescente y un hermano que le tiró una onda musical. Charly García, Todos Tus Muertos, Joaquín Sabina, Nirvana, Los Visitantes y sus genes artísticos le dieron de comer esos caramelos con los que luego Jimena alimentaría su vuelo musical.
* Jueves 25 en el cierre de Hay Otra Canción en el ND Ateneo (Paraguay 918). A las 21 con María Ezquiaga y Alfonso Barbieri, y junto a Adrián Dárgelos, Leo García, Juliana Gattas, Man Ray, Rosal y otros invitados.
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