BABASóNICOS EN EL AUGE ROMANTISíSMICO
Dárgelos y Roger. Adrián y Mariano. Cantante y guitarrista desagregan cada uno de sus pases de magia babasónica para entender el aquelarre que creó su undécimo disco. Entre conjuros de baile negro y grimorios de dignidad vencidos, Babasónicos sigue confirmándose como la banda local del milenio.
› Por Luis Paz
Adrián Dárgelos, cantante de la banda argentina fundamental del milenio (Babasónicos, faltaba más), resuelve que Romantisísmico aparece, además de todo, porque el mundo cambió: “A mí me vencen los personajes; llega un momento en que el personaje ya me parece un boludo. O quizá no es un boludo, pero el mundo cambió y él ya no viene a discutirle nada. Hacer un disco significa un tiempo menor en una banda, donde lo que más se hace es performance, es representar el disco. No se puede representar siempre lo mismo porque se vence la magia de la representación”. Ahí es donde Mariano Roger, el guitarrista y eventual compositor de esa banda, cuela que “las canciones tienen un proceso y funcionan porque un disco es nuevo, y traen una tensión entre esa novedad y la forma en que son recibidas en el show por el público, de manera diferente a una que tiene un recorrido, como puede ser el caso de Irresponsables. Hay canciones que funcionaban cuando un disco era vigente y ya no. Son ecuaciones donde entran el show actual, el disco presente y cómo funcionan sus canciones. Hay algunas que ahora no las tocamos porque no funcionan dentro de ese conjunto de condiciones”.
Dárgelos: La música es como alquimia, una combinación donde condensás un elemento trascendente, como puede ser la emoción, y se transmite. Y en la búsqueda de esa magia, la banda tiene que operar para que suceda. A veces, en las primeras representaciones de algunas canciones ante determinada audiencia aparece un impacto que registra la emoción que se da. Esa es la sustancia que salimos a buscar, y por eso renovamos nuestro repertorio.
Roger: Me gusta pensar el disco como un hecho en sí y no como pretexto para tocar. Noto que en el nuevo orden de la industria del espectáculo de la música, un porcentaje alto hace discos como merchandising, como un pretexto. Yo todavía pienso el disco en términos antiguos, románticos.
Dárgelos: La generación de canciones parte de salir a por más. Cuando hacemos un disco, es una concentración muy grande y de mucho tiempo. Acá tuvimos como tres etapas compositivas, a lo que no habíamos llegado antes. Habíamos tenido dos: componer, parar y componer. En Romantisísmico hicimos muchas pruebas. Tal vez hay temas que ensayaban algunos para que el resto los encontrase montados, porque también si hay uno que siempre tiene que montar todos, le puede ser aburrido. Esto de que sólo algunos entraran a la sala también lo habíamos hecho para Dopádromo y Miami.
Roger: Venía pensando que esta nueva forma de banda tiene muchas bandas adentro, que hay subgrupos que funcionan a veces de manera autónoma. Por ejemplo, puede estar la base más clásica, que somos Panza, Tuta, yo y Dieguito o Carca. O Tuñón y Dieguito, que se ocupan más de la programación y las cosas preproducidas. A veces todo eso funciona de forma separada.
Dárgelos: Incluso nosotros dos hicimos en ensayos unas nueve canciones que terminaron siendo parte de otras. Pero estos subgrupos no son modelos clásicos o rígidos. Es ocasional cómo se van dando las combinaciones.
Roger: A pesar de que puede parecer normal, hasta yo estoy entendiendo esta reformulación de nuestra banda. Sufrimos muchos cambios desde la pérdida de Gabo. Creo que éste es el primer disco donde nos asentamos en cierta base más sólida y no tan de transición. Mucho y A propósito son discos hechos en momentos muy caóticos.
Dárgelos: Sí, Mucho lo ensayamos todo sin bajista porque Carca estaba operado también y venía muy poco tiempo a la sala. Fue muy complejo, muy raro para ensayar.
Roger: A propósito fue un disco más de autores porque, como no teníamos mucha dinámica de banda, tenía más que ver con las ideas que traían los diferentes autores, a las que la banda aportaba menos de lo que ahora.
Dárgelos: En ese sentido, Romantisísmico se parece más a los discos que tenían más integración de la banda. Pasa que, bueno, todo se reformuló al tener un bajista y a Carca, que pasó a ser un miembro más. Volvimos a una formación de siete, como cuando hicimos Trance Zomba.
Roger: Yo siento que este disco retoma muchas cosas nuestras, pero a la vez no lo entiendo como algo retro propio, o como un autohomenaje, sino como algo que tiene que ver con la esencia nuestra.
Dárgelos: También entendimos que a partir de Miami había un viaje hacia la simpleza, a despojarnos de lo que había de más, porque veníamos de un barroquismo durante los ‘90. Acá, sin convertirnos en otra cosa barroca, teníamos que volver a abandonar determinada simpleza porque quizás el resumen más acabado de eso está entre Mucho y A propósito.
Roger: Me parece que Infame es el último disco de un camino que empezó en Miami. Con Anoche empezó una etapa que podemos relacionar con cambios personales, y con los problemas y lo que nos pasó en esos discos. Lo de Gabo nos llevó a reprogramar un montón de cosas. Estoy muy orgulloso de Anoche, Mucho y A propósito, pero creo que fue un camino hasta llegar acá. Para mí, ahora volvimos a estar más o menos como estábamos en Infame, no a nivel musical sino a nivel de empezar un disco con esa tranquilidad, sin problemas externos u obstáculos. Es una idea mía, no sé si la comparten.
Dárgelos: Es que siempre tuvimos una contingencia que atravesar. Quizás el disco más cómodo fue Infame, que es el más fresco, incluso cuando eran años de 150 o de 200 shows y tocábamos cuatro veces por semana o cinco. Terminamos la gira de Jessico y salió Infame. Después Gabo empieza a estar enfermo, le hacen la primera biopsia durante la grabación de Infame y no le encuentran nada, lo detectan recién en la grabación de Anoche, y Gabo ya ensaya teniendo mucha fiebre.
Roger: Anoche lo hizo todo Gabo, pero ya no pudo tocar el disco en vivo.
Dárgelos: Hubo dos Luna Park que hicimos con Gabo, los de Luces. Tuvimos adversidades enormes entre discos, pero no puedo juzgar que esa adversidad haya hecho tal cosa de un disco.
Roger: También es muy importante este estudio. Es el primer disco que hicimos completamente acá. A propósito lo hicimos terminando de construir, cuando lo empezamos a ensayar había obreros, era un caos. Este lo hicimos completamente acá, mezclamos acá, todo. Andrew Weiss, que lo produjo y editó, y Phil Brown, que lo mezcló con Gustavo Iglesias, vinieron acá. Es el primero hecho todo acá, con esta formación y con una situación estable. Creo que eso ayudó también a que por lo menos yo me soltara y forzara los límites de mi vergüenza. Me refiero a que Aduana de palabras, por ejemplo, no tenía esa guitarra en los estribillos. A mí las guitarras muy ortodoxas o puristas, el clásico coso de blues o country, no me gustan. La ortodoxia de la guitarra me parece una pelotudez, y esa guitarra tipo Nile Rodgers estaba en el borde de mi vergüenza. Pero me encanta cuando la escucho. Yo estaba forzando mi vergüenza a ver qué me decían y terminó haciéndole bien a la canción. La despega un poco, aunque yo no soy muy negro para tocar.
Dárgelos: En Trance Zomba también hay música negra influenciada por el proto funk y el funk psicodélico, más percusiones. Funkadelic y Sly & The Family Stone siempre nos gustaron. Quizás eso aportó a que sea un disco más bailable. Siento que Romantisísmico es el más bailable. Siempre dije que el próximo disco iba a ser más bailable, pero nunca me salía, porque el disco es lo mejor que compusiste, no sólo lo que querés. Tendríamos que haber compuesto cuarenta temas bailables para que salga un disco bailable. Normalmente nos salen siete u ocho temas de rock, de los que ponemos uno porque ya hicimos muchos, y es difícil encontrar uno que aporte. Tenemos un catálogo enorme de temas con distorsión: juntos deben sumar tres discos.
Roger: Y están los acústicos. Las canciones que hacemos con Adrián son acústicas, su proto versión es una guitarra acústica y una melodía, con la esperanza de que esa canción va a convertirse en una pieza de música más compleja. En cambio éstas, como Casi, Celofán u otras que quedaron afuera, siempre las vi así, despojadas. No estaban hechas con la esperanza de que fueran otra cosa, como Aduana de palabras, que se convirtió en algo más armado. Negritas es de lo que más nos gusta, que son los temas que surgen en la sala, que nacen de un ritmo o de una idea musical que puede traer alguno. Y la banda la compone en vivo en la sala. Es de la música que más me satisface, y sé que a Adrián también; cuando la música la revela la banda y no es la banda interpretando una canción que trae uno.
Dárgelos: Pasa que eso sucede en la fluidez del hacer, del error del motivo surge algo, pero tenés que tener motivos para hacer, tenés que tocar miles de horas, aunque sea un tedio y no se te ocurra qué. Hay tres o cuatro horas que estás tocando y en un segundo... ¡pum! Sale algo que ni buscabas mientras esperabas a que uno afine. Hace 26 años que ensayamos juntos. No sé si en el mundo hay bandas que hayan ensayado tanto. Como tenemos la experiencia de haber ensayado tantos años, entiendo que los temas que más nos gustan no aparecen en el primero sino en el día diez de los ensayos, y para llegar hay que pasar días con las canciones que cada uno trae. Algunas quedan, otras llegan al final y caen, y otras se van.
Roger: Para el disco anterior teníamos una canción que tocamos como cien veces, o más, y a nadie le gustaba. Era tan tedioso tocarla que empezamos a generarle un error, un vicio, una coda que terminó siendo En privado.
Dárgelos: Claro, el tema original estaba en otra velocidad y tenía otra fuerza. El que sale así de ese disco también es Flora y fauno. Era una zapada en el ensayo y empiezo a cantar y vimos algo ahí. Y bueno...
Roger: Eso es lo lindo de todavía tener una ilusión a nuestra edad y después de haber sacado diez discos: que todavía nos divierte encontrar eso. Porque te volvés escéptico después de hacer tanto.
Dárgelos: Tenemos 400 canciones. No compuestas, que son más, sino como 400 canciones que grabamos. Cuando las personas ensayan desde los 15 años, dicen: “Qué bueno que estoy siete, ocho horas ensayando, no tengo otra vida más que la que está en esta sala”. Después tenés miles de otras cosas en la vida, sos más grande y tenés entrevistas o giras. Entonces, al cambiar tanto el panorama, ¿cómo hacés que unas personas que ya crecieron y tienen su propia vida pasen tanto tiempo encerrados en un lugar? Nuestros ensayos son a puertas cerradas, con poca ventilación. El ensayo no es placentero, porque aparte se hace para pulir lo que sale mal. Es placentero cuando sos chiquito y un wah-wah es nuevo. Ya no hay efectos que no tengamos acá, entonces ya sabemos que la cosa va a salir de la mismísima nada. Sabemos que el momento de magia estará en el fluir de ese momento donde hay hastío y desesperanza porque no nos gusta lo que tenemos. Es muy difícil que se replique el carisma que arma esta banda, donde hay personas que son muy distintas, pero que unidas todavía creen que son mejores que separadas.
Roger: Y que se autoproducen, porque en otro tipo de dinámicas lo genera un productor que tiene a la banda tocando y, medio esclavizándolos, dice: “Sigan acá, sigan acá”. Acá lo hacemos nosotros.
Dárgelos: Somos los que identificamos qué es lo bueno de estos cuatro minutos para apoyar la canción en eso. Entre ese caos de música aparecen momentos más geniales y tenés que estar despierto para identificarlos. El único que nos ve cuando grabamos es Gustavo, que es el que mezcla y graba, aunque estén Phil o Andrew. Es el que vio y conoce a la canción de tres formas distintas. Pero nunca nos dice nada, nunca opina. Imagino que psicológicamente es muy complejo grabar a una banda tan loca como ésta. En Jessico e Infame había cambiado la tecnología de cómo se grababa, pero nosotros ya en Babasónica hicimos muchas cosas que ahora dicen “se graba así”. Ibamos a ProTools desde cinta. Usamos ProTools ya en Dopádromo. Sí, había ProTools de cuatro canales. No usamos Auto-Tune ni ningún corrector tonal. La música es así y contiene todo, el error también. Dentro de diez años vas a escuchar una canción y a distinguir que es de esta época por el Auto-Tune. Vas a decir: “Esto es de 2010”. En algún momento la gente va a decir: “Bueno, basta, una banda que es buena no usa esto”.
Roger: A mí me apasionan los discos que suenan fuera de época, pero no por equivocados sino porque parecen medio sin época. Hay discos que tienen como ese valor, no se casan mucho con la época en que fueron hechos, no tienen los sonidos ni la forma de canción. Me gustaría que este disco nuestro sea de ese grupo.
Dárgelos: A la vez, con este disco también nos sacamos de encima eso de “lo retro” que nos endilgaba parte de la crítica cuando habían boleros en Infame o esa cosa de canción popular. Me maravilla un poco la situación de que siempre generamos una expectativa y creo que ya la expectativa obvia es que están esperando nuestra caída. El oyente dice: “Y bueno, alguna vez van a hacer una cosa de mierda”...
Roger: A mí me llama la atención de algunos oyentes que tienen como una nostalgia de lo que no vivieron, que veo cuando los chicos se ponen a cantar Sobre la hierba en un show. Los que la cantan son pibes que capaz no vivían cuando sacamos Pasto. En un punto es como los que hablan de Sumo y tienen 23 años. Una nostalgia de lo que no vieron, lo que les contaron, la mitología. Hay cierta mitología del Babasónicos de los ‘90 muy fogoneada por una generación de periodistas que habla sobre una situación experimental y una toma de riesgos que yo, desde que soy protagonista de la cuestión, no veo de esa forma. Hacíamos discos tratando de que fueran la mejor versión nuestra, queríamos vender y todo lo mismo que hacemos ahora. No teníamos ninguna intención de ser locos experimentales: era lo que nos salía en ese momento, como Jessico o Infame. Para nosotros, Pasto era un disco destinado a la masividad, así de equivocados estábamos. Pero ese mundo no contenía que Pasto fuera masivo, ni Trance Zomba, ni Dopádromo, pero siempre fuimos creciendo, siempre hubo pasos pequeños para adelante.
Dárgelos: Otra diferencia de este disco es que acá empieza a pasar que nadie se ríe. La primera persona que normalmente aparece no se está riendo más de una de las posiciones que plantea. No se ríe porque ya no le causa gracia, no le encuentra sentido, porque se ha desplomado la vara con la que se mide. Antes, las cosas se medían con la moral; después, entre el sarcasmo o la crueldad del mundo, donde, bueno, el personaje era héroe o animal, o lo atravesaban las cosas. En estas canciones los personajes no se ríen de ninguna de las dos posiciones, ni una es más vulnerable que la otra. Creo que esta gente construye estamentos pequeños de verdad para decir que las dos posiciones son engañosas. Y sin embargo, no es un disco triste, no te pone en la melancolía de haber sido engañado. Esa primera persona nueva que tampoco tiene picardía y, sin embargo, está diciendo cosas duras. Siento que Humo define el mal de la era, la proliferación de estímulos hacia la expectativa: todo tiene que proponer novedad, el mundo tiene que producir contenido, no para de producir contenido, pero produce vacuidad. Entonces la mass media tiene que reproducir la velocidad de la ansiedad y lo que reproduce son globos de expectativas, es humo. Y bueno, yo podría explicar esto como una gran crítica a los medios, pero es una canción. Te ponés a ver y antes el diario tenía que diferenciarse de la revista porque la revista encaraba el lado frívolo y el diario tenía la opinión editorial o se ajustaba sólo a la información. Ya no es más así. Ni siquiera los temas policiales son así. Fijate cómo fueron las últimas semanas con lo de Araceli y antes con lo de Angeles: todo era elucubración sobre quién era, una expectativa de quién había sido el asesino.
Roger: Son expectativas de cómo quieren que se solucionen los temas, la expectativa de “quiero que sea culpable tal”. Como si fuera un juego o una película: “A mí me gustaría que el que la mató fuera éste, porque éste me gusta como asesino”. ¿Qué tipo de expectativa es ésa?
Dárgelos: En un momento, los operadores culturales instalaban temas en la sociedad y conducían a conductas de consumo y generaban hasta políticas públicas o formas de establecer la distribución de la ganancia. Entonces yo hacía discos discutiendo la tendencia de los operadores culturales. Pero ahora los operadores culturales no llegan a la velocidad de la idiocia, porque no pueden instalar algo que ya es cualquier cosa. Ya no entiendo si son chistes. Me gusta cómo Humo, en lugar de decirte “esto es una gran crítica”, apela a eso, a que ya no sé quiénes son los de las fotos de los Facebook en los que habito. En un momento era una de las personas que más salía en los Facebook de otros, porque renuncié a decir que sí a las fotos y cada vez que pisamos un aeropuerto nos sacamos diez o cien. Pasé a estar en Facebook de otros cuando yo no tengo, y no sé si aparezco ahí al lado de narcotraficantes, de asesinos. ¡Si no me acuerdo! Y no puedo salir a discutir ese tipo de cosas porque no son ni verdades ni mentiras. Son sólo expectativas. A este mundo le discutimos ahora, en el degradé de valores que tampoco eran mejores, eran distintos. ¿Qué ironía puede haber ahora, si ahora todo se ríe de sí mismo?
Roger: El otro día estaba leyendo que en una nota alguien hablaba sobre el “voto irónico”.
Dárgelos: ¿Pero quién se ríe del voto irónico? Si es una instancia privada. Yo interpreto que te reís de la democracia con el voto irónico. ¿Qué quiere la gente? ¡Antes no votaba y ahora hace voto irónico! Y otro de los temas de la era es que ya no podés ser un indefinido. No hay rincón donde te puedas esconder de los telemarketers. Antes pasaba más en las sociedades opresivas, que tenías que elegir siempre una vocación. No te obligaban a que hagas tal cosa, pero aunque sea lo que querías, lo tenías que hacer, en el mundo del comunismo utópico o en la literatura proto utópica rusa como Nosotros, de Zemiatin, y esos libros. Ahora podés ser indefinido social, pero no podés evitar la llamada del telemarketer, que en un momento te va a hacer preguntas a las que no podés escapar. Ya no te queda lugar para la indefinición social. Pero, un momento: ¿no puedo no ser nada?
Roger: Eso es Facebook: ¿ocupación?, ¿situación sentimental?, ¿perfil?, ¿quién sos?, ¡¿quién sos?!
Dárgelos: El indefinido era un tipo que venía zafando. Antes era más fácil decir: “Yo no quiero de esta sociedad nada, ni lo que da el dinero”. El clochard era un tipo que se había resignado a vivir en la modernidad, ser un clochard era un estamento, por eso el libro Caterva de Filloy o La leyenda del Santo Bebedor, de Roth. Antes tenías ese margen, por lo menos.
Roger: Antes, el mundo apañaba a los soñadores y hippies. Ahora quieren cirujas con expectativas.
Dárgelos: Si vamos a ir hacia un descrédito total de todo, hagamos discos entonces y que todo se exprese en discos. Yo estoy proponiendo eso: exprésense por discos, si total... Ahora me hiciste enojar; tendría que sacar otro disco para todo esto.
* Trilogía romantisísmica: sábado 23 de noviembre en el Malvinas Argentinas, martes 3 de diciembre en el Teatro Maipo y recital gratuito en lugar y fecha a confirmar en la Ciudad de Buenos Aires.
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