ALAN COURTIS Y MUERAN HUMANOS, PASAJEROS FRECUENTES
Los discos de Courtis fueron publicados en 22 países, algunos insólitos, pero no piensa irse. Y los Mueran Humanos tocaron con miembros de Neu!, Suicide, Throbbing Gristle y Einstürzende Neubauten, y no piensan volver.
› Por Santiago Rial Ungaro
Alemania, Francia, Inglaterra, Bélgica, Austria, Noruega, Dinamarca, sí. Pero también Perú, Ucrania, Malasia, Japón y el Polo Norte, casi en el fin del mundo. Cuantas más ciudades suma en sus viajes Alan Courtis, más queda en evidencia su fidelidad hacia esta misteriosa ciudad de Buenos Aires. “¿Si alguna vez pensé en irme? Sí, pero nunca lo sentí, nunca fue tan grande la decepción como para querer irme”, afirma masticando una picadita desde su bunker en el barrio de Montserrat, mientras escucha un disco de los Indios Veteranos de Guerra de Vietnam y analiza su paradójica trayectoria. Quizá sea el artista argentino editado en más países (son al menos 22, de Ucrania a Malasia, de Rusia a Chile, de Japón a Bélgica), aunque hasta ahora acá sólo fue editado dos veces (Las sales fundentes por Om Discos y II, de Ul, por Facon Discos). “Creo que se me puede ver como un autoexiliado virtual; pero otra perspectiva es que soy un local que no termina de encajar. Uno se debe a su obra, y la realidad, hoy, es que acá no genera mucho interés. Capaz en otro momento pide más”, se dice a sí mismo este auténtico Eternauta que supo grabar con figuras del free rock como Tabata Mitsuru, Seiche Yamamoto o Tohisimi P (ex miembros de The Boredoms), Lee Ranaldo de Sonic Youth o Jim O’Rourke, por nombrar algunos.
Courtis es un eterno buscador y si su inclasificable obra interesa en el mundo es por su carácter aventurero: puede hacer un disco sin cuerdas o una partitura para un ensamble ¡de diarios! y que la termine interpretando la Apatt Orchestra en el Sefton Park de Liverpool. Y quizá sea por ese carácter que nunca tuvo problemas en ningún destino. “En general cuando viajo estoy en una búsqueda, no espero algo particular. Nunca tuve grandes frustraciones, salvo enfermarme. Una cosa es viajar por viajar y otra es si viajás a hacer lo tuyo. Hay lugares en los que no viviría, como Detroit, que es literalmente una ciudad fantasma. O Svalbard, una ciudad que está a la altura de Groenlandia, en el Círculo Polar Artico, Noruega, que es la última isla antes del Polo Norte, con 30 grados bajo cero. No sé si hay una forma más intensa de conocer el mundo que estar de gira.”
En sus viajes, Alan confirmó el extraño respeto que hay hacia los argentinos en el extranjero, al punto que arriesga una teoría: el caos es nuestro mejor capital. “Hay un respeto hacia nosotros. Creo que tenemos un crisol interesante, no sólo étnico, porque también somos muy europeos genéticamente, sino también mental. En mi caso, mi abuelo es checo, tengo sangre vasco-francesa e italiana por un lado y de españoles por el otro. Y acá somos latinos, esto no es Europa, por más que la elite argentina haya querido hacer que esto sea París. Creo que hay un respeto, más allá de que eso de que somos ‘los mejores del mundo’ es una ridiculez argentina, pero que no a todos los latinoamericanos les funciona como discurso megalómano. No sólo tenemos el fútbol sino que hay un Borges, un Cadícamo, un Spinetta, gente con un nivel alto que de algún modo te permite hablar con un europeo o un americano cara a cara, sin complejos. El potencial más importante que tenemos los argentinos es poder manejar el caos de la manera en que lo manejamos, hay que ser consciente de eso.”
Pero aunque ponga como ejemplo de esto su encuentro con el alemán Ralf Wehowsky (más conocido como RLW, ex P16.D4, banda industrial de los ‘80), Alan se sabe dentro de una tradición argentina trashumante que viene desde la época del tango: “Ya en tangos como Mimí Pinsón, o Madame Ivonne estaba esa fascinación argentina con viajar. Creo que nosotros tenemos una genética nómade. Ni nosotros sabemos bien qué es ser argentino: es algo que estamos viendo sobre la marcha, y que creo que eso está bueno también. Ya sé, tengo el 97 por ciento de mi obra editada afuera. Pero estoy acá”.
Para los Mueran Humanos también es muy importante venir. “En todos lados nos llevan y nos pagan todo; éste es el único país en el que los pasajes para venir a tocar los pagamos nosotros”, confiesa Tomás Nochteff, camisa camuflada y mitad masculina de Mueran Humanos, dúo que comparte con su pareja, Carmen Burguess, y que en los últimos cuatro años anduvo tocando por toda Europa, Estados Unidos, Rusia y Nueva Zelanda. Tomás pide una cerveza y comenta que hace unos meses participaron en México del Corona Festival 2013 como única banda latinoamericana: “Nos pagaron un hotel 5 estrellas, pero nos tuvimos que ir porque nuestros amigos empezaron a tirar botellazos contra las paredes. Los mexicanos son así”.
Nochteff comenta que viajar fue una aventura. “No me fui a trabajar: viajé por Tití, un amigo que pintaba paredes y que como estaba aburrido me pagó el pasaje a Mallorca. Cuando llegué, no quería volver: perdí el laburo y un montón de cosas, pero después nos terminamos encontrando con Carmen en el aeropuerto de Barcelona, en 2006.” También enfundada en otra camisa camuflada, Burguess aparece en el bar y se suma: “Me fui como si me fuera a dar una vuelta a la manzana. Ni siquiera sabía que en Barcelona se hablaba otro idioma”. Desde que se reencontraron, la actitud y disciplina aprendidas durante años de áspero under local pronto les dio sus frutos: tocaron dos veces con Martin Rev (miembro de Suicide, mítico y fundamental dúo electrónico punk), Silver Apples, Cult of Youth, Art Weapons, John Arbeit de Einstürzende Neubauten, Michael Rother de Neu! y un ex Throbbing Gristle, Genesis P. Orridge. Y los publicaron sellos como Vanity Case Records, Old Europa Café, Blind Prophet, Souther Record y el mexicano Valeverga Discos, que publicó un split de ellos y Mujercitas Terror.
Quizá también por sus experiencias previas (Burguess fue parte de Mujercitas Terror), lo cierto es que siempre aparece alguien con ganas de ayudarlos: la página de la banda la hizo desde Uruguay Adriana Navarro (ex Las Kellies), el logo lo hizo otro amigo marplatense; y cuando pasaron el año pasado por Córdoba, se encontraron con gente que había hecho remeras y calcomanías del grupo. Tomás: “Creo que generamos ganas de hacer cosas y por eso hay gente que nos las hace totalmente de onda. Quizá la gente perciba una intención situacionista en lo que hacemos, pero para mí esto es instintivo: si no lo hago, me muero”. Carmen: “Las cosas se dieron de una manera muy mágica. En Europa elegimos vivir una suerte de ostracismo voluntario, pero nunca paramos de trabajar. Creo que las cosas se dan porque la banda en vivo tiene algo. El momento de la vida que más me gusta es cuando estamos arriba del escenario. Ahí siento el doble de conciencia y de luminosidad. Es como una cápsula dorada en la que todo es perfecto”.
–Aunque coinciden en la importancia de pasar un par de meses al año por la Argentina, tienen reservas a la hora de pensar en instalarse de nuevo acá.
Carmen: Sería una estupidez. Latinoamérica es muy conservadora y no hay mucho espacio para las cosas nuevas.
Tomás: Acá hay gente excéntrica muy valiosa que trabajó mucho por la cultura, pioneros y vanguardistas como Omar Chabán, Aisenstein, Alejandro Medina o la gente de La Sobrecarga, que no es reconocida. En otros lados capaz que por lo menos los valoran cuando pasan 15 o 20 años, pero acá no veo que pase eso.
Igual, Nochteff se alegra porque hace unos meses se estrenó un documental de Mariano Báez sobre la historia de Dios, la alucinante banda que compartió en los ‘90 con Pedro Amodio (también en el exilio) y Javier Aldana (de Drogadictos). Y aunque piensa que si tuviera que elegir un lugar en el mundo se iría a República Checa o la Patagonia, tiene muy en claro qué es lo que más le gusta de acá: “Lo que más me gusta de acá es el cielo. Es el más lindo del mundo”.
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