Jue 27.02.2014
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UN BIG BANG EN EL CONVENTILLO ESPACIAL

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Dos violeros zurdos y un batero usan jazz, electrónica y minimalismo para estallar cabezas como supernovas.

› Por Julia González

Una gran explosión puso todo en su lugar por primera vez. Supernovas expandidas por el cosmos, el génesis, el árbol de la vida, el paradigma universal, la teoría magnánima del comienzo; lo que se diría, un flash. Influenciados por ese nacimiento interestelar, El Conventillo Espacial llamó Big Bang a su primer trabajo, tras ordenar por primera vez los temas en una misma galaxia. Y también porque así se llama el tercer track de este disco grabado en vivo a fines de 2013. Desde su nacimiento, todo lo que hace el trío compuesto por Leandro Pazos (batería electroacústica), Cristian Ruffini y Lucas Schafer (guitarras) es zapar. La naturaleza del trío instrumental es la del vivo; su propia historia lo cuenta.

Convocados por Pazos, que tenía su propio proyecto de improvisación, ImproBeats, para una fecha en Espacio Bonpland, se juntaron dos violeros zurdos que no se conocían. Su amigo en común, el baterista, había tocado con los dos por separado. El detalle es que nunca antes habían ensayado. “Un día me invitaron a tocar, a improvisar. Había tocado con los dos por separado en un plan más electrónico y se me ocurrió ir con los dos así, sin ensayar. Ellos no se conocían pero intuía que iba a haber buena onda”, cuenta el baterista, que había pensado en tirar algunas señas de la Bomba de Tiempo. Pero no hizo falta, ya que la música naturalmente manó.

El plan era usar también algunos loops, ya que Leandro estaba estrenando sintetizador. El resto dependía de la concentración en lo que hacía el otro. “Terminamos de tocar re flasheados porque la verdad es que era una aventura completa seguir la tonalidad de lo que estaba pasando”, dice Cristian. Y cuenta que ese primer público les preguntaba cómo se llamaban, si tenían Facebook, pero ellos ni se habían bautizado. Massive Attack, el minimalismo y el jazz delinearon el estilo del Conventillo Espacial, además de Whitest Boy Alive, una banda que empezó en 2003 como un proyecto de electrónica en Berlín (con un miembro de los noruegos Kings of Convenience), hasta ser esta banda que compone sin programaciones.

“No es que deliberadamente dijimos vamos a hacer música instrumental, quizás en el próximo disco cantamos, por ahora sentimos que es así”, dice Leandro. Las palabras que usa El Conventillo son samplers de voces (en Yin Yang está la de Spinetta hablando del sentido de la vida) que se usan como un sonido más. Y los títulos de las canciones nacen de charlas o del cine: “Los nombres han salido de diversas cuestiones. Todo está iluminado salió por una película en la que trabaja el cantante de Gogol Bordello. La idea era poner algo relacionado con el optimismo”, cuenta Lucas.

La sorpresa es la primera manifestación emocional, no sólo del que asiste a un show del Conventillo, sino también de la banda. “Es como un pequeño viaje: luego de ir a un lugar medio desconocido, el público escucha algo no tan habitual, quizás está esperando que cante alguien”, reconoce Leandro. Entonces hablan del error que los lleva a ellos a ese lugar desconocido también. Lo que para otros puede resultar un pifie, para ellos es un volantazo. “La música no es perfecta”, asegura Cristian, quien pone a disposición el flamante espacio cultural El Universal, que preside en Plaza Serrano, a modo de sala abierta para que pasen y vean el viaje que es capaz de propiciar El Conventillo Espacial.

* Viernes 28 en El Universal, Pasaje Pablo Soria 4940. A las 22.

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