Jue 17.04.2014
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FILHOS NUESTROS, EL SUB-SUPLEMENTO MUNDIALISTA (II)

Teo veo

De La Garganta Poderosa a celebrar a Jehová en Twitter, de ilusionar a la selección de Colombia a poner escolta a River.

› Por Luis Paz

Teófilo Gutiérrez ocupa los antípodas de Joel Campbell, el futbolista de la selección de Costa Rica y el Arsenal inglés, a préstamo en Olympiakos, que compró 100 paquetes de las figuritas Panini del Mundial para ver cómo había salido y no se halló en ninguna de las 500 fichus. Por el contrario, Teo rumbeó (de rumbo y de rumba, más vale) por todos lados. Sólo le faltó aparecer en los telescopios de los neosatelitófilos, copando la Luna Roja.

El pistolero de juguete, uno de los pocos que en el pedorro fútbol local toman la posta bardera y lenguaraz de la Chanchi Estévez y Chilavert, fue tapa de la última edición de la imprescindible revista de cultura villera La Garganta Poderosa, puso a River a un punto de la punta con su elegante y sport gol ante Atlético de Rafaela, es el único delantero inamovible en la selección de Colombia luego de la súper lesión de Radamel Falcao García, aparece probadamente en el álbum de Brasil 2014, y viene de meter goles en los últimos seis partidos de la liga que el NO está jugando en el FIFA 14.

Resistido por la comunidad futbolística argentina, que aún recuerda sus trompadas en entrenamientos y su rapidez para desenfundar falsas pistolas en los vestuarios, Teo sigue en el rezago de los cafeteros más goleadores en la historia del club de Núñez: Falcao y el gigantesco Juan Pablo Angel. Pero no obstante su pesadez (evidentes flota-flota los de la contratapa) y esa embolante y detestable manera de quejarse de todo, mostró cierta hidalguía para ponerse a la altura luego de los retos de Ramón Díaz (“Teo no entendió lo que es River”, dijo RR.DT en noviembre) y para reformarse mediáticamente (“Ningún niño debe usar armas. Son errores que comete uno”, le dijo a Walter Luján de La Garganta Poderosa).

Teo parece ser la versión cristalina de René de Calle 13. Si el rapero está demasiado atento a cumplir con todos los buenos y atacar a todos los malos, en una actitud maniqueísta, inocente, facilista y muy redituable, lo que humaniza a Teo es esa capacidad de mandarse cagadas grandes como las caries de sus muelas inferiores izquierdas (otra vez, chequear la tapa de la revi villera) y después definir como el domingo; boxearse con el tercer arquero de Racing, cuando jugaba en el club bonaerense, y alabar a Riquelme ahora, en River; hacer pintar un fierro de juguete y tuitear pedidos y agradecimientos a Dios/Jehová; llamar la atención sobre Pablo Escobar sin renunciar al reconocimiento del aporte narco en los barrios.

Insólito como en ese pique anterior a la jugada en la que le hicieron el penal que malogró Cavenaghi y contradictorio como para usar una remera camuflada justo para las fotos de una nota en la que habla sobre narcos colombianos, Teo entraña la falta de solidez de todo el fútbol argentino: entre la sordidez y la clase, la violencia estúpida y la sinceridad, el paraíso mundialista y el calvario de Avellaneda, el brillo en los fichines y la intrascendencia en el fútbol concreto. Entre la nada y la eternidad.

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