Jue 22.05.2014
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AGUAS(RE)FUERTES

Mal trago

› Por Lola Sasturain

Se tiende a demonizar a la publicidad como el corruptor de almas de esta era. Para amplios sectores, los publicistas son gente fría e inescrupulosa que vive de manipular y crear falsas necesidades. Por culpa de la publicidad se desea lo que no se tiene, se malgasta vida y dinero corriendo detrás de inventos. Esta visión subestima demasiado la capacidad como espectadores de emitir juicios. Sin embargo, el reciente caso de la publicidad de Pepsi de Wanda Nara y Mauro Icardi vuelve a poner este debate a la orden del día.

Aquello de que “No existe la mala publicidad” nunca llegó a tal extremo. La premisa es conocida y casi paródica de tan retro: juntar tapitas para canjear por una botella. Lo rebuscado de la relación entre lo que se quiere vender y cómo se lo vende. El concepto de “robar” empleado con tanta frialdad y cinismo. Se le dice “texto estrella” a todo ese bagaje que trae un famoso precisamente por serlo, que trasciende la pantalla, que los espectadores conocen y los realizadores utilizan. Un personaje creado a medida de la estrella, por todo lo que ésta ya implica para los espectadores. El caso de las chicas Disney en SpringBreakers o el extremo del clan Seth Rogen en This is the End.

Sabiendo de sobra que utilizando a estas dos figuras el trabajo ya estaba hecho, Pepsi decidió ir más lejos. Luego de polémicas mediáticas como las fotos de los hijos de Wanda y Maxi López con la camiseta de Newell’s (equipo de Icardi), las fotos del jugador del Inter haciendo cuernitos y las declaraciones acerca de cuántas veces por día tenían sexo, en la primera entrega del comercial se ve a Icardi robando tapitas (a sus compañeros, a niños) para luego subir a un auto con Wanda y huir, al ritmo de ¿Y qué? de Babasónicos. De más está explicar los links con la realidad, entre el tema del robo, de la canción, del slogan “Ganás por afano”. Al margen de que la publicidad fomenta la ilegalidad, la trampa, el hurto y el ventajismo, incluso si no estuviera hablando del caso de Nara e Icardi.

Pero la segunda entrega volvió a hablar a los espectadores, no sobre la promo sino sobre ellos. “Vos te hacés la cheta y en realidad sos una grasa”, le dice el jugador cuando ella dice desconocer la costa argentina. No se entiende, ¿acaso Wanda está aceptando reírse de sí?, ¿finalmente se hizo cargo de lo que todos quieren decirle?, ¿importa realmente su opinión?

Que Wanda y Mauro pretenden hacer de su vida un reality no es novedad. Que no tienen tacto, tampoco. Lo llamativo es hasta dónde se puede llegar para dar que hablar y, cómo el estereotipo del publicista como ser frío e inescrupuloso, vuelve con fuerza. Porque el espectáculo está lleno de Wandas e Icardis, pero la explotación de la infidelidad y el robo con guiños cancheros va más allá en esto de la dilución entre lo público y lo privado, un paso más sobre el límite tolerable de perversión publicitaria. Hace que las propagandas de Axe parezcan feministas, progres. Y escandaliza hasta al más curtido, a la vez que dispara las ventas de Pepsi.

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