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El matrimonio entre el rock oscuro y la simbología occidental del terror clase B no se agota en Misfits o las pelis de Rob Zombie: traspasa fronteras y cordones suburbanos hasta depositarse en Claypole, desde donde Matan S. A. planifica sus movimientos dramatúrgicos, donde la sangre es un elemento –valga la redundancia– vital. Por acción u omisión del resto, el quinteto se muestra como una opción única dentro del heavy metal local.

Death metal vieja escuela, puesta en escena y trabajos conceptuales son los pilares estéticos con los que levantan ese aire de singularidad, donde el degüelle, el destripe y el olor a descomposición pretenden ser algo divertido. “No inventamos nada, ni queremos hacerlo. Es el estilo de música con el que crecí, me quedó y es lo que tocamos”, explica el cantante Wata. “Siempre pusimos mucho énfasis en la lírica: temática, concepto e imagen. En base a eso, se puede decir que Matan S. A. es una banda original.”

El grupo sigue presentando su segundo disco de estudio, El silencio es salud, cuya prédica no puede entenderse sin el primero, La matanza está por comenzar. “Lo conceptual siempre parte desde las letras, y los dos discos tienen un hilo entre sí. Ideas tenemos muchísimas, hay mucha influencia de películas de los ‘70 y ‘80, mucho slasher y asesinos cazagente. En base al presupuesto que tenemos, que es poco, estamos tocando por todo el circuito underground de Buenos Aires y el interior, donde tocan las bandas que están en la segunda o tercera división, por poner un target”, sigue Wata.

Además, los ocupa la producción de un tercer CD que ampliaría la propuesta visual. “Estamos craneando las letras, para que sean mucho más grossas. El disco va a ser un mediometraje, por lo que el video va a coincidir todo el tiempo con el audio: que cada tema tenga su clip, pero todo unido. En el librito, cada tema va a tener su letra, y abajo va a haber un código QR, que a través del teléfono te lleve a cada clip.”

Sábado 18 en Metal Para Todos 7, Estadio Malvinas Argentinas, Gutenberg 350.