LA EXPANSIóN DE HALABALUSA
› Por Romina Daniela Blasucci
“Todavía no tenés ingenio, Red Bull te da alas, pero yo corto tus sueños”, escupirá Cromo en la final, dentro de varias horas, pero aún no lo sabe. Practica junto al muro de las vías igual que otra decena de pibes con gorras grandes, de colores brillantes y viseras anchas. Florencia y Tatiana anotan los nombres de los competidores y sortean las parejas de oponentes; también cuentan sistemáticamente los puntos de las diez fechas del año para saber quién se lleva lo recaudado en la gorra: unos pesos, un vino, un encendedor y el honor de ser el Cuarto Campeón de Halabalusa: este año se impuso Tnc Noodle, con 33 puntos.
Hace cinco años, Max y el Biche nunca pensaron que esa juntada de quince amigos de Claypole y Calzada iba a terminar en un encuentro quincenal de 300 chicos. Se sumaron batallas under en Solano, Adrogué, Temperley, Monte Grande, Lomas y Varela. Al principio armaron un flyer, hicieron un Facebook, empezaron a grabar las batallas y subirlas a YouTube: los videos son fundamentales porque los chicos los estudian, ven las técnicas de los otros para poder mejorar en la próxima fecha. Es una escuela no sólo para los que asisten sino para chicos de todo el país que esperan los videos con ansias. Así empezaron Max y el Biche, que acaban de sacar su primer disco con Primera Mancha, o MCs reconocidos como Dtoke, Kodigo, Papo o Cober. En Halabalusa se conectan y los más experimentados aconsejan a otros que también hacen videos o discos de manera autogestiva.
Dice Max que crecieron muchísimo, quizá demasiado. Halabalusa, con ese nombre de monstruo, ya camina solo, no hay que empujarlo. Max suena un poco preocupado, quizá siente el vértigo de todo movimiento cuando crece, ya no todos se conocen y se cuestionan su identidad. A veces, la cantidad puede cambiar la cualidad de las cosas, aunque no parece ser el caso. “Crecimos en Calzada, en calle de tierra. Los chicos de capital hablan de la ciudad, cuentan otras cosas”, dice el Biche. Max confirma: “Hay muchas cosas que no nos gustan y lo decimos con un estilo más duro, crudo”. Por otro lado, Muphasa, organizador del Quinto Escalón de Caballito, quiere que el centro de la movida no sea la agresión. Planea hacer batallas en las que los chicos hablen de sus vivencias sin atacar.
Es hora de empezar, así no se hace tarde para los que vienen de Campana o San Fernando. Hasta de Ushuaia vinieron una vez. El promedio de edad es menor al de las batallas porteñas. Tampoco se ve tanta ropa propia del estilo hip hop. Halabalusa se autodefine underground porque cualquiera puede anotarse, no importa la edad, el sexo o de donde viene, no se paga entrada, ni hay cupos. No tienen sponsors y nunca recibió ayuda del partido de Almirante Brown.
Max y el Biche ya están dentro de la ronda, como jurados. Un chico se lleva las manos a la boca para el beat box y empieza la batalla: “Este está más perdido que San Martín en la guerra de las galaxias”, ataca uno. Cromo dispara entrecortado: “Vos que venís con ese gorrito del Bronx, se cree un negro re pandillero pero, en realidad, no le pegás ni al beat box”. Ese es el objetivo según el Biche: “Queremos que el rap sea nacional”. Muphasa concuerda: “Tenemos que salir de la pose de rapero de cadenas, minas, tiros; y retratar nuestra realidad”.
Se termina el minuto fugaz. Los competidores se dan la mano y se abrazan después de haberse dicho de todo. Los jurados señalan al triunfador. Frente a la métrica, la rima o el flow, en Claypole gana la actitud. Siguen pasando los equipos mientras anochece. Se termina el domingo. Mañana, Max y el Biche se van a ganar la vida como cualquier laburante, lejos del freestyle.
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