En 1995, Esteban y Nicolás Cambiasso pasaron de Argentinos Juniors al Real Madrid: el Cuchu desarrolló una carrera espectacular, pero su hermano jugó ocho partidos en cuatro años. Es que el puesto de arquero no suele dar demasiadas oportunidades. Algo similar le ocurrió a Albano Bizzarri, que llegó al Madrid desde Racing en 1999 y fue titular en apenas siete encuentros, perdiendo el puesto a manos de Iker Casillas. Quince años más tarde, el español sigue en el mismo lugar pero ya empieza a pensar en el retiro, y en el club creen haber encontrado un posible sucesor: Augusto Batalla, argentino, 18 primaveras, riverplatense y capitán de la Selección Sub-20, que acaba de ganar el Campeonato Sudamericano en Uruguay. Ojalá la tercera sea la valla menos vencida.

Las características más sobresalientes de Batalla son su decisión y su personalidad. Ataja con una confianza inusual para su edad, apropiándose del área y contagiándoles esa seguridad a sus compañeros. En los minutos anteriores a disputar la final del Sudamericano, un jugador lo filmó sin que se diera cuenta mientras el arquero arengaba al equipo. “Estas charlas yo no las pienso, me salen del alma”, decía Batalla al borde de la euforia en una muestra de que su liderazgo es algo natural.

De hecho, toda la carrera del pibe parece haber despegado gracias al instinto. Si bien en su casa son fanáticos del polo, él insistió para que lo llevaran a probarse a River (club del que es hincha) con apenas cinco años. Un día faltó el arquero y el único que se animó a hacerse cargo del puesto que los niños odian fue Batalla. Cuando terminó el entrenamiento, enseguida pidió que le compraran un par de guantes: había encontrado su lugar en la cancha... y en el mundo.

A partir de ahí, se destacó en todos los equipos en que jugó. Fue el mejor arquero del Mundial de Clubes Sub-17 con River (atajando varios penales a puro instinto), campeón y figura de sudamericanos Sub-17 y Sub-20 con la selección juvenil, y hasta sparring de la selección mayor en el Mundial de Brasil.

No sería una sorpresa que el año que viene, en los Juegos Olímpicos de Río, se hiciera cargo del arco nacional en el equipo Sub-23. Mientras tanto, Batalla trata de disfrutar de los que probablemente sean sus últimos seis meses en el club de sus amores, antes de emigrar a la liga más poderosa del mundo, donde comprobará que nació para esto.