Música de las alcantarillas
› Por Mariana Enriquez
Cuando Chary de Loquero habla, tiene una enorme capacidad de decir cosas terribles con una mezcla de amabilidad e ironía que poco tiene de rezongo vacío. Por ejemplo, mientras sorbe un licuado de banana, explica que le cuesta mucho escribir si está relativamente contento. “Por ahí la paso bien un tiempo y no puedo escribir. Cuando estaba trabajando, no podía hacer nada: era un mutante. Era uno más. Me gustaría hacer poesía o tener un poco más de ambiciones, pero yo estoy en el rock. No tengo musas. Quizá la única musa sea mi propio desencanto.” Ese desencanto, esas letras (en Club de solos había momentos desoladores como la canción “Estamos cansados”, que decía “en la ventana brilla el sol/ propaganda oficial de Dios/ y el interior no es depresión, no es ni siquiera eso/ luchamos, soñamos y todo es en vano”) a veces le provocan anécdotas impresionantes. Chary se acuerda de un chico en Berazategui que le mostraba, después de un show, los brazos destrozados por lastimaduras y picos y le gritaba: “Chary, las letras, me tengo que matar”. Chary reconoce que el pibe “estaba recontra loco”, pero él se quedó muy impresionado. “Anteojo, el guitarrista, me decía: ‘No toda la gente que escucha los temas está así, éste es un flaco al que le hizo clic la cabeza’. Pero yo no pude tomármelo así, me puse paranoico. No quiero provocar eso. Pasa que tampoco puedo evitar escribir desde mí, desde cómo me siento.”
Loquero acaba de editar un nuevo disco, que se llama Fantasy. Es un punto intermedio entre Temor morboso a la exposición pública y Club de solos: musicalmente tiene el punk crudo del primero, pero también las melodías y las letras cuidadas del segundo. La fantasía a la que alude es el mundo de irrealidad en el que la banda vive cuando está de gira. Cuando está tocando, sobre todo por el interior, Chary reconoce que hace una vida casi normal. “Como, me baño, la gente me trata bien”, se ríe. “Cuando se termina la gira, decimos: bueno, se acabó ‘el fantasy’. Y empieza la realidad. Que no está buena. Nadie puede ser positivo y optimista si lee la realidad.”
Fantasy es un disco oscuro, pero no es un disco oportunista. Loquero nunca fue una banda oportunista. Mientras en estos últimos años hubo un aluvión de rock alegre, Loquero fue una de las pocas bandas que habló siempre desde la desesperación, interpretando una realidad que no se convirtió en espantosa de un día para el otro. En algún sentido, Loquero nunca fue una banda depresiva sino más bien una banda realista. “Este disco no tiene ingenuidad”, dice Chary. “Hay canciones como ‘Alas’ que son pequeños chistes: la letra es una receta para hacer una bomba. Loquero no es una banda alegre, para nada. Tenemos influencias mefistofélicas. Necesitamos una enfermera en el escenario. El grupo es jodido. No es un lugar lindo para vivir, mi banda.”
La canción que abre el disco se llama “Atlántida”. Dice: “Sale el sol, pero no sale para los desplazados ni sale en una prisión ni en un comedor de barrio”. Hacia la mitad del disco, la canción “M y M” empieza: “Hoy termino en un calabozo, negro angelito de mis destrozos, ya rompí el baño y la cocina con mi martillo de parafina”. “Caballito de fuego” lanza: “Estoy cruzando el lago de la depresión. Me duele todo y no me importa nada, y ahora me voy por mi camino de agonía y melancolía. Tu risa es la mía y ésta puede ser tu compañía en estas noches de miedo y angustia”.
No hay mensajes de luz al final del túnel sino sencillamente un cantante que sabe interpretar la desesperanza como pocos. Arriba del escenario Chary impresiona: con un buzo y capucha, retorciéndose, su intensidad es tan sincera como inédita. “¿Dónde vive esta gente que escribe letras alegres?”, se pregunta. “Me da un poco de asco. Nosotros, dentro de lo miserable y paupérrima que es la escena del rock argentina, tiramos una onda. Yo me desnudo y cuento todo. Cuando te abrís tanto, te golpean. Todos: colegas, amigos y enemigos. Es un bochorno que haya competencia porque acá no existe nada. Te peleás por nada, por migajas.” Fantasy está plagado de historias personales que Chary cuenta a medias. “Rusita”, por ejemplo, que es una de las más fuertes, pero con una letra enigmática que parece tratarse de una chica que sufrió mucho y una historia de amor oscura. A Chary no le gusta explicar las letras, pero concede: “La Rusita es una chica que nació en la época de la dictadura y la violaron. No fue violada por represores, fue en la calle, cuando iba a bailar. Y ella es inspiradora. Cuando pasó eso, y otras cosas, me deprimí un poco. Hice un par de bardos que llevaron a que vayan la policía y una ambulancia a mi casa. Más que nada asusté a la gente, y después no lo pude controlar. Me hice el loco, que a mí me sale fácil. Ella representó algo para mí. Ahora sigue con su vida de cocaína y desencanto: se le murió un hijo de un mes, miles de cosas. Y yo sigo acá”. También se atreve a nombrar a alguien de quien se siente cercano: Kurt Cobain. “A mí me pegó su muerte. En esa época salía de mi casa y enfrente había un paredón donde estaba escrita una frase de Cobain que decía: ‘Me siento viejo y cansado, ya no me emociono con nada’. Lo leía y decía: ‘Qué bueno, me siento así’. No lo idolatro, pero lo siento cercano.” La canción dedicada a Cobain es “Desde aquí”: “Parecíamos tal para cual. Dos tipos lejanos. Arrastrando recetarios siempre mal. Tan locos que las voces eran ladridos”.
Chary tiene 35 años y, como siempre, no tiene residencia fija. Ni posesiones materiales. En una época tuvo una casa, recuerda, con discos y libros y todo lo habitual. Fue vendiendo de a poco, y el desprendimiento no le costó tanto como suponía. En general no puede hablar de discos nuevos que le hayan gustado, no tanto porque no los escuche (siempre aparece algún amigo que se los acerca) sino porque no tiene siquiera un grabador. “Vivo arriba de un árbol”, se ríe. También vivió en la F.O.R.A (menos de un mes, “pocas veces duro más que eso”), y allí hasta filmó un video de la canción “Ghost in the F.O.R.A.” de Club de solos, el disco anterior. Osvaldo Bayer aparecía en ese video, que no tuvo mucha difusión y que molestó a algunos. “Los anarquistas se enojaron con nosotros. Eran unos pibes que también habían vivido en la F.O.R.A., pero de una camada posterior. Eran dos o tres, nada serio, fueron a pelearnos un par de veces y todo quedó ahí. Muchos de estos punks decían que no les gustaba que la F.O.R.A. saliera en MTV para que cualquier idiota leyera F.O.R.A. que no supiera lo que era, lo que significaba, que era trivializar, qué se yo. A mí me parece al revés, que servía para que mucha gente se interesara y aprendiera. Igual, el video ni se vio.”
Loquero no es sólo una banda autogestionada que graba en un sello independiente (Ugly Records, de Boom Boom Kid/Nekro) sino una banda que, como Chary define, depende de la solidaridad ajena. “No podemos existir sin eso porque no podemos alquilar nada, en absoluto. No tenemos un peso. Si vamos al interior, nos tienen que contratar. No tenemos autonomía. No tenemos prensa ni gente que nos mande avisos, no tenemos manager. Lo hago casi todo yo. En marzo nos vamos a Europa de gira, empezamos en Madrid, y lo hacemos porque nos invitaron. De lo contrario, y es la pura verdad, no podemos ni movernos.”
–¿Nunca tenés ganas de asentarte, de volver a trabajar, por ejemplo?
–Hace tanto que no lo hago... ya no puedo trabajar más de nada. Estoy viviendo en muchos lados. Mi hijo me invita a su casa cuando no tengo donde ir a dormir, es una locura. Generalmente estoy en Mar del Plata, porque me puedo quedar en la casa de mi mamá. Yo tengo dos hijos, un nene y una nena, y a veces me da melancolía. Pero la melancolía es mi enemiga, así que trato de evitarla, entonces no pienso. Vivo como un recién nacido. Capaz que es un horror. Ya no puedo arrepentirme de todo lo que hice. Me llevo bien con mis hijos, pero sus madres no entienden mi vida. Para mí es normal porque siempre fue así.
–Vos sos enfermero. ¿Esa también es una etapa cerrada?
–La última vez que laburé fue en el hospital, en el ‘98. Es de lo que estudié. Tengo una sensación ambigua con mi profesión. Ya he pensado en volver, pero lo que pasa es que la jerarquía en salud, en hospitales públicos, donde yo trabajaba, es muy jodida. Me llevaba mal con supervisores, con el departamento, tuve muchos problemas. Yo me desempeñaba bien: en hospitales de alta complejidad, en terapia intermedia e intensiva, aprendés sí o sí. Si hay un accidente, puedo meterme y salvar una vida, y a eso me limito hoy. Ya no quiero estar más ocho horas soportando cabronadas de viejas enfermeras hijas de puta que no te dejan usar zapatillas negras y otras estupideces. Hacía bien mi trabajo, pero ya terminé con eso, cumplí un ciclo. Yo creo que estoy al final de mi vida, así que no me hago mucho problema por eso.