FEDERICO DI PILA EXPLORA EN CHUñO
Un viaje entre el manga, la magia naïf y el rústico local.
› Por Andrés Valenzuela
Una mezcla de El Principito con Alicia en el País de las Maravillas y un viaje iniciático con ciertos toques de lisergia, algo así es Chuño, la segunda novela gráfica de Federico di Pila, que publicó hace casi nada el jovencísimo sello colectivo y autogestivo de historietas Hotel de las Ideas. Es la historia de un ¿ratón?, ¿bicho?, ¿coso? que viaja por el espacio para enfrentar una onda de maldad que convierte hasta a los ángeles en piedra (así que también tiene alguito de las sagas cósmicas del comic norteamericano). Pero de última, el conflicto es una anécdota, la excusa para el viaje de (auto)conocimiento que emprende el protagonista.
“Surge de forma muy improvisada, del desafío personal de experimentar y superarme en mi trabajo”, cuenta el autor. “Empecé a hacerla mientras trabajaba haciendo espectáculos de títeres en un teatro de Bolivia.” Por eso, piensa, también se le metieron las funciones para niños en el relato. ¿De ahí el tono principesco? “Me remonté a mis influencias de chico y de preadolescente, sobre todo a historias donde se ve el mito del camino del héroe, donde el personaje enfrenta la soledad y vuelve transformado.”
En su caja de herramientas entran el manga en general y Dragon Ball en particular, aunque enseguida reconoce en su trazo el impacto de la movida under local y “la historieta más moderna de Francia”. También se encuentra en “la historieta negra y más expresionista”, que asegura que se manifiesta en “la rusticidad del trazo y los materiales, que son bien clásicos y sin casi nada de compu”. En este sentido, comenta, “el planteo técnico era hacer algo largo, improvisar sin guión predeterminado y jugar con ciertas limitaciones de materiales y formato”.
Este road-comic hecho en sí mismo “en el camino” tiene varios rasgos interesantes. El primero es la combinación de las composiciones de página y recursos narrativos del manga (pocos cuadros por página, por ejemplo) con la estética del dibujo rústico de parte de la movida emergente nacional, y eso mezclado, todavía más, con cierta cosa mágica a lo Saint-Exupéry. Es cierto que por momentos los diálogos se ponen un poco simples, pero eso no opaca las pilas que transmiten las páginas. Hay mucho amor en Chuño. Hay amor por la historieta, amor por el personaje, por el dibujo, y amor por ese momento clave en la vida en que uno comienza a tomar sus propias decisiones.
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